Eramis Cruz
La condena del hombre no sucede al tocarle la puerta a San Pedro, no es a su llegada con esa cara de confusión. Sucede aquí en esta tierra, en este lugar de montañas agrestes, en el que muchos no sólo se creen salvos, sino que se han dedicados a salvar a otros disque tomando al hijo de Dios como su ejemplo. Pero en el fondo son enemigos de la verdad, no mueren por ella ni mueren por nadie. Al contrario, se pasan el tiempo lavando cerebros para el diablo. Viviendo con las mismas vanidades y expresando las mismas reacciones ante la miseria humana.
Para ellos la miseria es eterna y el mundo no tiene solución, de modo que los problemas los resuelvan otros, mientras ellos disfrutan de los que Dios les puede ofrecer como una recompensa por su fe. Por eso nadie nota la diferencia entre los unos y los otros. Con la excusa de no hacer nada, no van con nadie, sólo con Dios. Son los mentirosos que hablan lenguas muertas, pero no pueden enseñarlas en una universidad.
En nombre de Dios se puede mentir de tantas maneras, saben que Dios no habla con pecadores, ni siquiera habla con el papa ni con esos ricos pastores. Políticamente se dedican a la piedad y al pedir perdón y a predicar la ética del humilde domesticado para ser esclavo.
En las páginas sociales se publican listas de los pastores más ricos y las iglesias con más recursos, una contradicción a lo que dijo Jesús “que el hijo del hombre no tenía dónde descansar su cabeza”. Restan los que afirman que “religiones no salvan a nadie”, sin embargo son las religiones las que hacen posible el mantenimiento de la fe teológica siglos tras siglos.
Por todo este sinsentido la gente se toma la fe como un folclore, un carnaval, o un entretenimiento. Una manera de expiar las culpas del mal vivir, o de un reencuentro con su propia conciencia. Los absurdos no desaparecen porque sirven para controlar a las mazas desposeídas de la riqueza y del poder.
Donde podrán la cara a la hora de rendir cuentas con respectos a sus hijos, dirán que estaban en los altares mientras sus proles se corrompían sin pena ni gloria, mientras se perdían en el desierto de la vergüenza por la depravación sexual y el abuso de lo prohibido por las leyes humanas y divinas.
Hoy el mundo se encuentra afrontando los riesgos de una guerra nuclear, por primera vez en la historia y qué están haciendo las religiones para resolver el conflicto, nada de nada, protegiendo sus intereses, mientras los humildes tienen que sufrir las consecuencias, ¿pero cuando fue esa actitud diferente? ¿Alguien puede negar que las religiones siempre estuvieron mejor preparadas para la guerra que para la paz?
Lo que sucede es que antes usaban las armas (los Templarios), luego se valieron de las ideologías (la monarquías) y ahora usan la indiferencia (el neoliberalismo). Todo el mundo está absorbiendo un capitalismo de la sobreabundancia mientras la desigualdad es cada vez más desproporcionada. De modo que si el confesionario no funciona, se hará un imperante salir de las cómodas guaridas y aceptar responsabilidades frente al futuro de la humanidad, para acortar distancia con el Todopoderoso.
Eramis Cruz, es charlista, promotor social, editor y escritor dominicano que reside en los Estados Unidos desde 1978. Ha publicado cinco obras literarias y múltiples artículos en periódicos y revistas, ha impartido clase de computadoras para la comunidad y fue secretarios general del Instituto Duartiano de los Estados Unidos. Ha ejercido diferentes funciones institucionales y trabajó como asistente de viviendas para la Ciudad de Nueva York. Actualmente está retirado del servicio público, aunque trabaja independiente como administrador de la Editorial Pie de Amigo. Actualmente es secretario general de la Asociación de Dominicanos de New London, Inc., Connecticut.
eramiscruz@gmail.com
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