Eramis Cruz
Entre mis mejores amigos había un joven llamado Gustavo, muy delgado y de mirada iracunda. Vivía con su padre en un barrio de San Francisco de Macorís por allá a mediado de los años 70’s. Este joven cantaba con una voz maravillosa. El líder espontáneo del grupo era otro joven inquieto, usaba lentes gruesos y era admirador de Eduardo Brito. Luis fue muy popular entre los estudiantes y más tarde sería conocido como el Profesor Luis Bautista. Luis podía cantar aunque no tan bien como lo hacía Gustavo. Sus inquietudes políticas lo llevarían a ser electo senador por la provincia Duarte en 1982.
Por alguna razón, recuerdo aquella mañana en la que nos juntamos un grupo de jóvenes en la humilde casa de Gustavo, en el que estaba José Balbí y Nito Banzán, para luego dirigirnos al Liceo de la ciudad, teníamos un ensayo de poesía. Aunque parezca insólito en la sociedad sobrealimentada de los Estado Unidos, todos estábamos sin desayunar y ya rayaba las diez de la mañana, y en quien más se notaba el hambre era en el futuro senador que por ser de piel más oscura sus labios se notaban cenizos.
Eramos casi unos niños cuando nos conocimos en la Agrupación Católica, que nos sirvió de camino para llegar a la sección juvenil de la Confederación Autónoma Sindical Clasista (CASC). Para ese entonces Luis Bautista pasó a formar parte de un grupo en la UASD llamado “los Camelistas”, que eran seguidores del padre revolucionario Camilo Torres. Yo en cambio, seguí en la CASC en la que fui nombrado subdirector de su organismo educativo y de formación llamado Instituto Nacional de Formación agraria y Sindical (INFAS) y resulté electo por una Asamblea Responsable Nacional de la Juventud Trabajadora Nacional (JTN).
Conocí a Luis muchos años antes de él entrar al PRD. Recuerdo que me dijeron que el candidato presidencial por el PRD, doctor Jorge Blanco, había venido al barrio a hablar con él.
En lo adelante nuestra afinidades políticas tomaron diferente dirección, yo terminé emigrando a los Estados Unidos y él sirvió como diputado por la provincia Duarte. Recuerdo que la primera vez que salimos desde San Francisco de Macorís a la Capital juntos lo hicimos sin un centavos para el pasaje y nos fuimos pidiendo bola, algo normal en ese tiempo, pero para mi fue una aventura porque yo nunca había viajado de esa manera.
Como predicadores de la Agrupación Católica, viajábamos a los campos los fines de semanas y aunque usualmente enviaban a los campos a un joven con un adulto, a veces los jóvenes salíamos solos, pero siempre de dos en dos, nos consideraban cabeza caliente, es decir revolucionarios y para el gobierno revoltosos.
Una vez Luis y yo nos enamoramos de unas chicas de la familia Javier que vivía en la Amapola, Salcedo. Lo cierto es que ese fin de semana lo extendimos desde el viernes hasta el lunes, y la gente se alarmó porque no sabía que nos había sucedido. Mi madre fue adonde mi jefe, el dueño de la Mueblería Santa Rosa, Pedro Pichardo, a pedirle su asistencia y él le dijo que casualmente por esos lugares se habían ahogado dos jóvenes. ¡Tremendo Caso!
Bajábamos de la loma y en Tenares nos encontramos a Francisco Almanzar que iba en su motor modelo 70 a buscarnos más allá de Loma Azul y los Cacaos.
La progenitora de Luis Bautista, Julia, era madre soltera e impedida de un pie pero ella lavaba y planchaba para ganarse los centavos con el fin de educar a sus hijos y procurarle el sustento ¡Que ejemplo de mujer! Ella que rara veces salía de su casa era la mejor informada de cuanto ocurría hasta más allá de los limites del barrio Santa Ana. Los jóvenes la adorábamos por su modo amable de ser.
Luis Bautista era muy enamorado, prácticamente un don Juan, no tenía complejo de prieto y recuerdo que una mujer celosa le cortó la cara a su esposa una hermosa mujer de pelo negro y largo, fue una tragedia que tal cosa pasara, siempre la vi como una persona muy pausada y de poco hablar.
Éramos jóvenes cultos a fuerza de leer las apasionadas narrativas de Gabriel García Márquez y las estampas revolucionarias del Che Guevara, mientras el doctor Balaguer nos hacía crecer el odio a la miseria, a la opresión y a los asesinatos de inocentes idealistas. Terminamos convencidos de que Balaguer era un “asesino en el poder”. ¿Cómo fue posible que tanta gente lo olvidara?
A pesar de los años que no veía a Luis Bautista, su muerte de manera trágica fue impactante para mi y mi familia inmediata. La razón de su muerte Luis Bautista se la llevó a la tumba, eso creo, pero las circunstancias indican que fue un crimen pasional, posiblemente ella le disparó a él y luego se mató o viceversa, no sé si se investigó otra cosa al respecto, pero nunca leí en la prensa nada al respecto. La gente siempre me dijo que permanece en el país yo hubiese sido un senador como Luis, pero uno nunca sabe la vida la aguarda.
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