Eramis Cruz
Que la poeta canadiense Rupi Kaur, como una usuaria de
las páginas sociales, en este caso Instagram, confrontara dificultades por
publicar una foto suya consistente en una mancha de sangre entre sus nalgas
causada por su menstruación, es simplemente inmaduro y fuera de la época. Para
mí no tiene nada de indecente o inapropiado. Pero como ella lo explica, vivimos
en una sociedad hipócrita, que permite lo peor por un lado, y rechaza lo que
debe ser natural por el otro.
La mitad de los habitantes de esta tierra son mujeres,
y muchas de estas son forzadas a mantenerse prisionera de su propio cuerpo y de
actividades físicas que son naturales del ser humano, además de necesarias para
la vida. La discreción impuesta de la menstruación puede parecer simple frente
a los tabúes, inclusive legales, impuestos en el Medio Oriente, África y otros
países, que no son solos físicos si no emocionales y limitantes de la libertada
natural de la persona.
El tema es bastante conocido entre la gente de hoy,
pero hace falta una actitud de aceptación del público, las empresas y las
autoridades. Me refiero al hecho de que parezca algo de la luna que una madre
alimente a su bebé de su pecho en el tren subterráneo o en un autobús público.
Lo mismo que una mujer se quite su blusa exponiendo sus senos para combatir el
calor o por sentirse más cómoda en una avenida de Nueva York en el mes de Julio
o Agosto, inclusive en esta ciudad eso es legal, pero hace poco el Departamento
de Policía tuvo que advertir a sus miembros de no tomar represalia contra las
féminas que esto hicieren, no por defenderlas sino para evitar las demandas
judiciales.
Cuando yo era niño estas cosas eran normales, igual
que encontrarnos con los lienzos manchados de sangre. Había ignorancia
entonces, pero no se daba la represalia en la medida que con que se hace ahora,
cuando hay tanta pornografía y sadismo en los medios.
Mirar la parte intima de las mujeres, con pantis o sin
ellos era cosa muy común. Lo cierto es que la morbosidad de estos tiempos es
enfermiza mientras la pornografía es aceptada y promovida por una industria
billonaria y por otros que indirectamente se benefician de la explotación
sexual de la mujer.
Recuerdo que en mi comunidad era común entre hombres y
jóvenes ir la charca del río a disfrutar un baño, todo el mundo completamente
desnudo, inclusive el jabón era compartido, mientras que en otra parte del
mismo río se bañaban las mujeres y nadie hacía alusión a ellas, ni se pensaba
en falta de respeto a la intimidad.
Mientras en los Estados Unidos se ha legislado para
que se pague a las mujeres igual que a los hombres por igual trabajo, muchos
países del mundo aún explotan a las mujeres sin contemplación de leyes ni
reglamentos solamente porque no son machos, a pesar de que son muchas.
Hago sobresaltar que trabajé con una mujer como mi su previsora
inmediata durante 17 años, inclusive unas cuantas otras mujeres en las
posiciones más altas del departamento, pero nunca ninguna de estas mujeres hizo
una mueca que mostrara que estaba en esos días, a veces cruciales por lo fuerte
que pueden ser los síntomas.
La menstruación de una mujer debe ser tan natural para
todos como un estornudo durante la misa en una iglesia, de igual manera una
mancha de sangre menstrual sobre la cama o los atuendos de vestir. Cosa como
esa podría sucederle a una congresista o senadora en el mismo congreso o el
senado y podría ser notado por las cámaras de televisión. ¿Por qué habría que
escandalizarse? Por qué tanta ingenuidad e ignorancia en una sociedad que hace
tiempo llegó a luna? Sabemos que esto no es tan inocente como parece, sino que
son patrones propios de una sociedad que aun explota y oprime al ser humano.
Estos son algo más que tabúes que debemos superar para
siempre.