Eramis Cruz
Estamos acostumbrados a aplicar cura a las enfermedades en vez de prevenirlas que provee mayores beneficios y más alta calidad de vida. La vida no es un juego en que se gana o se pierde, pero cuando se pierde hay que saber hacerlo y aceptarlo porque muchas veces es la mejor manera de ganar.
A nadie le gusta perder, la derrota suele dejar un trago amargo, especialmente cuando el titular se creía ser un ganador irrefutable. El impacto de perder depende de lo que está en juego en cualquier proceso competitivo o electivo, sin embargo, es cierto que el ser humano tiende a obsesionarse con el ejercicio del poder.
Los malos perdedores son una perturbación para el proceso democrático. Nos referimos específicamente a los casos en los que la minoría, usando los recurso que proporciona el ejercicio del poder, pretende usar la fuerza para prolongar su dominio. Pasa en la cúspide de la sociedad del mismo modo que sucede en las organizaciones de la ciudadanía.
El funcionamiento democrático en las organizaciones de base de las comunidades, como las cooperativas, clubes culturales y deportivos, partidos políticos, juntas de vecinos, sindicatos y grupos religiosos, son un medio de un alto valor para que la ciudadanía conozca y viva la práctica de la participación colectiva, o para decirlo más claro, la igualdad de oportunidades para todos.
En las organizaciones de base, como las antes mencionadas, en un certamen electoral no se gana ni se pierde, ese no es el tema ni el propósito, y tomarlo de otra manera es una falta a la razón de ser de una institución que así lo contemple en sus principios, reglamentos o estatus.
La celebración de elecciones cada periodo de tiempo tiene como finalidad garantizar el fortalecimiento de la organización y ofrecer a todos los miembros la oportunidad de servir. Es un derecho que está garantizado por las reglas de las instituciones de membresía. En el caso de las cooperativas y las organizaciones sindicales, estos aspectos funcionales y estructurales son parte de las leyes del país como es el caso del Código de Trabajo con respecto a los sindicatos y de las leyes cooperativas aplicadas a las diferentes instituciones bajo su amparo.
En los que respecta a Estados Unidos, estas instituciones pueden variar, pues en esta nación es más común que se constituyan corporaciones llamada sin fines de lucro o “Not-for-Profit”. Estas Corporaciones se rigen por un consejo de directores (The Executive Board) compuesto por un mínimo de tres personas, aunque puede tener más. También cuentan con sus Estatus o “Bylaws”, difieren en su funcionamiento en muchos aspectos porque el Estado impone ciertas condiciones o restricciones.
Existen muchas organizaciones, instituidas por quienes procedemos de América Latina, que funcionan con dualidad, otras no están reconocidas legalmente. Estas últimas logran existir valiéndose de otras organizaciones reconocidas, como si fueran un cordón umbilical o un puente para captar recursos.
Es notable que los líderes de organizaciones de base cada vez cuentan con menos medios o recursos para la capacitación y esto se debe a que cada día son menos las instituciones de super estructura, al menos que estén ligadas a una maquinaria que resulte a la vez productivas para sus integrantes, como son los grandes sindicatos del transporte, sean públicos o privados.
Estamos seguros de que si una organización se rige por sus principios y hace que todo sus miembros respeten las normas establecidas, pero sobre todo, si se respeta el derecho de todos los miembros, sin establecer privilegios, pues difícilmente tendrá que lidiar con el perturbo que ocasionan los malos perdedores.
Son tantas las instituciones en nuestro entorno en la Ciudad de Nueva York y otras Ciudades de Estados Unidos con un gran flujo de migrantes hispanos, que no vale la pena hacer una lista de ellas, sino que es mejor llamar a la reflexión sobre el problema. Muchos se confunden al creer que se trata de un problema inevitable, cuando en realidad obedece a la falta de conciencia y de profesionalismo en los asuntos relacionados con el funcionamiento de las instituciones democráticas.
Para evitar el fracaso de una institución de membresía, lo más aconsejable revisar los estatus o los reglamentos y a partir de ahí también revisar críticamente su funcionamiento, replantear los métodos de trabajo y los mecanismos utilizados.
Sería saludable preguntarse: ¿Cómo se toman las decisiones y cómo se ejecutan? ¿Se hace realmente una evaluación de los eventos y actividades, de los errores o desaciertos para corregirlos? ¿Los directivos y miembros de la institución realmente participan en el proceso? ¿Existe una situación de caos debido al perturbo de las malos perdedores? Si ese es el caso, lo mejor es aplicar las reglas y asignar trabajos o tareas especificas a quienes se quejan todo el tiempo.
Eramis Cruz
Administrador de Editora Pie de Amigo (Epalibros)
Autor de varios libros
Residente de la Ciudad de Nueva York