Eramis Cruz
Aquellos que menosprecian a las personas humildes no hacen más que revelar su ignorancia. Hay tantas cosas que a uno les provocan risa, y ya sabemos que no hay nada que provoque más risa que lo ridículo. Fue de esta manera que Mario Moreno (Cantinflas) hizo una carrera exitosa en el cine. Cuando uno no sólo vive en el mundo, sino que lo mira y lo comparte, es más fácil tener un juicio apropiado sobre hechos y fenómenos. El llamado ciudadano común es la base del funcionamiento de la sociedad, los demás son una minoría sin capacidad para satisfacer las exigencias fundamentales de la infraestructura de un país.
Un elemento que abunda en el mundo es la basura, no existe una manera para eliminarla, se recoge cada día por la mañana y vuelve y se reproduce. A pesar de que se busca manera para sacarle alguna ventaja a la basura comenzando con reciclarla o usarla como fuente de energía.
Sin embargo predomina el concepto de que la basura hay que votarla en un lugar donde no sea un estorbo. Es que la basura, aparte de otros problemas, nos puede contaminar. Por eso resulta extraño que existan personas que de alguna manera depositen basura en su cerebro. Una de las razones que explica ese comportamiento es no saber distinguir algún tipo de basura. El error principal es no distinguir que existe una basura que se produce en el mundo de las ideas, en el ámbito intelectual. Es aquella basura que nos enferma del alma, que nos hacer inútiles y manipulables.
Si se quiere entender con mayor claridad de los que hablamos aquí, referimos al lector a las llamadas novelas de televisión. Esta es una basura que es depositada en el cerebro de la gente, especialmente de los ciudadanos más humildes. Lo que si hace una diferencia es que esta basura deja grandes ganancias esas compañías televisivas. Las escenas presentadas superan los ámbitos de la realidad y llaga a provocar repulso al sexo, la violencia, la ironía, y asesinatos premeditados con alevosía, y más que todo, el insulto a la capacidad del observador. Transmite un falso mensaje y exageran el éxito de la sociedad imperante en términos materiales y de consumo.
Otro elemento consiste en que las telenovelas están calificadas como entretenimiento, y bajo esa categorización son vistas como algo inofensivo y nocivo al proceso de asimilación de la gente. Por eso no se plantea y mucho menos se replantea un cuestionamiento serio sobre los efectos de los llamados culebrones.
Mantener a la gran mayoría en la ignorancia ha sido por mucho tiempo una estrategia exitosa para el sistema social monopolista. Primero, la democracia es una farsa, no es cierto que sea la mayoría quien manda y decide. Segundo, mientras a una parte de la población se le inyecta dosis de telenovelezca, a otra se le ofrece un deporte que muchos no practican, sino que oye en la radio o ven en televisión. Se trata de un deporte enajenante que no resulta en rebajar de peso ni sigue el eslogan de cuerpo sano mente sana. En un tercer plano, está la religión y su fanatismo. La religión limita la inteligencia a los parámetros del dogma.
En esta problemática radican los grandes males de la humanidad. En la manipulación que se hace del cerebro de la gente. Ya hace mucho que se sabe que el ser humano no usa ni siquiera el cinco por ciento de la capacidad de su cerebro. En el mundo actual esta proporción en vez de aumentar disminuye. Con los avances tecnológicos se aprovecha la utilidad de un nuevo componente que implica que la gente dependa de un microchip para las funciones que de otra manera serian funciones elementales del cerebro.
Pero si existe una diferencia, las cosas inanimadas no piensan, y si un microchip es capaz de ejecutar operaciones científicamente determinadas, es porque alguien es capaz de darle cabida a ese proceso. En otras palabras, existe una élite intelectual que pretende sustituir la capacidad de pensamiento de la grande mayoría.
Volviendo al principio, quienes menosprecian a los humildes, y aparte de eso pretenden hacer de ellos tontos útiles, caen en el error de ignorar que existe un fenómeno social que pone en práctica el efecto dominó en la que una sola ficha puede ser el inicio del fracaso de esa montaje de la manipulación. Aquellos que creen que es cierto que una mentira se convierte en verdad por el solo hecho de repetirla, sustentan un pragmatismo ingenuo. Pragmatismo es una filosofía que todo lo mide acorde con los resultados.
No se puede negar que hasta ahora y en parte, el basurero le ha dado buenos resultados a gente y países. Inclusive, es posible que resten beneficios para los que encabezan la lista de la revista Forbes. Sin embargo negar que los humildes del mundo sean el mayor peligro para los que dirigen los imperios es una verdad científica e histórica. El sistema capitalista funciona gracias a un factor contradictorio y dinámico, allí donde pretende depositar su basura.
Simplemente es una equivocación creer que los cambios históricos impulsados por los países en vía de desarrollo, serán algo así como una tercera guerra mundial. Ese tipo de guerra no es para el mundo del hoy, ni siquiera actos como los del once de septiembre son para ser considerado. Los cambios del mundo venidero y los medios para ese cambio radican la conciencia que crea la necesidad. Necesidad imperante e impulsada por fenómeno como la gran depresión de 1929 en los Estados Unidos.
Una de las razones por la que continuamos viviendo bajo el presente estatuto es porque el capitalismo aún tiene capacidad para absorber suficiente oxígeno para cubrir los huecos que deja a su paso. Pero lo que va a suceder es que habrá que cambiar, no la regla del juego, sino el juego mismo, debido que muy pronto no habrá espacio para tirar la gigantesca cantidad de basura pestilente de una maquinaria enferma.
El pragmatismo que caracteriza a los líderes y dirigentes desde Washington Heights hasta Washington DC, va quedando reducido en la perversa manera como se roban los recursos destinado al servicio para los humildes, Miguel Martínez, Víctor López, Pedro Espada Jr., Moisés Pérez y otros bajo investigación por malversación de recursos. Las correcciones al sistema financiero norteamericano, introducida por el presidente Barack Obama, son una muestra de lo que sustentamos, igualmente que el asfixiante problemática del mercado de bienes raíces, por sólo citar dos basureros.
Aunque a muchos les parezca ridículo y hasta les provoque algunas carcajadas, los únicos capaces de redimir la casa y limpiarla de la basura, son los humildes que no sufren de la miopía de los que tiran los desperdicios durante la oscuridad de sus operaciones. Los Seguidores de un discurso enfermizo y manipulador sustentado en un pragmatismo que se extiende a los límites de lo insostenible.