Maravilla del Siglo XIX Tenacidad ejemplar de una familia
Eramis Cruz
El
progreso de la humanidad se impulsa inspirado por los grandes hechos de la
historia, protagonizada por hombres y mujeres hoy conocidos y por otros seres
humanos anónimos que dejaron sus huellas estampadas sobre la superficie del
acero, sobre los trazos de la arqueología, o
simplemente sobre el espíritu de los sedientos e inquietos luchadores
por un mundo mejor. Esos precursores
podrían ser mejor reconocidos si esta sociedad aprendiera a valorar de otra
manera el trabajo, y fuera concebido como el medio humano transformador de la
naturaleza y propulsor indispensable del avance de los pueblos, no como una
mercancía que se compra, se vende, o se explota.
El Puente de Brooklyn que
une a Manhattan con ese condado es considerado una de las grandes maravillas
del siglo diecinueve. La historia de su
construcción es una prueba más de que los sueños se logran cuando se es
consistente, positivo y dispuesto a compartir el porvenir con los demás, por el
bien común. Nos enseña que, desde el
mismo medio de la bruma del presente podemos superar los inconvenientes para
echar una mirada al futuro de nuestros semejantes.
Podemos
imaginar a aquel ingeniero de gran reputación, parado al otro lado del
desafiante río del Este de Manhattan, mirando el agua gélida, congestionada de
embarcaciones abarrotadas de personas y mercancías, formando una trayectoria
hacia la inesperada tragedia. El
proyecto les costaría la vida a más de 27 trabajadores, a su creador John
Augustos Roebling, causaría la parálisis parcial de su hijo, Coronel Washington
Augustus Roebling y el sacrificio de una mujer, Emily Warren Roebling, que
surge fuerte y dispuesta a llevar la obra hasta su final como símbolo de la
tenacidad de una familia en la historia de este país.
Muchos escritores
incluyendo a David McCullough, que escribió el libro “The Greatest Bridge”, destacan la virtud, el empeño y la
tenacidad de los hombres detrás de la construcción del Brooklyn Bridge. Enfatizan la tragedia humana y los impactos
de los sacrificios de los hombres inmigrantes que desafiaron el factor del
tiempo y el miedo a lo desconocido en el desarrollo de una obra primera en el
mundo de ese siglo.
La propuesta de la
construcción de este puente fue de John A. Roebling en 1855 quien era
propietario de una compañía metalúrgica (de cables) y famoso ingeniero
diseñador de puentes, nació en Muhlhausen, Alemania en 1806. Se graduó de ingeniería civil en Berlín en el
1826 e emigró en compañía de su hermano a los Estados Unidos en el 1831 para
dedicarse a la agricultura. Cuando
fracasó aceptó una posición como ingeniero en el Estado de Pennsylvania. En 1841 Roebling inventó un sistema de cables
en forma de lazos retorcidos en acero para usarse en puentes suspendidos lo que
rápidamente lo hizo conocer como ingeniero de alta reputación.
Para los 1800’s el condado de Brooklyn tenía
cerca de 400,000 residentes, todavía era una localidad más rural que
urbana. Para entonces Manhattan
solamente componía la Ciudad
de Nueva York con una población que duplicaba la de Brooklyn. La construcción del puente era una necesidad
para una ciudad que ya estaba saturada, además un imperativo para el trasporte
y desarrollo económico entre ambos condados.
Los Roebling no sólo fueron visionarios en cuanto a la necesidad de la
construcción del Brooklyn Bridge, sino que predijeron la necesidad de otras dos
vías sobre el río: el Williamsburg y el Manhattan Bridge.
Para el
1848 y 1855 ya el señor Roebling tenía experiencia en materia de ingeniería de
puentes por haber construido el puente suspendido de Delaware, Niegara y Ohio Rivers. Un día mientras esperaba por el ferry Atlantic
Avenue-Fulton Street para cruzar al otro
lado John Roebling perdió la paciencia, termino iluminado por la idea de
construir un puente que cambiaria la fisonomía de ambos condados.
Imagínese
el problema que era en esos años cruzar el río del Este, numerosos barcos
navegaban en diferentes direcciones esas fuertes corrientes, una situación
que era peor durante los tiempos
invernales. La propuesta de Roebling fue
recibida con entusiasmo pero con frialdad el costo económico de la obra, la
administración de ambos condados mostraron lentitud sobre la inversión de los
recursos. Fue aprobada gracia a la intervención
de un hombre de negocio, influyente y de buenos contactos políticos llamado
William C. Kingsley que concibió la idea del ingeniero con gran entusiasmo. En 1855 John Roebling se abocó en un proyecto
trazado según las exigencias de una misión extraordinaria que el mismo concibió
como una “gran obra de arte”.
En 1867 un grupo de
prominentes líderes formaron the “New York Bridge Company” con el propósito
de construir y mantener el puente que cruzaría el East River.
En Junio 1969 la
construcción del Brooklyn Bridge era un proyecto oficial, dos mese más tarde,
mientras Roebling examinaba la localidad ideal para la construcción de la torre
del lado de Brooklyn, Roebling sufre un grave accidente, uno de su pie fue
aplastado por un ferry que llegaba al muelle.
Contrajo el tétanos a consecuencia de la herida, y a pesar de que la
extremidad le fue amputada murió días más tarde.
Inmediatamente después de
la muerte de John Augustus Roebling, su hijo Washington A. Roebling fue
encargado como Jefe Ingeniero del Brooklyn Bridge.
“La carretera suspendida sobre el amplio
espacio del río sería sostenida por dos torres por medio de cuatro inmensos
cables, dos hacia fuera y dos en la cercanía del centro del piso del
puente. Estos cables serían de un
diámetro de 15 pulgadas y cada uno colgaría sobre el río en lo que es conocido
como la curva catenaria, una forma
natural tomada por una soga o cable suspendido sobre dos puntos, que en este
caso se refiere a la cima de las dos torres de piedra de granito”. A todo el largo, cables suspensores
verticales, del grueso del agarre de una mano, colgarán hacia el piso del puente. Y esos serán cruzados de manera diagonal por cientos
de pesados cables que radiarán hacia
abajo, desde las torres para asegurar diferentes puntos a lo largo del puente,
ambos en dirección a la tierra y hacia el centro del espacio del río” (David McCullough).
Roebling diseñó el puente
de Brooklyn en un espacio de 1,595 pies, con una capacidad de carga de 18,700
toneladas, vías de trenes en ambas direcciones, dos carriles en ambas
direcciones para el transporte automotriz y en animales, en el centro del
puente, a la altura de un segundo nivel, una pasarela para peatones y
ciclistas.
Washington Roebling dejó
atrás la tradición e introdujo el uso del acero, llamado entonces “el metal del
futuro”, de cuyo metal diseñó los cuatro cables principales. Para ese tiempo el acero era usado en los
ferrocarriles, pero no en la construcción de puentes, lo que se usaba era el
hierro. Roebling defendió el uso del cable
de acero en un artículo en “The American Railroad Journal” en el que discutía la debilidad de cables
y cadenas de hierro en los puentes suspendidos y su vulnerabilidad frente a las
destructivas oscilaciones causadas por los vientos fuertes.
Cada cable del puente
colgante de Brooklyn mide 3,578 pies y 6 pulgadas y esta formado por 5,434
cuerdas de acero. Los cables en
conjuntos miden 15,060 millas.
El trabajo de
construcción del Brooklyn Bridge
fue un desafío para los 600 trabajadores inmigrantes que
operaron en el peligro y en condiciones miserables, con un salario de apenas
$2.25 al día.
Para excavar los puntos
de las torres debajo del río, una profundidad de 78 pies, se construyeron unos
arcones neumáticos de 3,000 toneladas.
Por primera vez se usó dinamita en este tipo de construcción. Los accidentes eran frecuentes y los
trabajadores sufrían de aeroembolismo, una enfermedad causada por los cambios
de presión en el agua, una condición que afecta el nivel de nitrógeno en la
sangre. Esta enfermedad causó la muerte
de más de 20 trabajadores y enfermó a muchos, debido a las largas horas que
permanecían debajo expuestos al cambio de presión del agua. El mal era peor porque en ese tiempo se
conocía muy poco sobre el tratamiento de esa enfermedad.
El mismo Washington
Roebling un día al salir del cajón neumático, enfermó y quedó paralítico. No podía moverse ni podía hablar; nunca más volvió
al lugar de la construcción. “Abajo en el “caisson” todo se revestía de apariencia
irreal. Había una sensación de confusión en la cabeza, como “el paso de
mucha agua.” El pulso al principio era acelerado,
y a veces por debajo de lo normal. La
voz se oye débil e innatural y cuesta mucho esfuerzo hablar. Y qué del reverbero de la luz, el espesor de
las sombras, el confuso ruido de los martillos, los barrenos y las cadenas…”
(E. F. Farrigton, maestro mecánico)
La discapacidad
de Washington fue una tragedia más que se sumaba a la familia después de la
muerte del padre, que ponía en riesgo la terminación del puente.
Pero Roebling no estaba
dispuesto a ceder en la realización de un sueño que había costado la vida de su
padre, hizo un esfuerzo sobrehumano para continuar, pero lo logró gracia al
temple y determinación de su esposa, Emily Warren Roebling, quien nació en el
1843 en una ciudad llamada Cold Springs, (Hudson Valley), la segunda de doce
hermanos, de los cuales sólo seis sobrevivieron. Ella se casó con Washington el 18 de enero de
1865.
Emily se vio compelida al
estudio de matemáticas avanzadas, leyes y principios de ingeniería civil y con
la ayuda de la mente lúcida de su marido continuó la construcción del puente
que para ese entonces sería el más largo del mundo y lo fue por 20 años más. Washington sólo podía mover un dedo, los
esposos desarrollaron códigos de comunicación, un sistema para entenderse con
el uso de ese dedo. Washington
supervisaba el puente a través de la ventana de la habitación de su casa en
Brooklyn, mientras Emily iba y venía con las órdenes e instrucciones para los
ingenieros y los empleados comprometidos en la construcción.
El costo final del Puente
de Brooklyn fue de $15.1 millones, el doble del estimado original de $7
millones. El 23 de mayo de 1883 el
Presidente Chester Arthur y el Gobernador Grover Cleveland inauguraron la
estructura sobre el río ante la presencia de 14,000 invitados, una multitud impresionada
por la terminación de una maravilla más del siglo.
Otro
episodio restaba para la historia, una tragedia más y ocurrió 6 mese después,
en “Memorial Day” de 1883, cuando una mujer tropezó en uno de los peldaños de
acceso del lado de Manhattan y su compañera lanzó un grito instintivo que
provocó el rumor de que el puente se hundía, el pánico fue inmediato, lo que causó
una estampida humana que dejó doce personas muertas y unas 35 seriamente
heridas. Un año después la gente aún no
confiaba en la fortaleza del puente y fue necesario que el empresario P. T.
Barnum desfilara en compañía de una manada de 21 elefantes. Sin embargo el puente no se hundía,
continuaría imponente sobre el río del Este, permitiendo el paso de peatones y
vehículos del mismo modo que pasarían los años y las generaciones de esta gran
capital del mundo, impulsado por inmigrantes del espíritu y constancia de los Roebling.