Eramis Cruz
Nosotros podemos ser nuestro mejor
maestro, observando elementos y proceso de la rutina diaria. Las buenas relaciones
humanas nos facilitan la vida, aunque eso no quiere decir que tenemos que
agradar a todo el mundo. En toda comunicación hay un emisor y in receptor, el éxito
consiste en saber corresponder cuando desempeñamos ambos roles.
Pero a pesar de una buena comunicación
con quienes nos relacionamos en el entorno familiar, en el empleo o en actividades
sociales e institucionales, es imperante tomar en cuenta que todo el mundo
necesita su espacio. Esto se conoce como espacio vital y aplica también a las
parejas, a los hijos e hijas. ¿Cómo se puede vivir hostigado todo el tiempo? El
aire se contamina y se hace imposible respirar. Con frecuencia notamos a dos o más
personas de pie sosteniendo una conversación y cuando alguien se acerca
demasiado, la otra persona retrocede. Este es un indicativo de que el espacio
vital, que como un aura determina el marco de nuestro cuerpo, es indispensable
para vivir cómodamente en el entorno. Por ejemplo, en muchos hogares el cuarto
de baño es el único lugar en el que se puede estar un momento consigo mismo, y
cuando ese espacio no se respeta la persona siente como que necesita un día en
un hotel para relajarse un momento.
La saturación debida el crecimiento
poblacional en las ciudades hace difícil contar en el hogar con un lugar
apropiado para estar solo cierto tiempo, lo mismo ocurre en los lugares públicos.
Esto contribuye con el incremento del stress y otras afecciones sicológicas o
emocionales.
La otra invasión a la privacidad es
la injerencia en los objetos personales como el diario, el teléfono celular, tableta
y todas las cuentas privadas electrónicas que por descuido se dejan abiertas en
el monitor. Es innegable que en una familia existe una jerarquía, los padres,
los hijos, los abuelos, los sobrinos y los primos, pero a diferencia de varias décadas
atrás, nuevas leyes determinan algunos derechos que no toman en cuenta tal jerarquía
luego que la persona pasa de niños a adolescentes a legalmente adulta.
Tal vez lo más beneficioso para
comunicadores y receptores actuando en un entorno compartido podría ser establecer
los parámetros que determinan el espacio vital al que por derecho y sentido común
pertenece a cada persona, independientemente del tipo de relación existente. Es
importante diferenciar la invasión a la privacidad como producto circunstancial,
como el limitado número de habitaciones del hogar comparado con la composición familiar,
de aquella que se ejerce como iniciativa personal para crear un estado de
dependencia en la persona con quien convivimos. En este caso no es extraño el
conflicto de quien se siente perjudicado ni que adopte actitudes defensivas.