sábado, 28 de mayo de 2011

El regreso primero a la tierra mía

Eramis Cruz

Nadie olvida el día de la despedida, el inicio de una jornada en tierra ajena, detrás se deja algo más que la mitad de la vida, la única compañera para vencer los inconvenientes es la esperanza de que algo por encima de tu fuerza te de una mano para regresar lo más pronto posible. Del otro lado ningún pariente te espera, cuando eres el primer emigrante en tu familia. Tus primeros días dependen de amigos que apenas conoces luego de varios años sin verles y que tal vez te aguarden con más preguntas que repuestas.

Permítanme dar un salto como el canguro, y olvidar los sinsabores de las factorías, los desperdicios en las aceras de las calles de Manhattan, los muertos del tráfico de estupefacientes, las noches solitarias en un dormitorio alquilado donde lo único de tu propiedad son algunas prendas de escaso valor y la añoranza con sabor a melancolía. También quiero contar con el derecho a ser discreto en referencia a las chicas y a los muchachos que fueron mis grandes amigos unos y otros mis peores distractores del grupo juvenil de la iglesia. La historia nunca se escribe completa porque la gente suele tomar en cuenta lo que conviene o lo que perjudica, en el medio queda un capitulo reservado a la investigación de los eruditos.

Cuatro años sin volver a mi tierra fue demasiado tiempo, regresé a conocer unos cuantos sobrinos tiernos, un pueblo completamente cambiado y algunas tumbas nuevas de gente muy querida. Cuando uno se ausenta se da cuenta de que el tiempo no pasa sin dejar huellas, algunas son visibles en el rostro ajeno y otras invisibles en el de uno propio.

En solo cuatro años reeligieron el presidente para continuar con la misma vaina, se murió el sindico de la ciudad de un ataque cardiaco. El río Jaya causó deslizamiento de tierra en el bario Santa Ana y la gente pagaba unos centavos para transportarse en “motoconchos” escandalosos y contaminantes del medio ambiente. Creció el número de los moteles y las cabañas en las márgenes de la ciudad. Era la década del lavado de dinero para construir hermosas residencias con marquesinas para varios vehículos de lujo. Ahora se construyen residenciales y condominios con la misma fuente pero con mayor discreción.

Quise darle una sorpresa a la vieja que me dio la vida, no solo a mí sino a montón de hombres y mujeres, nunca la había visto tan feliz. La primera semana de mi regreso fue todo un festejo. Fue la primera vez que regresé recordando a todo el mundo. Las otras veces fueron todas distintas, el mundo cambió de una manera tan acelerada que se perdieron los buenos contactos, la lista de los difuntos siguió tomando vida con nuevos nombres, la gente no era la misma gente. El sueño del regreso definitivo y para quedarse se convierte en un hilo tan vulnerable que no sostiene la pieza de una falda tan amplia como la isla quisqueyana. Mi cuñado fue el más certero cuando me dijo que ya en ese país “no se vive con cheles como antes”, es cuestión de “papeletas”, me dijo con cierta elocuencia.

Atrás quedaron los tiempos cuando un asesinato era una noticia nacional en las primeras páginas de los periódicos. Después perdió brillo la noticia de la llegada, a nadie le importa cuando llegaste ni cuando te vas, mucho menos después que se terminan los dólares destinado para la rutina de los días.

En ese primer regreso la que más me impresionó fue mi sobrina, una morenita tierna y angelical que apenas había cumplido dos años de vida. Tenía unos ojitos negros con grandes pupilas, había nacido con un parpado caído que le daba a su cara un aspecto triste, pero no le restaba gracia a su manera de reír. Nos acompañó a un paseo con patines al estadio Julián Javier que hacía poco tiempo se había terminado de construir.

La muchachita fue hija de madre soltera un tiempo y de padre soltero otro tiempo, hombre sin esposa pero no por falta de mujeres sino por culpa de ellas. Un día él también decidió romper las olas del Canal de la Mona y se trajo sus muchachos a la ciudad de los rascacielos, como siempre pasa, la babel de hierro le cambia la vida a todo el que ella viene, no importa cuántos intenten desmentirlo, Nueva York le cambia la vida a todo el mundo. A algunos no les cambia la vida sino que se la arrebata en actos repentinos y acontecimientos espectaculares.
Esto le pasó a Carlos Domínguez que lo mandó a matar una amante obsesionada, celosa y con temperamento de perra rabiosa. A Ernesto Germán se le pasó la mano con una sobredosis de cocaína durante una noche de algarabías y desbordamientos de pasiones. Ramón Benavides se fue para Nueva York impulsado por su mala suerte en el amor, de niño sabía que el dinero lo compra todo, casi logra demostrarlo si en su camino no hubiese interferido una bala que no era para él. Ana Celeste sobrevivió los desafíos del infortunio y la violencia pero perdió su marido por razones de un embarazo producto de una relación extraña con un hombre mayor que ella que le hizo subir a la luna en menos de quince minutos.

Todos eran hombres jóvenes y elegantes que vinieron con el propósito de hacerse ricos en poco tiempo. Unos años fueron suficientes para la culminación de sus carreras, mejor pagadas que la de cualquier profesional, una oferta de un coche nuevo, una rubia de cuerpo de guitarra, exhibiendo en su pecho senos exuberantes, un arma de alto calibre y un paquete de dólares días tras días que no podían depositar en los bancos antes de lavarlos con una transacción de una barbaría o una bodega de las tantas en las esquinas de Manhattan.

La muchachita de ojos negros fue la que más cambios experimentó, era la única que daba la menor muestra de preocuparse por nadie, ni por los de allá ni por los de aquí. Ella, igual que sus hermanos, llegó marcada por un bajo nivel académico, deficiencia alimenticia y un diagnostico de salud propio de países del tercer mundo, donde el pobre todo lo paga caro, si es que tiene con qué pagar.

La niña aprendió inglés más rápido que los demás de su edad y condición, teníamos el temor de que la muchacha olvidaría el español y que luego su padre tendría inconvenientes para comunicarse con ella. Los niños que dejan su país sufren una metamorfosis de carácter que les confiere cierta particularidad a su manera de relacionarse entre ellos mismos y especialmente con sus parientes adultos. Pierden la pimienta que caracteriza la manera sensible y meritoria como referente a reconocer y hasta agradecer a quienes hacen posible sus logros y sus éxitos.

Hace poco me encontré con unas fotos digitales de la niña convertida en mujer en las que hace alarde de su cuerpo escultural. Me recordó un reporte periodístico que citaba un estudio sobre las hijas de madres solteras que suelen ser más agresivas para lograr sus sueños que las chicas de hogares de ambos padres.

A pesar de la prisa con la que llevaba la vida, el tiempo no fue lo único que le pasó por encima, de alguna manera terminó siendo madre de un hermoso niño. Siempre sucede, cuando el ejemplar es salvaje y desafiante, algún tigre le acecha detrás de los matorrales protegidos por las sombras que le ocultan la luna. El dilema no termina, tarde o temprano las personas acaban reconociendo que lo que hicieron por sí mismas fue un poco frente a lo que aportan los demás en la sociedad y la familia.

La emigración es un fenómeno común a todos los países del mundo, pero no podemos negar que lo que debería ser natural es vivir en el país en el que se nace. Ninguna institución de la sociedad sufre con tanta notoriedad los efectos de la emigración como la familia. Los que hemos emigrado de nuestra tierra tan querida sabemos todo lo que hemos ganado, pero también sabemos cuánto vale lo que hemos perdido. El patio de mi casa fue un universo cubierto de gramas verdes y aire oxigenado, un despertar de cantares de pájaros felices, algo que no es posible cuando se vive en el asfalto.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...