Eramis Cruz
El museo del Instituto Duartiano exactamente en la casa donde nació el padre de la patria, Juan Pablo Duarte, es imprescindible porque los dominicanos tenemos muy mala memoria. Por esa razón se han erigido tantas estatuas y fotografías en en lugares públicos y en todas las oficinas del Estado. A tal punto que podemos admitir que ha sido asimilado, asumido por el Estado como escapulario para que nos libre de nuestros propios males. Pero mientras el Estado Dominicano permita y fomente la corrupción en perjuicio del pueblo, especialmente lo más vulnerables, no puede ser considerado consecuente con el pensamiento duartiano.
Juan Pablo Duarte fue un gran político, el general militar y el pensador más honesto de nuestro país. La República Duartiana será la república de los dominicanos, no de la oligarquía económica que desde 1844 ha tenido secuestra la nación. Me refiero a las distinguidas familias que siempre han decidido el quehacer político del país detrás de la cortina de Estado.
Pedro Santana forzó la modificación de la Constitución con la inclusión del Artículo 210 que le otorgó poderes ilimitados para eliminar a sus adversarios y ejercer la dictadura y lo hizo con la aprobación del clero, tal cual lo hizo Rafael Leonidas Trujillo con el llamado Concordado con el Vaticano. Si no fuera por nuestra mala memoria, tendríamos un referente con algo muy parecido que se ha hecho hoy haciendo modificar la constitución con el simple propósito de permitir la reelección presidencial, cueste lo que cueste. Cuando se trata del Cristo de la Libertad todos somos duartianos, pero cuando resalta el genio del hombre de carne y hueso que llama a demostrar una conducta recta y una actitud consecuente, entonces resultan las evasivas y las excusas de que no somos nosotros, que son los factores externos lo que influyen sobre la economía y las relaciones internacionales con las potencias mundiales.
¿De que vale el Diplomado Juan Pablo Duarte de la Cancillería para su personal en el interior y el exterior cuando el Estado no es consecuente con el Ideario duartiano? ¿Para qué los Institutos en la frontera, en el interior y ultramar? Primero tendrían que ser eliminados los sueldos de lujos, los aumentos fuera de serie, las dietas y asignaciones de vehículos a muchos funcionarios, diplomáticos, diputados y senadores, incluyendo al Tribunal Constitucional, y otras instancias jurídicas, inclusive aquellos que cobran sin trabajar, las asignaciones a supuestas corporaciones, las inversiones en apartamentos de lujo cedido a precio de vaca muerta y después tendremos la moral para hablar de Juan Pablo Duarte y su proyecto de nación.
Si me quieren decir que esto no es más que política, pues no están equivocados, Duarte no tiene otra manera de ser interpretado, sino como el político más consecuentes de la historia dominicana. Concibo que el Instituto Duartiano en el País, se ha visto en un callejón sin salida y tomado en su buena fe se ha comprometido en esta tarea, pero esa situación no es suficiente para justificar los incumplimientos constitucionales en que gobierno tras gobierno se han incurrido en el proceso históricos de la nación. Duarte no puede continuar siendo la simbología del uso del poder sino del ejercicio de la democracia real y efectiva.
Que pare la intervención extranjera patética con la presencia de compañías con intereses muy selectivos o el caso Odebrecht y el del gurú publicitario Joao Santana para desarrollar campañas electorales en el país con el fin de manipular la voluntad del Pueblo Dominicano cuando todo el mundo sabe que los millones gastados salen de los impuestos que el pueblo aporta para satisfacer la necesidades más esenciales como le establece la Constitución y las leyes.
La Junta Central Electoral y su presidente Roberto Rosario Marquez saben muy bien que las campañas electorales están regidas por las leyes, que no se pueden utilizar ni los recursos del estado, ni otras fuentes ilegítimas para financiar el esfuerzo por llegar el gobierno. Admitir ese desafuero es convertir el proceso electoral en un fraude de los partidos más poderosos contra los que no tienen recurso que no sea el legal. Que se diga que no se puede cumplir con ese requisito por razones obvias de un estado fallido, tiene lógica, pero eso no esta supuesto a ser base de cuestionamiento en la República Duartiana.
El voto es un derecho de cada dominicano, pero se le niega si no es el resultado de la libertad para ejercerlo. En un la República Duartiana, la campañas electorales a todos los niveles serán medios oportunos para educar a las masas sobre su responsabilidad política y de la importancia del crecimiento cívico para el ejercicio democrático.