domingo, 20 de julio de 2014

La cura para de la hipocresía




Eramis Cruz

Este escrito no es para todo el mundo, sino para unos cuantos que les gusta pasar la vida para hacer creer lo que no sienten, especialmente contra personas que de alguna manera vienen a relacionarse con ellas, y luego pretenden salirse por la tangente creyendo que los demás no se dan cuenta de sus juegos. Yo no sé cuando el mundo fue diferente, pero por mucho tiempo he notado que las cosas cambian más que la gente, aún sea como reacción a lo humano. Presentarse como lo que no se es, expresar lo que no se siente o fingir una sinceridad para impresionar o conseguir algo que se persigue, es lo que se llama ser hipócrita o actuar con hipocresía.
 Escribo mucho sobre cosas y acontecimientos, siempre para llamar la atención respecto a lo positivo y el buen provecho. Pero esta vez escribo contra los hipócritas. Tengo una personalidad fuerte, lo reconozco y hago el mayor esfuerzo para controlar mi temperamento, especialmente frente a la hipocresía. Para mí no existe peor pecado que ser hipócrita. Principalmente porque el hipócrita no tiene necesidad de serlo, más podría conseguir con la sinceridad. Se puede ser hipócrita cuando la persona se siente impotente contra quien se posiciona en mayor escala o con quien no gusta pero de quien no se puede prescindir.
Pero la hipocresía se torna negra cuando se hace sazonar por la envidia. La gente dice “vive tu vida y olvídate de los demás”, aparentemente es un buen consejo, pero no tiene nada de humano, porque se lleva todo lo noble y bueno que la gente puede hacer por quien necesita una mano. Todos tenemos algo que agradecer a alguien, pero el hipócrita no conoce de agradecimiento, luego que supera su necesidad se coloca por encima de medio mundo.
¿Cómo es posible una persona creer que puede pasar por amigo de alguien, y mucho menos  hermano, cuando sus actos, sus palabras, su página social, y sobre todo, su actitud no es congruente? Simplemente porque el hipócrita necesita estar bien con su conciencia, pero es tan necio que toma por seguro que nadie descubrirá su juego. Entre un hipócrita y un idiota no hay mucha diferencia, aunque hay una que los contrasta para siempre, el hipócrita es más inteligente.
El hipócrita no admira las cualidades de las personas sencillas, por el contrario, las admites como una manifestación de la incompetencia.
Se puede ser idiota por las limitaciones de las habilidades y hasta de la destreza, pero la hipocresía es producto de la inmoralidad, no de  la intelectualidad. Al idiota no le resultan las advertencias ni los consejos sobre lo que le conviene, simplemente carece de visión y la prevención no es su técnica, siempre está esperando que Dios le ayude, sin saber que Dios ayuda a todo el mundo, no a nadie en particular, si no es así no puede definirse como Dios de justicia.
La persona sincera y sobre todo honesta, que observa un mínimo de integridad y se empeña en ser consecuente con sus actos se le podrá tildar de desagradable y se le podrá creer inhabilitada para ser un buen político, pero nadie puede rebatirle la razón, especialmente cuando el tiempo deja claro la consecuencia de la tormenta. Descubrir al hipócrita a tiempo es una estrategia del buen negociante, tolerarlo y hasta quererlo evitando ser su víctima, es muestra de gran sensibilidad humana.
Para aquellos que sufren de esa enfermedad de la moralidad, esa debilidad del espíritu, le tengo una buena noticia, ese mal tiene cura, inclusive tiene un antídoto muy conocido y fácil de obtener, se llama la sinceridad. Al hipócrita se le tolera casi siempre por prudencia y en iguales casos por decencia de quien no pone en juego su reputación para rebatir algo que carece de altura, pero hay hipócritas motivados por el crimen, como los hay que persiguen solamente hacer creíble las debilidades de su personalidad.
No se debe confundir a los vanidosos con los hipócritas, estos también quieren ser, o pretenden adueñarse de los que consideran atractivo en el otro. Por estos pasan aquellos que niegan de sus raíces y cultura para similar la ajena, pero no es hipocresía, desde este ámbito. Ser celoso tampoco es ser hipócrita, los celos son el producto de la inseguridad, prueba de ello es que nunca se cela lo que se quiere con un ser inferior si no superior desde la óptica del celoso.
 Existen cualidades humanas relacionadas con el talento, las hay relacionadas a la integridad y la moral, del mismo modo que existe la reputación que se deriva del poder, pero la hipocresía no tiene limite ni siquiera en los altos niveles de la pirámide social. Un axioma de la hipocresía es que siempre es otro quien la descubre.
Para aquellos que dudan si sufren de hipocresía, o sea no lo saben, les tengo buena noticia también, no son hipócritas si no idiotas. Finalmente debo de aclarar un asunto, para que nadie se confunda pensando que me quiero pasar de listo. Una cosa es ser hipócrita y otra cosa muy distinta es ser prudente.
Es bueno no confundir cuando se llama hipócrita al otro por ignorancia o con  la intención de insultar, eso es el algo diferente que usa la persona plebe. Del mismo modo que no se concibe la hipocresía entre parejas intimas supuestamente estables, ya que no puede ser hipócrita quien desde un principio nos manifiesta sus cualidades y defectos y es consistente en determinadas actitudes.
Debido al caso muy común de que es al otro a quien siempre se le tilda de hipócrita, obedeciendo al axioma anterior, es bueno saber que cuando resultamos victimas de alguien que actúa públicamente, entonces en ese caso, el otro puede ser hipócrita pero no podemos evitar sentirnos idiotizados.
Terminemos con una advertencia, hay hipócritas muy sofisticados, vestidos de una capa que le protege permitiéndole el camuflaje, con esos hay que tener cuidado, suelen ser peligrosos. Los más abundan son los hipócritas ingenuos, que no saben del lenguaje corporal ni de los profundos secretos de la mirada, de esos ojos que no saben mentir, que no se resisten a otra mirada profunda como la que saben dar las personas sinceras. Muchas veces creemos que ser exitoso es una cualidad moral, pero el éxito muchas veces está más vinculado a la oportunidad y no necesariamente a los distintivos del decoro.

domingo, 6 de julio de 2014

Alucinantes para diseñar los sueños



Eramis Cruz



Señores, no hoy otro lugar donde dejar plasmado lo que siempre quisimos ser como en las páginas sociales. Detrás del espejo descubrimos la falsedad de las imágines, exclusivamente es un instrumento que nos hace creer que las fantasías son reales y nada mejor que acomodarse a las ilusiones. Siempre tuvimos esa aspiración de contar con una metodología para diseñar los sueños y luego solamente acostarse a dormir.
 Cuántas historias tristes escritas con tinta invisible en Facebook, aquellas que no necesariamente son las nuestras, sino las de los demás. Las imágenes salen por el trasero del lente retocadas por los pixels, en alta definición ocultando los defectos, con suficiente luz para ocultara la negrura de la piel. No  existe la necesidad de las modificaciones corporales, pero se impone un ir más allá, y hacerse cirugía estética al costo que sea, a veces con la vida y otras veces con las cicatrices en el alma o el cuerpo.
 Pero donde guardaremos las imperfecciones del alma, la vida es algo más que las imágenes. Pero nada detiene la hipocresía, el venderse por quien no se es. Los demás no hay que decirlo, solamente hacer “Click”. Recuerdan como se condenaba a lo que salía por la boca, mentiras o inventos provocadores de escándalos sociales, pues ya no hay que decirlo, ahora hay que hacerlo, si el verbo si hizo carne eso fue hace mucho tiempo, ahora el verbo tiene falta de ortografía. Se lanza algo más que la primera piedra, pero no causan contusiones sino en el alma.
Una mujer celosa no persigue a su marido o a su amante por la esquina del Boulevard, lo hace con destreza en el entorno luminiscente de la pantalla del celular a la computadora. Allí todos somos amigos incluyendo a quien nos odia o nos desprecia, sigue vigente aquello de que “amigo es el ratón del queso”.
 Las imágenes retocadas reservadas para los famosos ahora nos pertenecen, no se necesita de un estilista, sino de un selfie en la soledad de la habitación o en un lugar para la inspiración. Las imágenes de los más tontos son una expresión de las distorsiones de la personalidad, no de la dimensión de la perfección ni de de la exigencia de la delicadeza. A veces esa imagen resulta invertida a la vergüenza o un mínimo de pudor. El idiota saca la lengua para lamer la boca de su chica, vive orgulloso de la vulva tatuada cerca de un orificio, el pobre no sabe distinguir entre la estética y la tetánica. Es como si supiera inclusive antes de llagar adulto que el hombre más feliz ni siquiera tenía camisa ni Facebook.
¿A quién le importa el eslabón perdido? La gente está terminando convencida de que pensar pasó de moda, que vivimos el tiempo de la información, no necesariamente de la investigación y que por tal razón el conocimiento no tiene un sentido lógico. ¿Conocer qué? El espejo es el único fiel y nos muestra que no retiene nada, es tan parecido a una memoria falsa, volátil, familia cercana de la ficción.
Para qué hablar del pecado y para qué confesarlo como antes, si ya hasta el cura tiene una página en Facebook, pero él, igual que todo el mundo, tiene mucho que ocultar, no solo las confecciones de sus fieles sino las suyas propias. Quienes están riendo a carcajadas son los políticos, los serios y los charlatanes, nunca tuvieron tantas imágenes parecidas a las suyas como en Facebook. Todo el mundo cuenta con un eslogan que el sistema reproduce automáticamente. Dicen que eso se predijo en al apocalipsis con la misma veracidad que el calentamiento global por el niño y la niña estar jugando con piedras chatas.
Es justo tener la ilusión de que nadie note las alucinaciones. Que nadie sepa si él no tiene trabajo, que lo perdió por una vaina que publicó en Twitter. Que a  nadie le importe si ella  no es infeliz en su matrimonio, a pesar de que su marido es un psicólogo y alcohólico, como en la novela de Univisión. Ni que su hijo es mal educado o su hija enseña lo que no debe, uno o el otro cada vez se parece más al padre o se comporta tan parecido a la madre que no necesita un “Deoxyribonucleic acid” o ADN.
Alucinar siempre ha sido una terapia para ocultar los efectos devastadores de la realidad, cruda y cruel, especialmente para los débiles. De lo contrario uno se pregunta para qué se inventaran los payasos y con ellos las demás historias fantásticas de la biblia y el rosario de promesas que se pregona desde los altares o desde las esquinas de las calles, prometiendo el cielo como si se tratara de kioscos o tiendas de noventa y nueve centavos.
En Facebook todos comen vegetales y hacen ejercicios, uno no le nota la panza a nadie hasta que no le encuentra en el supermercado, o por casualidad le mira en la rutina  del patio de su casa. No se puede negar el derecho a verse mejor, a hacer creer que conquistamos el mundo, pero cuando esto se convierte un complejo parecido al narcisismo se puede terminar depresivo o desilusionado.
Pero se trata de un espejismo universal, al final la realidad sigue ahí, diciendo que existe una conexión entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo se toca y lo que se cree. Que aún el mundo sigue siendo el mundo para todo aquel que está vivo, solamente sentimos los efectos de algunas modificaciones y una manera distinta de decir las cosas, las que vemos y las que percibimos. Nuestros abuelos decían que “el hombre no sabe para quién trabaja ni la mujer para quién lo tiene”. Eso no es tan real ahora porque las mujeres se hacen profesionales y existen los transexuales y el matrimonio homosexual.
Sin embargo a nadie se le ocurre romper el espejo, dicen que un espejo roto es indicio de mala suerte, al contrario, lo cambiamos por uno que se vea mejor. Un televisor de alta definición, una tableta capaz de decirlo todo en el idioma de preferencia. Al final alguien está pensando por uno, alguien muy inteligente esta reinventando los cerebros, y uno se pregunta a cambio de qué son tan generosos los diseñadores de nuestros sueños.

jueves, 3 de julio de 2014

El fantasma de Amparo Luna



Eramis Cruz

Era un día de mucha actividad en la oficina Central de la Autoridad de la Vivienda de la Ciudad. Vinieron a decirme que había una mujer llorando en el lobby y que  indagara si había alguna manera de ayudarla. Busqué lápiz y papel que acomodé sobre un clipboard. Al salir por la puerta de la derecha con propósito de entrar por la del lado izquierdo a un cuarto de conferencia, encontré un drama al que me he venido acostumbrando después de 23 años trabajando para el servicio público de Nueva York.
Estaba advertido de que la mujer no hablaba inglés y que era persona de la tercera edad. Por experiencia tengo preconcebido que en la mayoría de los casos estas personas requieren de mucha paciencia y quieren contar su historia desde el mismo momento en que te ven venir. Siempre empiezan diciéndote su edad y un rosario de otras vulnerabilidades, hasta que uno les detiene para ir a un ambiente de más privacidad.
Amparo Luna me siguió, empujando un carrito de compra con los que parecían ser parte de sus pertenencias personales. Pensé que era una desamparada, pero me interrumpió con voz trémula y con un torrente de lágrimas que vertían de sus ojos tristes. Dijo que tenía ochenta y cuatro años de edad. Aseguró que es una mujer muy fuerte y casi me convence cuanto vi su contextura física, especialmente porque poco a poco fue tomando una actitud rebelde luego el aire secó sus lágrimas, y una reserva moral le levantó el ánimo. Yo estaba dispuesto a escucharla y ella decidida a decir más de lo necesario. Noté que Amparo respetaba el orden cronológico de su narrativa sobre lo que ella consideraba las inmerecidas tragedias de los últimos años de su vida.
Me dijo que tal vez su vida habría sido diferente si su marido no hubiese muerto de un ataque al miocardio quince años atrás. Comentó en seguidas que ella no era mujer ambiciosa porque precisamente cuando quedó viuda aún era una mujer muy hermosa y que fue poco tiempo después que de ella se enamoró como loco arrebatado un chino millonario. Tomó aire para decir que lo rechazó por observar el falso pudor de la sociedad cuando una dama se queda viuda. Concluyó argumentando que luego se informó que el chino se había casado con una mujer muy pobre de un residencial público, y que la muerte le sorprendió en una brevedad increíble, dejando su gran fortuna a la que hiciera esposa simplemente por necesidad de compañía.
 –yo pude ser la afortunada, ¡pero cuanto lo lamenté! –dijo Amparo Luna con un gesto de desgano.
Luego se conformó diciendo que no hay mal que por bien no venga, porque tal vez hubiese sido más trágico lidiar con dos muertes con un diagnóstico similar. Hizo un acto retrospectivo y dejó escapar un recuerdo de su memoria. “Eres tonta y perezosa” –dizque le dijo su amiga Felipa.
Con eso tuve bastante para pedirle a doña Luna que fuéramos el meollo del asunto. Fue aquí donde ella volvió al principio de su cronología para explicar cómo fue cuando se mudó el apartamento que ocupa por tantos años que ni se acordaba cuantos eran, pero que su problemas comenzaron cuando conoció a Felipa Ventura. La hizo su amiga tal vez motivada por su soledad, y ellas fueron muy buenas y bien correspondidas en término de discreción y confidencialidad de sus asuntos públicos y privados, los cuales eran bastantes limitados para ella que era vieja pero no para Felipa que era joven y activa en el amor y la aventura. Eso me dijo con la mirada perdida en la superficie blanca de las paredes.
–“Nada dura para siempre y hasta la belleza cansa” –parafraseó la mujer.
 –Luego que terminé mi amistad con Felipa mi vida se convirtió en un infierno –dijo.
Me contó que Felipa no la deja tranquila y para hostigarla cada día entra a su apartamento y roba sus pertenencias. Agregó que había cambiado el cerrojo de la puerta doce veces y Felipa, sin violentar nada, siempre penetra a la vivienda para inescrupulosamente servirse como cleptómana.
El asunto se tornó serio cuando Amparo me reconfirmó que se sentía muy fuerte y que había estado evitando cometer un homicidio para acabar con Felipa de una vez por todas. Dijo que no era justo el trato de la administración y de la policía al pedirle que la mudaran para otro complejo público o que arrestaran a su única enemiga.
 –Al contrario, esa gente de la administración me evitan y no quieren verme –murmuró apenas audible.  Fue en esta parte que la mujer comenzó a llorar de nuevo. Pude calmarla usando mis acostumbradas triquiñuelas que siempre me funcionan para detener la desesperación y la frustrando de quienes no están conscientes de su estado emocional ni de los desafueros de su mente.
Me excusé con mi visitante imprevista y volví a mi cubículo para llamar a la oficina administrativa del residencial. Allí todos conocían la historia de Amparo Luna, conocían sus alucinaciones, su soledad y su tristeza, pero sobre todo su manera déspota con la que a veces reclamaba sus derechos sin tener en cuenta las regulaciones. Resultó que todas mis sugerencias ya habían sido puestas en práctica, inclusive que Amparo había rechazado la última oferta para mudarla a otro lugar, supuestamente lejos del fantasma de quien fuera su amiga más intima. La habían referido al Servicio de Familia, pero sin resultado concreto.
De regreso, Amparo me confirmó que hacía mucho tiempo que Felipa se había mudado de la vecindad y que ese mismo tiempo hacía que no la veía, pero que ella era una mujer endiablada que siempre encuentra cómo penetrar a su apartamento.
Aceptó mi explicación de que no era justo iniciar un proceso contra alguien a quien ella acusaba sin tener una sola evidencia. Dudó que eso fuera razonable, por lo menos no para ella, pero expresión clave sobre el asunto fue “lo que no era justo”. Aceptó mi advertencia de que debería tener paciencia y mantener la ecuanimidad mientras se procesaba otra transferencia para modularla a un lugar mejor.
Admitió las condiciones pero diciendo que lo único que lamentaba era que Felipa volvería otra vez y dañaría sus mejores prendas de vestir conservadas por tanto tiempo en sus armarios. Amparo salió por la puerta del lado derecho hacia los elevadores, observé que su fuerza no era tal porque se tambaleaba mientras arrastraba su carrito de compra con múltiples envolturas. Le dije que me llamara después de mis vacaciones. Ni siquiera pregunto cuándo, puede ser que lo haga o que lo olvide para siempre. Ella seguirá llorando sin nadie que la consuele a causa del fantasma que hostiga el mundo tormentoso que determina los arrebatos de su cabeza.
Nada más infausto que “llegar a viejo y sin casa”, dicho que se refiere a algo más que el techo sobre la cabeza.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...