Eramis Cruz
Este escrito no es para todo el mundo, sino para unos cuantos que les
gusta pasar la vida para hacer creer lo que no sienten, especialmente contra
personas que de alguna manera vienen a relacionarse con ellas, y luego
pretenden salirse por la tangente creyendo que los demás no se dan cuenta de
sus juegos. Yo no sé cuando el mundo fue diferente, pero por mucho tiempo he
notado que las cosas cambian más que la gente, aún sea como reacción a lo
humano. Presentarse como lo que no se es, expresar lo que no se siente o fingir
una sinceridad para impresionar o conseguir algo que se persigue, es lo que se llama ser hipócrita o actuar con hipocresía.
Escribo mucho sobre cosas y
acontecimientos, siempre para llamar la atención respecto a lo positivo y el
buen provecho. Pero esta vez escribo contra los hipócritas. Tengo una
personalidad fuerte, lo reconozco y hago el mayor esfuerzo para controlar mi
temperamento, especialmente frente a la hipocresía. Para mí no existe peor
pecado que ser hipócrita. Principalmente porque el hipócrita no tiene necesidad
de serlo, más podría conseguir con la sinceridad. Se puede ser hipócrita cuando
la persona se siente impotente contra quien se posiciona en mayor escala o con
quien no gusta pero de quien no se puede prescindir.
Pero la hipocresía se torna negra cuando se hace sazonar por la envidia.
La gente dice “vive tu vida y olvídate de los demás”, aparentemente es un buen
consejo, pero no tiene nada de humano, porque se lleva todo lo noble y bueno
que la gente puede hacer por quien necesita una mano. Todos tenemos algo que
agradecer a alguien, pero el hipócrita no conoce de agradecimiento, luego que
supera su necesidad se coloca por encima de medio mundo.
¿Cómo es posible una persona creer que
puede pasar por amigo de alguien, y mucho menos hermano, cuando sus actos, sus palabras, su
página social, y sobre todo, su actitud no es congruente? Simplemente porque el
hipócrita necesita estar bien con su conciencia, pero es tan necio que toma por
seguro que nadie descubrirá su juego. Entre un hipócrita y un idiota no hay
mucha diferencia, aunque hay una que los contrasta para siempre, el hipócrita
es más inteligente.
El hipócrita no admira las cualidades de las personas sencillas, por el
contrario, las admites como una manifestación de la incompetencia.
Se puede ser idiota por las limitaciones de las habilidades y hasta de la
destreza, pero la hipocresía es producto de la inmoralidad, no de la intelectualidad. Al idiota no le resultan
las advertencias ni los consejos sobre lo que le conviene, simplemente carece
de visión y la prevención no es su técnica, siempre está esperando que Dios le
ayude, sin saber que Dios ayuda a todo el mundo, no a nadie en particular, si no
es así no puede definirse como Dios de justicia.
La persona sincera y sobre todo honesta, que observa un mínimo de
integridad y se empeña en ser consecuente con sus actos se le podrá tildar de
desagradable y se le podrá creer inhabilitada para ser un buen político, pero
nadie puede rebatirle la razón, especialmente cuando el tiempo deja claro la
consecuencia de la tormenta. Descubrir al hipócrita a tiempo es una estrategia
del buen negociante, tolerarlo y hasta quererlo evitando ser su víctima, es
muestra de gran sensibilidad humana.
Para aquellos que sufren de esa enfermedad de la moralidad, esa debilidad
del espíritu, le tengo una buena noticia, ese mal tiene cura, inclusive tiene
un antídoto muy conocido y fácil de obtener, se llama la sinceridad. Al hipócrita
se le tolera casi siempre por prudencia y en iguales casos por decencia de
quien no pone en juego su reputación para rebatir algo que carece de altura,
pero hay hipócritas motivados por el crimen, como los hay que persiguen
solamente hacer creíble las debilidades de su personalidad.
No se debe confundir a los vanidosos con los hipócritas, estos también
quieren ser, o pretenden adueñarse de los que consideran atractivo en el otro.
Por estos pasan aquellos que niegan de sus raíces y cultura para similar la
ajena, pero no es hipocresía, desde este ámbito. Ser celoso tampoco es ser
hipócrita, los celos son el producto de la inseguridad, prueba de ello es que
nunca se cela lo que se quiere con un ser inferior si no superior desde la
óptica del celoso.
Existen cualidades humanas relacionadas con el
talento, las hay relacionadas a la integridad y la moral, del mismo modo que
existe la reputación que se deriva del poder, pero la hipocresía no tiene
limite ni siquiera en los altos niveles de la pirámide social. Un axioma de la
hipocresía es que siempre es otro quien la descubre.
Para aquellos que dudan si sufren de hipocresía, o sea no lo saben, les
tengo buena noticia también, no son hipócritas si no idiotas. Finalmente debo
de aclarar un asunto, para que nadie se confunda pensando que me quiero pasar
de listo. Una cosa es ser hipócrita y otra cosa muy distinta es ser prudente.
Es bueno no confundir cuando se llama hipócrita al otro por ignorancia o
con la intención de insultar, eso es el
algo diferente que usa la persona plebe. Del mismo modo que no se concibe la
hipocresía entre parejas intimas supuestamente estables, ya que no puede ser
hipócrita quien desde un principio nos manifiesta sus cualidades y defectos y
es consistente en determinadas actitudes.
Debido al caso muy común de que es al otro a quien siempre se le tilda de
hipócrita, obedeciendo al axioma anterior, es bueno saber que cuando resultamos
victimas de alguien que actúa públicamente, entonces en ese caso, el otro puede
ser hipócrita pero no podemos evitar sentirnos idiotizados.
Terminemos con una advertencia, hay hipócritas muy sofisticados, vestidos
de una capa que le protege permitiéndole el camuflaje, con esos hay que tener
cuidado, suelen ser peligrosos. Los más abundan son los hipócritas ingenuos,
que no saben del lenguaje corporal ni de los profundos secretos de la mirada, de
esos ojos que no saben mentir, que no se resisten a otra mirada profunda como
la que saben dar las personas sinceras. Muchas veces creemos que ser exitoso es
una cualidad moral, pero el éxito muchas veces está más vinculado a la
oportunidad y no necesariamente a los distintivos del decoro.