Miguel
Espaillat Grullón
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El Central Romana Corporation fue
fundado en el año 1912, luego, en el 1914 esta compañía construyó un ingenio en
la Romana convirtiéndose en la primera gran industria de la producción de
azúcar en la región del Caribe. Posteriormente, se levantaron otros
ingenios en diferentes puntos del país, pero a mediados del año 1947, Trujillo,
decide incorporarse al negocio de producción y comercialización del azúcar,
llegando a poseer 12 ingenios, los que en conjunto con los ya existentes,
vinieron a constituir el sector más poderoso de la economía nacional. Fue
este sector, el que a la vez, a partir de 1914, inició la traída forzosa de
paupérrimos haitianos al país para el corte de la caña, pagándoles salarios de
hambre y dispensándoles modos de vida no muy alejados de la esclavitud, con la
agravante, de que una vez terminadas las zafras, los miles de braceros
utilizados en aquellas duras jornadas, no eran devueltos a su país de origen
tal como establecían los términos contractuales, cosa que no hacían, para
ahorrarse el dinero a gastar en esas repatriaciones y la consiguiente
reimportación para nuevas zafras.
Lo dominicanos que desconocen
los miles de haitianos que trajo Trujillo a sus 12 ingenios, y que no
repatriaba, lo tratan de gran nacionalista, que
dicho sea de paso, aclaramos, que el
suyo era un "nacionalismo raro", porque masacraba a sus
connacionales, a la vez que era un vulgar ladrón del patrimonio nacional.
Semejante historia de patriotismo contradictorio tiene Joaquín Balaguer, quien
fue un racista patológico, orgulloso de sus orígenes blanco, quien además,
llenó el país de haitianos permitiendo el trasiego de miles de ellos, para que
fueran esclavizados en todos los ingenios del país, en lo que también,
terminada la zafra, los dueños de estos ingenios, tampoco hacían las
repatriaciones de lugar, sino, que negociaban el envío de estos braceros
a las fincas de poderosos políticos y militares, quienes se lucraban hasta más
no poder de esta obra de mano semi-esclava.
Con sus variantes, la que
precede es la misma historia en todos los gobiernos que hemos tenido, en los
que hasta se han dado casos pintorescos, como el protagonizado por Milton Ray
Guevara, quien durante el gobierno del Presidente Guzmán se agenció unos buenos
miles de dólares trayendo 29 mil haitianos al país, los cuales, tampoco no
repatrió, pero que 35 años después, en el 2013, en el gobierno del nuevo
ínclito perínclito Leonel Fernández, siendo el aludido Ray Guevara presidente
del mal llamado Tribunal Constitucional, emitió una Sentencia
anticonstitucional, desnacionalizando a más 250 mil dominicanos descendientes
de aquellos haitianos que comenzaron a llegar al país antes del 1924, a sea,
esta Sentencia se dio contra gente que tiene sus raíces en cerca de 100 años de
historia, por lo que sus descendientes, tienen derecho a su ciudadanía por el
Jus soli.
De las tantas trágicas
historias que se han dado en esta emigración forzada, leamos la saga familiar
de los Mego Pierre, que a su vez, es casi la misma historia de todos los
braceros haitianos.
Los Mego Pierre
Se cuenta, que en el 1930, cuando el
primer ancestro de los Mego Pierre en la República Dominicana, llegó a este
país procedente de Haití, este tenida 19 años de edad. Por comunicación
oral, a grandes rasgos, ha llegado hasta nuestros días la historia familiar de
esta familia, la cual es la siguiente:
Un jueves en la tarde del año
1930, apresaron arbitrariamente a Joseph Mego Pierre y lo montaron en un camión
grandísimo con el que lo trasladaron de Merebalais al ingenio Santa Fe en San
Pedro de Macorís. Aquel viaje fue algo terrible, para Joseph y las 40
personas que lo acompañaban. Después de tres infernales días de viaje,
llegaron a aquel ingenio comenzando la noche. En un momento de ese viaje,
Joseph pensó, que por el calor del intenso sol que recibía en la parte trasera
de aquel camión y por hambre y sed, él iba a morir. En ese transporte,
todos iban apretujados, parados y recostados unos de otros porque no había
espacio para tenderse. Muchas veces, ellos se orinaban encima, porque
estos camiones los paraban muy poco y cuando les daban de comer eran panes
untados de manteca, y de beber, agua de cualquier charco. Los guardias
que los custodiaban estaban bien armados, y a los que protestaban, que se
mostraban rebeldes, les daban empujones, amagos de culatazos y patadas y con
miradas diabólicas, les proferían amenazas verbales de muerte.
Cuando Joseph llegó a aquel
lugar, en el que nunca había estado, ni pensaba conocer, sintió que moría,
tanto por los dolores y malestares que sentía en su cuerpo, como por la
tristeza que le producía el que no pudo despedirse de su familia, la que sabrá
Dios, cuando volvería a verla y porque además, estaba en un lugar que le era
ajeno, y porque no sabía cuándo volvería a su tierra.
Su primera noche en aquel
lugar fue infernal. Le dieron por vivienda un lugar, que después supo,
que los dominicanos le llaman barracas. Aquello era una suma de casuchas
estrechísimas hechas con tablas viejas y con piso de tierra. Para todos
los residentes de esa barraca, había una letrina en la parte atrás del patio,
no había luz y el agua se conseguía en una charca algo distante. La cama
era una barbacoa. Todo olía muy mal, había muchos mosquitos y hacía un calor
asfixiante.
El dolor del cuerpo, el hambre, la
tristeza que sentía, el calor agobiante, mas los mosquitos y la fiebre que
tenía no lo dejaron dormir en esa primera noche. En un momento, deprimido
e impotente, se puso a llorar. Aún el sol no salía, cuando unos guardias
los hicieron levantar y sin dejarlos lavar siquiera la boca, pusieron en fila a
todos los que habían llegado de ese largo viaje. A cada uno se les
entregó un machete, les dieron un desayuno de plátano con arenque y luego los
llevaron a un campo a cortar caña.
Ninguno de este nuevo grupo
había cortado caña. Joseph apenas era un aprendiz de carpintero de
viviendas humildes como las que se hacen en Haití. Cuando estuvo cortando
la caña con un guardia atrás dispuesto a matarlo, pese a la fiebre que tenia,
se fajó a cortar la caña con las instrucciones de alguien que sabia y que
también hacia de capataz. Este capataz tenía una cara dura, llevaba un
revolver y un látigo, para el animal que montaba, pero luego, Joseph se dio
cuenta que lo usaba contra cualquiera de ellos.
Cuando el sol comenzó a subir,
aquello se tornó en un infierno. La temperatura llegaba a casi cien
grados. El sudor salía del cuerpo de Joseph como si fuera una llave de
agua abierta. La fiebre le seguía, y sus manos estaban llenas de
ampollas. Para resistir y proteger sus manos, se quitó la camisa con la
que envolvió el mango del machete. A medida que avanzaba el día, el sol
quemaba más y más su espalda ahora desnuda. Sin camisa, con hambre y sed
mas el calor agobiante y la fiebre, el malestar que sentía era tan grande que
pensaba, iba a morir. Pero además, en su cuerpo le caía unas pelusas que
picaba como el diablo, que provenía de un bejuco que se enreda en la caña, que
los dominicanos le llaman fogaraté. Pero tenía que seguir, porque sino
los guardias le caían encima. Al ponerse el sol, volvieron a la barraca.
Joseph estaba muerto de cansancio. Su cuerpo hervía por todo el sol que
había cogido y por todo el picor que le provocaba el fogaraté.
Pasados unos días, vino un
obrero dominicano con una carreta de bueyes a llevarse la caña que Joseph y sus
compañeros habían cortado. Se llenaron cuatro carretas con su caña.
Uno de sus compañeros le dijo que eso podía pesar unas ocho toneladas, pero que
ellos solo le reportarían cinco, para robarse tres, porque el peso estaba
arreglado para ese robo. Pero la sorpresa de Joseph fue mayor, cuando le
dijeron que no le pagarían en efectivo, sino en vales, para que comprara la
comida que necesitaba en una pulpería del capataz o de los dueños del
ingenio. En estas lides tuvo otra sorpresa, cuando se dio cuenta, que
también en la pulpería le volvían robar con los precios alterados y el peso
arreglado, y si quería dinero en efectivo, solo lo obtenía vendiendo su vale
por la mitad de su valor.
En esta situación, ya Joseph
tenía casi tres años en lo que había aprendido algo de español. Nunca más
había sabido de su familia, por lo que volver a su tierra, para verla, era su
mayor deseo. Tenía esperanza de ello, porque le habían dicho, que cuando
terminara la zafra los repatriarían. Pasaron tres zafras y esa
repatriación nunca se dio, mejor se lo llevaron forzados a unas finca de unos
generales, unas veces a sembrar arroz o a recolectar café y otras veces a
fincas cacao o de ganado. A estos traqueteos, Joseph no podía negarse,
porque podían hasta matarlo. Varios de sus compañeros habían sido
asesinados por poner resistencia a estas arbitrarias disposiciones.
Resignado a su suerte, Joseph
se compró un solar por 20 pesos y como era carpintero construyó una choza y se
buscó una mujer. En el año 1937, cuando la matanza de haitianos ordenada
por el sátrapa Trujillo, ya Joseph tenía dos hijos varones, uno de más de tres
años y el otro de casi dos. Aquella matanza lo llenó de horror y de
miedo, temiendo por la vida de su familia y la de todos los haitianos
incluyendo la de él.
Pasada esa despiadada etapa,
la vida de Joseph siguió desenvolviéndose como cortador de caña. En el
1954, a los 43 años de edad Joseph murió, víctima de la malaria, el paludismo y
su dura vida. Le sobrevivieron su mujer y cinco hijos (tres varones de 20, 18,
y 16 años respectivamente y dos hembras, una de 14 y la otra de 12 años.
Esta gente siguió su vida de batey. Los varones y sus descendientes nunca
tuvieron opción a otra vida que no fuera la de cortar caña en las mismas
condiciones que le tocaron sucesivamente a sus ancestros, generación tras
generación.
La cuestión es, que cuando en
el año 2013, el Tribunal Constitucional evacuó la Sentencia 168/13, los
descendientes directos del primer Mego Pierre, que fue traído forzosamente de
Haití, están por el orden de 150 personas entre hembras y varones a los que les
toca la nacionalidad dominicana por aquello del Jus Solis vigente en nuestra
Constitución antes del 2010. Por esta misma razón y condición existen
unos 250 mil dominicos-haitianos a los que hoy se quiere negar su existencia
como seres humanos.
Para los fines de esta
reflexión, ha de recordarse, que el azúcar fue por un tiempo largo el principal
renglón de nuestra economía y que los entes fundamentales de esa generación de
riquezas y de millonarios, fueron los pioneros braceros haitianos y sus
descendientes. Pero sucede, que debido al cierre paulatino de los
ingenios a partir de la década del 70, toda esta gente se quedó sin trabajo, y
como no somos un país industrial, toda esa mano de obra que quedó ociosa, ha
venido a ser una pesada carga social, que se ha querido resolver mediante una
aberración jurídica. Al efecto, se evacuó la Sentencia 168/13 que
desnacionaliza a esos más de 250 dominicanos de ascendencia haitiana, con la
finalidad primaria de excluirlo del padrón electoral, porque el voto de ellos,
nunca ha sido para el Partido del actual gobierno, con lo que también buscan
mandar para Haití a gran número de ellos, para resolver el problema del
desempleo aludido provocado por el cierre de los ingenios. También, con
esta Sentencia, Leonel y su equipo buscaban crearle problemas al Gobierno que
le sustituyera, para capitalizar el desastre generado, a fines de futuros
planes políticos, cosa que hemos visto, han logrado con creces, pero que por
muchas razones que ellos no calcularon, le ha salido el tiro por la culata.
Como hemos visto, la situación
la han complicado, la gente del gobierno a tal punto, que una mayoría
significativa que no entiende de los complejos asuntos jurídicos del menester
migratorio, se han confundido y polarizado de modo que la mayoría de gente sin
luz no quiere comprender o aceptar que todas las personalidades que se están
tachando injustamente de traidores a la patria, porque han rechazado la
Sentencia 168/13, la impugnan, sobre la base de amplios conocimientos jurídicos
e históricos, con la agravante, de que pese a que todos ellos e incluyéndome a
mí, estamos de acuerdo con la Regularización, cosa que se ha dicho una y otra
vez, pese a ello, los llamados "patriotas y nacionalistas", siguen
con la cantaleta de tildar de traidores a la patria a quienes disienten de
ellos respecto a la imprudente e inhuma sentencia.
Para ver si esta vez nos
entienden, voy a repetir de una manera más grafica los criterios que tenemos
sobre las contradicciones que han surgido en torno al asunto migratorio,
inmigratorio, nacionalización, desnacionalización y Regulación.
Si señores "patriotas
dominicanos", estamos totalmente de acuerdo con el Plan de Regulación,
nuestra nación no puede seguir permitiendo que millares de haitianos o de otras
nacionalidades, sigan ocupando o invadiendo de manera pacífica, o con tratas
como tradicionalmente lo han venido haciendo la guardia y civiles a cargo del
cuidado de la frontera en confabulación con empresarios agrícolas y de la
construcción del mismo gobierno.
La excesiva inmigración que nos está
afectando hay que ponerle fin de una vez y por todas, y además, tomar las
medidas de lugar para que no siga repitiéndose este fenómeno de consecuencias
tan graves y bochornosas. Pero, "señores patriotas
dominicanos", no estamos de acuerdo con la injusticia, de que a más 250
mil dominicanos de ascendencia haitiana, que tienen sus raíces en esta tierra
en cien años de historia, que han trabajo hasta por 50 años cortando caña en
las más deplorables condiciones de vida y de trabajo, ahora a todos los quieran
mandar para Haití, porque lo consideren una carga social, argumentando
sofismas, leyes aberrantes elaboradas por políticos a quienes la palabra
perverso les está quedando corta.
! Despertemos!, pues la
ignorancia conlleva a que seamos víctimas de nosotros mismos y de los corruptos
que nos desgobiernan.
Espero que esta vez, sí me hayan
comprendido. ! Por Dios, seamos justos!
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jueves, 2 de julio de 2015
La tragedia existencial de los dominico-haitianos y de los demás dominicanos
La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile
Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...
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