sábado, 30 de mayo de 2015

PLD: EL ACUERDO DEL FIN





Las relaciones de poder son relaciones de clases que se dan en toda sociedad donde existe una división social y, por consiguiente, donde se crea una relación de dominio y de subordinación (…) En el seno de una sociedad dividida en clases, el marco más amplio del ejercicio del poder político lo
constituye el Estado, y por esa razón, tanto para los revolucionarios como para los contrarrevolucionarios, el dominio y control de este instrumento se convierte en el problema político central (…) Por eso la revolución socialista, al plantearse una ruptura con toda forma de dominio y explotación, lucha también por devolverle al pueblo su derecho a la palabra”

Leonel Fernández Reyna, 1980, Revista Política: Teoría y Acción No. 2, Año 1.
   “De “la ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”, en la República Dominicana se ha hecho un negocio para provecho de unos cuantos vivos, y los responsables y beneficiarios de que así sea se presentan ante las masas e incluso en círculos internacionales como si fueran en verdad políticos y no lo que son: farsantes y maestros en el arte infame de engañar a su pueblo (…)La Política no es un negocio, pero es eso, y no otra cosa, para  un gran número de dominicanos”.
Juan Bosch, 1985.

Primero, digamos lo obvio: todo el discurso del Dr. Leonel Fernández en su alocución al país el 25 de mayo de 2015 ha quedado al desnudo en sus verdaderos propósitos y su más genuino espíritu. Más allá de las referencias a 1963, 1965, a la Patria y a la Constitución, a Juan Bosch y sus coloridas citas -incluyendo a Martí para hablar del “decoro de los hombres”-, sus palabras eran un fraude de pies a cabeza. Como lo fueron las palabras de aquel acto de abril en el Palacio de los Deportes en que negó y negó el “grupismo” como realidad en el Partido de la Liberación Dominicana.
Había que esperar que los días pasaran para ver bien este fraude, y ver hasta dónde se es capaz de hacerlo llegar.
El “acuerdo” de quince puntos celebrado ayer jueves 28 de mayo no sólo confirma que el PLD es una agrupación de facciones, sino que lo que estaba en juego para Leonel Fernández y los suyos era su cuota de poder. No un poder subjetivo, mera ambición personal o pura cuestión moral: El poder material y de clase que en una sociedad capitalista subdesarrollada significan las senadurías, diputaciones, alcaldías, regidurías. Y ser jefe.

Para Fernández en específico, el poder de ser “presidente” de la maquinaria que hace todo eso posible, sin lo cual es inviable su peso personal; perder la presidencia del partido y su cuota importante de control sobre éste, se traduciría en la inviabilidad de FUNGLODE (fundación privada

cuyos ingresos ya han mermado por la baja de las “acciones” de su creador en la bolsa de las influencias), la pérdida de blindaje judicial para él, los suyos y sus empresarios cómplices, entre las más importantes graves consecuencias. Leonel Fernández no defiende a la “Patria” ni “ama” al “partido”, ni es legatario de “1963” ni se comporta como “deudor de Juan Bosch”… Nadie negocia con lo que verdaderamente ama ni transa con aquello de lo cual se siente responsable.
Pero de todo lo que dijo Leonel Fernández, aun siendo un fraude, algo se podía rescatar: ¿qué podía tenerse en contra y porque no podría estar del todo involucrado el PLD en la organización de una gran consulta nacional, donde “el pueblo mande”, respecto a la repostulación presidencial? ¿Acaso no es la verdadera democracia su credo fundacional?

Sucede que el acuerdo viene a poner al desnudo otra cuestión escasamente comentada o discutida, porque conviene a la mentalidad de “oficialismo-“oposición”, “sistema de partidos”, “alternabilidad” y “check and balance”… pensar en aquello de la “dictadura de partido”. Se trata de la desaparición del PLD como partido político, su conversión en maquinaria electoral o fábrica de presidentes que en realidad es fábrica de acumulación originaria para los operarios visibles y fondo de inversiones del verdadero poder social: los grandes dueños de la República Dominicana. En tal sentido, el PLD es un activo, una cosa que permite obtener unos resultados y al mismo tiempo funciona como fondo de garantía, según sea el caso. 

El acuerdo, hecho público sin pudor ni reparo, pone al descubierto la participación universal de toda la dirigencia no sólo en el desmonte de su estructura, organización y doctrina desde 2001, sino también en la violación fragante de sus estatutos, lo que incluye la usurpación de funciones, el desconocimiento de organismos y la desaparición en los hechos tanto del Congreso como del Comité Central, la transformación ilegal del Comité Político en poder absoluto colegiado. Fin del aparato doctrinario-filosófico (devenido en “partido progresista”) y ético que lo sustentaba y orientaba. Fin del centralismo democrático porque no hay ninguna democracia, y fin de la unificación de criterios porque no hay nada que debatir y unificar… El PLD se parte y reparte.

No pueden hacer ni siquiera una consulta interna porque los miembros ni se conocen entre sí: lo menos es que pasaría es otra guerra de sillazos. Hoy quedan pisoteados por sus propios gestores todos aquellos conceptos de “apertura”, “democratización”, “participación”. El PLD es hoy un partido masificado y al mismo tiempo absolutamente cerrado, antidemocrático, cupular, autoritario. Y al servicio de caudillos y “corrientes”. El PLD dejó de ser partido y es hoy, de lleno, la “maquinaria electoral” que ofrecieron en 1999 y 2000 sin querer admitir que lo convertirían en otro PRD, PRI y PRSC.

Uno puede llegar sentir hasta dolor por quienes han copado todos los pasillos del palacio en que se ha convertido la figura de Leonel Fernández, y se aferraron hasta ayer, tal vez algunos hasta con sinceridad, a la idea de que estaban defendiendo el bien de la nación. Uno puede olfatear la rabia, el desconcierto, de quienes se han dedicado tres años de gobierno a sembrar y fertilizar candidaturas a regidor, alcalde, diputado, senador, halados por la popularidad de la gestión actual… y hoy se ven tratados como monedas de cambio.

El gobierno o partes importantes de éste parecen no tener grandes problemas con esto, en resumen con ser un gobierno sin partido y un partido sin gobierno; o el partido –de nuevo- como mero sostén electoral e instrumento de negociación de cuotas de poder. De hecho, se ha dicho que ahora en República Dominicana existe una “nueva mayoría política y social” que está transformando el país… curiosamente despojada de partido y militancia, mostrándose aglutinada en torno a un presidente, al gobierno, hoy como simpatizantes expresados en las encuestas, tal vez mañana como votantes. Se cree firmemente en que es posible transformar la sociedad sin organización que la transforme, sin colectividad militante que controle a gobernantes, incluso sin siquiera las dosis elementales de poder para decidir en las instancias estatales y negociando al respecto. El presidente es el proyecto, el proyecto es el presidente. Dependencia absoluta. 

La inexistencia de partido, entendido como colectividad organizada en militancia con mandato y poder sobre su gobierno, le da autonomía relativa y ha sido el gran empuje del gobierno para ser lo que en la primacía leonelista no podía ser… Y es a la vez su gran talón de Aquiles, lo que obstaculiza su capacidad de concretizar una correlación de fuerzas nueva en favor de las mayorías en el seno del Estado y por tanto convertirse en brazo ejecutivo de una real y profunda transformación social. Ahí está su profunda ambigüedad en perspectiva histórica.

Mirando para otro lado, los y las peledeístas buenos y buenas, las que no han renunciado ni renegado a su vocación más íntima, no han podido ni van a poder resolver nada. El partido PLD ha sido borrado del mapa, paso a paso, desde aquel 19 de junio de 1994 en que Bosch renunció a sus funciones ejecutivas. Nada debería escandalizarlos después que se fue capaz de subir al líder histórico a un escenario junto a Balaguer en aquel 1996, hacen ya 19 años. Está claro que lo que se presentó como paso “táctico” era un gran giro estratégico.

El problema más grande lo tiene el Pueblo dominicano: Está de nuevo de frente a las montoneras que el propio Bosch contara en “La Mañosa”. Allí los “generales” y sus tropas, haciendo “revoluciones” y complaciéndose o matándose por sus “mañas”. Ahí está de nuevo el Pueblo dominicano, sin instrumento alguno de concientización, organización y lucha para su liberación, objetivo por el cual el partido PLD fue fundado. Sin herramienta propia para resolver las contradicciones fundamentales de una sociedad espantosamente injusta.

Hoy, a los dominicanos y dominicanas, y a los que se identifican en el PLD parece que no les queda otra que volver a la época de “lo viejo” que Bosch quiso derrumbar y superar: confiar y creer en la bondad o combatir la maldad de individuos escogidos que trabajan –tal vez sí o tal vez no, ojalá- en su “servicio”. Pero sin lugar ni en decisiones ni en veedurías. Es la política del populismo, la “política chiquita” que dijo Gramsci hecha entre facciones de lo mismo, de lo popular sin Pueblo; de mesías, campañas, relatos y personal branding.

Pregunta importante para los y las progresistas: ¿Entonces se trata de la “dictadura morada” y la meta prioritaria ha de ser “sacarla”?
Ojalá la respuesta fuera tan simple, por complaciente.

La respuesta debe partir por el ejercicio de rigor y seriedad analítica, y asumir que ya no hay ni “partido” ni es “morado”. Y el paso inmediato es el siguiente: reconocer que eso mismo es el PRD, hundido en su crisis terminal porque esto mismo le empezó a ocurrir hace ya cuarenta años, y el PRM, un partido hecho de la alianza entre facciones contra otras, creado con el cemento y los ladrillos del dinero y de los proyectos individuales.
¿A quién le constan los datos de la “convención” con 300 mil votantes en el PRM? ¿Quién es aquel Luis Abinader y con qué “fuerzas” decidió en 2012 que su próximo paso es ser presidente? ¿Cómo resolverán Abinader e Hipólito el conflicto que éste no pudo resolver con Miguel: el de las cuotas y el poder? ¿Cómo resolverían un acuerdo con reformistas y otros “opositores” sino a punta de cuotas? ¿Cómo se han establecido las ya virtuales candidaturas, acaso democráticamente? ¿Cuál de todos los “líderes nacionales” ha hecho una sola mención al atropello salarial bestial del gran empresariado parasitario contra los trabajadores? ¿Cuál se atreve?

Esta es -lo dijo el historiador Piero Gleijeses- la “democracia bastarda”: la democracia impuesta por los yanquis, los 12 años. Una democracia engendrada en una violación. La política dominicana queda, otra vez, como hace cuarenta años, desnuda como terreno de pugnas entre las facciones del poder económico y transnacional adueñado del país, que invierte y funciona como “gran elector” financiando partidos y campañas para garantizar el orden instalado en este país a partir de 1966, y garantizar las fuentes de su subsistencia como grandes emporios y grupos empresariales; y se devela como terreno para la disputa de facciones que ocupa  n la actividad partidista-electoral en busca de esos apoyos y con el presupuesto público y la posibilidad de influencias y favores como “joya de la corona”. La política como terreno para una formidable cadena de acumulación originaria que pare cientos de nuevos capitalistas al año. En términos de clases y caudillos empoderados de la política, en República Dominicana no existe oposición ni contradicción: existen antagonismos particulares, proyectos empresariales enfrentados, agendas que giran alrededor de individuos encargados de la Historia.

Ha culminado la lucha contra el último bastión importante fundado para una transformación de esta República Dominicana dividida entre una pequeña isla de todo-poderosos y un inmenso país despojado y abusado, subordinado en la democracia bastarda. La disputa por el control del Estado está en manos de cualquiera, menos del Pueblo organizado y participante. La posición de los protagonistas visibles en torno a este problema ha quedado totalmente clara.
Así no se va a romper con el orden heredado, bajo la creencia de que los partidos deben ser “maquinarias” y “fábrica de presidentes”; sin asumir al Pueblo como sujeto en vez de votante silente y paciente, mero “portador de derechos” según den los recursos y la voluntad; admirador de la “obra” o del “prestigio”, merecedor de la maldad o la bondad, según sea la moral individual del opinante… En esto es lo que hay que pensar. Esta es la gran encrucijada.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...