sábado, 6 de noviembre de 2010

Ramona de la Sabana


Eramis Cruz

6 de Noviembre, 2009

Ramona nació en una media isla convulsionada por conflictos bélicos provocados por patriotas generales analfabetos e intelectuales ambiciosos de poder. La casa paterna compartía un camino que hacia el norte conducía a un cabaret y hacia el sur a una iglesia. El domingo por la mañana los fieles se dirigían hacia el templo a orar para que Dios evitara la próxima revuelta popular y por el perdón de los pecados de los inocentes. El resto de la semana las prostitutas invadían el cabaret en espera de los adúlteros a quienes les daba un comino si el fin del mundo era en unos días. Desde la calle se podía ver el interior del local iluminado y oírse bachatas y boleros en la vellonera.

En el tiempo de Ramona los años eran largos con exageración, pero pasaban de diez en diez con una rapidez increíble. La gente se acostumbró a medir el tiempo por los grandes acontecimientos, con frecuencia tragedias sufridas en carne viva, naturales o humanas. La alegría del pueblo no era del pueblo sino la alegría por el triunfo de un influyente desconocido, o por el aniversario de un Santo que hacía mucho vivía en el cielo, libre del infierno. El Cura portaba un arma debajo de la sotana, confía en el señor pero desconfía del poder oficial. Por su boca salía un rosario de insultos a los pecadores, machos con bigotes y hembras exuberantes de pechos y caderas que violaban los preceptos del señor en cambio de algún placer humano que contradecía las imágenes humilladas o reverentes de las estatuas de la iglesia. Ramona no sabe de diezmo pero con lo poco que aporta contribuía una cuantía.

Tenía catorce años la noche que se fue con un hombre mayor que ella. Era una noche en la que la luna conspiraba contra la sombra, dificultando el escape. Fue así que dejó al diablo las críticas de las viejas, la santería y las aburridas pitonisas de la Sabana. Se fue en busca de algo mejor tratando de encontrar sentido a su existencia. A temprana edad quedó convencida de que su país era muy pequeño para encontrar algo diferente tan sólo cambiando de lugar o de hombre reservado para mujeres tolerantes de la injusticia o la violencia familiar. A Ramona no le podían venir con cuentos de camino, con ella había que llevar las cuentas claras o se terminaba el contrato sin medir las consecuencias. Ese temperamento era un distintivo proveniente de su linaje.

La gente la cree blanca y distanciada de los haitianos, pero a Ramona eso no le importa en absoluto, dice que la sangre es roja, no azul, que lo que vale es el interior del humano, lo que se lleva en el alma. Tiene una hermana negrita y un hermano de ojos azules, y un cordón de sobrinos multicolores y esquivos. La familia de Ramona sufre de sordera congénita cuanto se trata de epítetos y estereotipos, tal vez porque resultan más víctimas que victimarios.

Después de la ruina de su marido, ella se quedó viviendo en una casa de un dormitorio que compartía con sus hijos. Estaba entonces llena de vida, repleta de hermosura, era una mujer irresistible que relucía con su caminar y deslumbraba con su reír. Nadie recuerda haberla visto llorar al menos que no fuera en velorios, no necesariamente de parientes. En adelante se ganaría la vida lavando y planchando las ropas de los uniformados, tenía que ganarse el pan nuestro de cada día.

Era muy buena hablando con los mudos, usaba un vocabulario aprendido de manera natural, se notaba la dinámica manera de comunicarse con ellos porque estos siempre se notaban excitados y alegres en medio de la conversación de señales y movimientos de manos. Era lo mismo cuando hablaba a los niños o jugueteaba con ellos. El niño que acostaba sobre sus piernas reía de manera desaforada entre gritos y cosquilleos y un contacto directo a las pupilas del infante.

En el barrio todo el mundo la conocía, y ella no sólo conocía a las personas sino también a sus descendientes con sus historias y sus dramas. Pichiro y su esposa Disco, venían con su hija Minita y disfrutaban conversando con ella en el frente de la casa de Maruca, una temática cotidiana que parecía más bien una manera para lidiar con el calor de la noche o el aburrimiento después de los afanes de un largo día. La tertulia se encandecía cuando se les unían las vecinas Salomé y la Canga. Ramona no fumaba pero no le molestaba el cachimbo de Maruca ni la pipa de Eudocia.

Después que terminó la dictadura y luego que pasara la revolución, Ramona lamentaba ante los vecinos del nuevo barrio los jóvenes que mataron por razón de sus ideas. En medio de la miseria, sabía mantener la esperanza y la fe en un mañana mejor. Sus risas eran como explosiones, carcajadas repletas de vida. Ahora sus vecinos tienen nombres y apodos, son hombres y mujeres, y ella sabe sufrir con ellos. Ella sabe reír y hace reír para olvidar las penas y disfrutar la vida. No tiene tiempo para lamentos. Es devota de muchos santos pero no es rigurosa ni dogmatica ni se cree destinada para lo extraordinario.

Sabe aplicar porciones de aceite de coco para limpiar el estomago, y múltiples hojas para declarar la guerra a los parásitos. Sabía aconsejar a los pálidos para que se inyectaran vitaminas y a los padres para que dieran leche a los niños de parpados descoloridos. Gusta de curanderas pero no descarta los médicos.

Su familia tiene fama de ser gente valiente, pero ella evita la violencia, a pesar de estar segura de que quien le busca la encuentra. El día que levantó su nueva casa en su nuevo barrio, sintió que finalmente tenía algo propio, después de tantos años, criando muchachos, los suyos y los ajenos, porque en su barrio, todos pertenecen a la misma familia. No se guardan secretos y comparten lo poco que tienen y sus aspiraciones a lo que no tienen, sólo porque así lo quiso Dios, que todo lo puede y sin su poder nada sucede, como decía Ramona cada vez que oía una queja o un desconsuelo. Ella no acepta la impotencia ni claudica a los combates del infortunio.

Algunos recuerdan el día que la vieron pasar, lleva el niño sostenido con su brazo derecho contra su pecho, en la otra mano sostiene una sombrilla negra que se rebela contra el viento y la lluvia intensa, el hospital está al otro lado del pueblo, pero ella sabe que paso a paso se transcurre un gran trecho. Llegará a tiempo para bajar la fiebre del niño que lleva titiritando de frio por la calentura, Ramona sabe cuándo es tiempo para evitar las complicaciones del cuerpo y del Alma.

En la casa de Ramona hay dos ventanas y una silla en la sala, una mesa sin manteles y una vitrina descolorida. El patio está decorado con flores y algunas plantas curativas. A Ramona no le falta nada, si algo falta, le falta a los suyos, a ella le basta la fe en Dios, que todo lo puede y de quien depende “un mejor mañana”. Los días de Ramona son como su reír, iluminados y con matices de la eternidad.

Con el devenir del tiempo terminó usando espejuelos y haciendo el papel de abuela, modificando faldas anchas para convertirlas en blusas gracias a su fina destreza usando la tijera y la aguja. La Sabana ahora es un pueblo y para Ramona Nueva York esta al cruzar la esquina. Carga con ella una biblioteca ambulante y un corazón que descuida. El último día de su vida fue un noviembre, entrando en su casa, ese nido de recuerdo que con empeño levantó como un símbolo de su esfuerzo porque no se debe llegar a viejo y sin casa.

Ella vive en los recuerdos de los suyos que saben que sus risas fueron más abundantes que sus lágrimas. Siempre esperó un mañana mejor, aceptando con dignidad lo que el día traía consigo. Ese día en noviembre no fue el final sino el comienzo de otra manera de verla y valorarla a través de un camino largo que vino tomando la forma de un río que nunca termina de dar agua a la vida.

La casa de Ramona sigue ahí, como esperando su llagada, pero luego que uno cruza la puerta, descubre que no se fue, hay todo un montón de risas disfrazando de colores el aire. Uno en verdad no se muere mientras cuente con alguien que le recuerde, la vida es simplemente eso, una sabana grande con una mujer que la decora de flores y luces celestiales, satisfecha por haber sido un eslabón de acero para el devenir de su pueblo.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...