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Eramis
Cruz
Cinco
adolecentes, de 15 a 17 años de edad, decidieron hacerles el juego a sus padres
y como quien actúa en una película cómica, se escaparon en horas nocturnas de
sus hogares. Su propósito era pasar el resto de la noche divirtiéndose. Según
un video gravado por ellos lograron lo que querían hacer, mientras sus
progenitores dormían seguros de que sus hijos estaban a salvo en sus habitaciones.
Según los medios, asistieron a la fiesta de cumpleaños de un amigo común, y
luego visitaron algunos lugares de diversión y para continuar su gira, tomaron
la Autopista Duarte, pero se devolvieron en las proximidades del Distrito
Nacional.
Los
jóvenes fallecidos fueron Miguel de la Cruz de León, Luis Jesús Almonó, Nabil
Piña de la Rosa, Emil Suarez y Camil Rodríguez Hernández. Todo parece indicar que el conductor del
Toyota Corolla lo conducía a alta velocidad y mientras transitaban el trayecto de
la carretera principal del distrito municipal de Ranchito, la Vega, le
sorprendió una curva en la que perdió el control del vehículo y terminaron
impactando una caseta y una banca de lotería. El vehículo quedó convertido en
una chatarra desfigurada, era imposible que de allí nadie salidera con vida.
La
trágica noticia causó gran tristeza a la población de San Francisco de Macorís,
por tratarse de cinco menores que estudiaban en el colegio la Altagracia,
administrado por monjas católicas. Lo que más conmoción causó fue un video subido
a las redes sociales en el que se observa cuán feliz, y posiblemente intoxicados
estaban los adolecentes. Uno de ellos, apenas conteniendo las carcajadas,
predice la muerte de los cinco compañeros de estudio cuanto dice “Si aquí
morimos, los quiero chicos, los queremos chicos, los queremos…”.
Por
tratarse de menores de edad algunos se preguntaron cuál es el grado de
responsabilidad de los padres cuando ocurre un fatal accidente como este y bajo
similares coeficientes. Sin embargo, debemos considerar la hipótesis, antes de
aventurarnos a emitir un criterio, que esa es la pregunta que los mismos padres
se hacen, y es la que cualquiera se haría si perdiera a un hijo en tan
desgraciada circunstancia.
Si
el accidente no hubiese ocurrido, esa noche habría sido contada por ellos en
múltiples ocasiones durante sus vidas como una de sus grandes aventuras,
especialmente la habilidad de cada uno de ellos para burlar la vigilancia de sus
padres. No es la primera vez y quiera Dios que sea la última. Me contó un
familiar muy querido, como en compañía de sus amigos, ponía el carro de su
padre en neutro y sin su permiso lo empujaban fuera del perímetro del hogar
para irse de parranda hasta el amanecer, antes que su progenitor notara la
marquesina vacía. Nada sucedió en su caso, pero lo divertido de cualquier
acción de esta naturaleza es el peligro o el riesgo que incurre.
Si
hacemos una pesquisa en busca de responsables por tales muertes, el primero que
aparece, con una sonrisa irónica es el destino, que mucho creen que existe y
que nadie puede cambiar. Pero esa es una conclusión barata que quebraja una
seria solución a los problemas de los jóvenes de la sociedad contemporánea.
Estos
jóvenes, algunos hijos de prominentes miembros de la sociedad, no pueden ser
calificados de delincuentes porque no los eran, pero cuando se adopta una
conducta de irresponsabilidad es porque algunas reglas que rigen la sociedad
civil, son violadas. En primer lugar, no les está permitido a menores de edad
asistir a lugares de diversión e ingerir sustancias tóxicas, incluidas vino,
ron o cerveza. En segundo lugar, las principales leyes que rigen las normas de
velocidad en calles y carreteras del país están vigentes las 24 horas del día.
En tercer lugar, el sentido común debe ser un indicativo para distinguir la
ficción de la realidad.
Desde
otro punto de vista, la delincuencia generalizada, hace un daño colateral para
la sociedad y es la de crear una condición en la que hacer lo incorrecto no
parece un acto grave o una violación a la ley. La delincuencia Influye,
especialmente a los jóvenes, a ver como normal lo que en otros ámbitos sociales
son faltas graves.
Para muchos, hoy por
hoy, el tema de la moral y cívica, es un dinosaurio que no tiene que hacer nada
ocupando nuestro espacio en escuelas y universidades. Además, para otros, más
conscientes, causa preocupación que nuestros jóvenes carezcan de disciplina y
formación intelectual relacionada a una filosofía de vida, a principios, o
ideología. La mayoría vive en otro nivel de la atmosfera, donde solo existe
porque otro provee, una sociedad en la que un joven menor de edad puede
disponer de un vehículo a cualquier hora del día.
En este caso, el
drama fue desolador, el carro lleno, la carretera desierta, los ánimos
exaltados, la velocidad es excitante, nadie los observa, no hay temor al
reproche porque el día de hoy ya se fue, y solo resta la madrugada, la caída
del rocío, cuando la incertidumbre no tarda, mucho menos que el desvanecer de
la bruma. Así de sutil se hace la vida y se va, un instante contra cinco
historias en un punto de conexión en el índice de la realidad.
Ojalá que todos
miremos hacia adelante con una actitud positiva para que nuestros caminos no
sean un escape hacia la muerte de seres maravillosos, y como escribió el poeta
nicaragüense Rubén Darío, aludiendo a la juventud:
Juventud,
divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
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¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
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