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Eramis Cruz
A pesar de que apenas la conozco, me hipnotiza esa mujer posando en la fotografía amateur, aunque algo fuera de enfoque, deja expuesta su sonrisa sincera que suele acompañar sus días, pero sobre todo es obvio el orgullo con que muestra sus atributos femeninos. Indudablemente con ellos compone una actitud positiva que deja una impresión duradera en quienes admiran la manera espontánea que ofrece.
Ella es una modelo diferente, proviene de un residencial distinto, luce prendas de
fantasía en vez de reales, no es asidua al gimnasio y los partos le han
marcado el vientre en vez del bisturí del cirujano plástico. No la siguen los paparazzis, pero les sobran los amigos vulgares de las páginas sociales con quienes a veces
se riñe.
En general siempre me llama la atención esas
gráficas de los hogares simples donde la felicidad se refleja como la luz
natural del sol. Siendo ella el centro de su fotografía permite ver en un
conjunto los detalles difíciles de pasar por alto para el ojo observador.
Los elementos podrían ser complemento de un rutina cualquiera. Las sillas que obedecen al cuadrante de la mesa,
los marcos que cuelgan a la pared, incluyendo el más alto que parcialmente se
escapó al lente fotográfico, un peluche sobre el estante, una botella de champaña
y más arriba otra de cóctel, un jarrón
que espera por un manojo de flores, el recipiente plástico olvidado sobre la
mesa, y la persiana cerrada para controlar la luz o aminorar el calor del medio
día.
La mujer esta parada en esta escena, mientras
todo parece arreglado para ella, se inclina y descansa sobre una de las sillas,
lleva consigo una blusa roja, y shorts de color azul. Su brazo izquierdo
descansa sobre su cintura formando un triangulo que da realza a su figura. Dos
anillos y un reloj y en la otra mano un anillo y una pulsera, mientras su escote
deja espacio amplio para sus dos pendientes.
En general la luz difusa permite un equilibrio
y evita la sombra. El universo se detiene en cada fotografía, el tiempo negocia
su agresivo estilo de hacer notable los rasgos degenerativos de la naturaleza que permite un momento de diafanidad para la percepción de la belleza, simple
y natural, sin elocuencia.