-->
Imágenes de la melancolía quisqueyana
Eramis
cruz
La
simetría de las palmeras enfiladas en la carretera, San Francisco de Macorís a
María Trinidad Sánchez, complementa la belleza Quisqueyana. Al conductor
sobrecogerse ante el esplendor de las imágenes debe ser cuidadoso. En esa ruta
los reductores de velocidad, como un policía acostado de verdad, parecen
ataúdes cruzados en la carretera para ser llenados con los cadáveres de las
próximas víctimas. Sin advertencia o señales aparecen como espantapájaros a la
luz de los faroles. Pero ese nos es el único lugar, con problemas aparentemente
simples, mientras los dominicanos viven rodeados de funcionarios y ministros
que en la cara llevan el cinismo con el que hacen de titiritero.
La
tierra allí se resiste, se niega a palidecer ante la falta de sensibilidad de
quienes degradan tan inmenso regalo. Qué lástima cuando el hombre deniegue la
armoniosa coexistencia de la naturaleza.
No
importa si el día está nublado, el sol aguarda para iluminar es pedacito de
universo, apenas visible en el mapa de los que exploramos en nuestra propia
tierra. En el mismo sitial del verdor de los valles, gruñen contaminados los
ríos, como hormigas desorientadas circulan los vehículos, que juntos a la
agresividad de los conductores se desafían el primer lugar de una competencia
que arrastra consigo heridos y muertos.
Aquí
el verano se volvió eterno para darle vida a ese valle surcado por coquetas
cordilleras. Nadie, absolutamente nadie, nunca debió sentirse con derecho a
condenar a la degeneración lo que no le pertenece. Es necesario darle sentido a
la imponente bandera tricolor que desde el mástil sustrae las remembranzas de
líderes y héroes que con sacrificio y sangre regaron nuestros jardines.
Se
está hundiendo la isla y no es por causa de las fallas tectónicas sino por la
inmoralidad de quienes se venden por lo que no son y de los que callan la
complicidad propia y la ajena. Cuando se vende el voto, se comete el fraude y
se trueca el destino de la nación, no hay peor traición a los ideales de
quienes quieren vivir de hecho y derecho.
De
que nos sirven los monumentos, las universidades ni los las catedrales, si
descaradamente se burlan de ellos las risotadas estruendosas del cinismo, el
plagio y de la impunidad. Frente a esta ignominia nuestra historia se convierte
en un archivo silente para otro tiempo y para otra gente, tiempo cuando se
derrumben las barreras en marquesinas y zaguanes, detrás se esconde el miedo a
la delincuencia. Es como la libertad de ser lo que el otro quiera, ¿es lo que
nos resta? pero aun así nos resulta demasiado cara. No más niños con escuelas
vacías, no más decepcionantes esperas en los hospitales ni madres que regresan
de la maternidad con la leche en su seno para un bebé que de oruga no llegó a
ser mariposa.
La
patria duele cuando sangra, altos impuestos, empleos informales, escasez de
agua potable y la sombra de una nube de incertidumbre. Sobre todo, porque
existe una caterva de políticos desgastados después de décadas de reelecciones.
Más inquietante resulta la juventud, que a diferencia de otras épocas, no sigue
ninguna línea de pensamiento, justa a la medida del positivismo.
Muchos pretender no ver, como si sus hijos y
sus nietos no dependieran de sus genes. Son esos, los que pretenden no saber cómo
pagaran sus descendientes la enorme y creciente deuda del estado. Eso es
política de altura, no es politiquería. Y pensar que tanto se puede resolver
con tan poco. Solamente hace falta una actitud, y ese día, cuando secretamente
vas a votar, pensar que un país no se vende tan descaradamente barato. La
democracia es débil, pero peor, cuando el ciudadano no la ejerce porque no le
da la gana, y que siga la fiesta.
No
podemos negar que somos capaces de soñar, pero hace falta que soñemos juntos,
no importa si parece imposible, así han sido siempre todas las utopías.
==============================