Eramis Cruz
Tuve la suerte de vivir en el campo con mis padres, a unas cinco cuadras de calle del mar, sé lo placentero que es oír el oleaje suave de la mañana y ver el sol subir con su morfología esférica, entonces de vez en cuando darse un baño completamente desnudo en sus aguas tibias, como acariciándote la piel.
Luego nos mudamos con él a las montañas, allí completamos otro ciclo de vida en contacto con la naturaleza y sin otro atuendo que la inocencia.
Fue una niñez de ciertas carencias urbanas, pero de sana compañía entre gente que lo compartía todo, incluyendo la alegría y la tristeza. En ese tiempo la muerte de un pariente no te dejaba en la ruina ni el pregonar de un nacimiento era motivo para gastos excesivos.
Todo eso pasó a ser memoria cuando regresamos al asfalto y al relajo de las piedras cayendo sobre los tejados cuando se producían los cortes de electricidad (se fue la luz). Uno tenía que dejar la clase escolar e irse a casa y luego en la mañana regresar al taller de ebanistería donde el dueño te explotaba a cambio de un oficio sin garantía ante un futuro que apresuradamente se nos venía encima.
Fue exactamente aquí que nos cayó, como una maldición, los 12 años y más de la dictadura de Joaquín Balaguer. A esto se le llama sobrevivencia, un proceso complejo que implica la ejecución de una serie de artimañas para torcer calles y enderezar esquinas. En literatura lo definen como “atar los cabos sueltos” o una manera de negociar los vericuetos.
Uno no se da cuenta sino con el transcurrir del tiempo, y un día razona que si puede hacer algo más que el intento. Crecemos, y casi hasta morimos para vencer la cultura del fracaso, del dicho y el capricho. Bajo tal presunción de que nadie servirá para nada. Son capaces de tal uso y abuso que hasta se atreven a demostrarlo científicamente. El único que terminará frustrado será aquel que pierda de vista que la vida es un poema de versos construidos de antemano, un teatro y nosotros somos los espectadores, como dijera Shakespeare. Pero un día te das cuenta que las cuentas no son de tal compromiso, te despabilas y mandas a todos al carajo.
¡Comprobado! Un milagro de los alquimistas (Paulo Coelho), los que luego aparecen pregonando por las praderas, enseñando en las escuelas, inventando antídotos para las secuelas de los inconvenientes que inducen a muchos a nadar contra la corriente.
Eramis Cruz, es charlista, promotor social, editor y escritor dominicano que reside en los Estados Unidos desde 1978. Ha publicado seis obras literarias y múltiples artículos en periódicos y revistas, ha impartido clase de computadoras para la comunidad y fue secretarios general del Instituto Duartiano de los Estados Unidos. Ha ejercido diferentes funciones institucionales y trabajó como asistente de viviendas para la Ciudad de Nueva York. Actualmente está retirado del servicio público, aunque trabaja independiente como administrador de la Editorial Pie de Amigo. Actualmente es secretario general de la Asociación de Dominicanos de New London, Inc., Connecticut.
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