sábado, 25 de agosto de 2012

Nubes negras en el espacio sentimental

Eramis Cruz

Prudencia, tolerancia y respeto, he ahí tres palabras de una gran importancia que describen un comportamiento apropiado para los momentos críticos de nuestra vida. Pero hay otra palabra que debe ser incluida, se trata de la sinceridad. ¿Quién no recuerda su propio corazón cuando el amor tocó a su puerta? Es como un río desbordado a causa de una tormenta en medio de la noche, una tronada imposible de ser ignorada y luces relampagueantes que irrumpen por los rincones de la casa. Podríamos considerar una suerte sentirse cobijado por el techo del hogar, libre de un trayecto indefinido sin la luz del sol, corriendo el riesgo de extraviarse en la oscuridad.

Hay mucha gente que vive en el asfalto, sin los traumas de una mala experiencia, carente de habilidades para superar cualquier crisis que pueda afectar su vida. Y se ven caminando por ahí, no le importa su vecino, creen tenerlo todo bajo su control, hasta el día que el destino le recuerda su vulnerabilidad. Nunca sabemos quién nos llamara una ambulancia cuando no nos sirva la voz.
Son esos momentos cuando la vida nos llama a confrontar la macha en reverso. A veces tenemos que detener el avance, otras veces nos vemos obligados a volver al punto de partida, y buscar una orientación. Dicen que cuando uno sufre una caída hay que saber levantarse. Hay caídas que pueden ser fatales, otras pueden derivar en graves consecuencias. La gente se cae todos los días y hasta de sus propios pies, la gravedad acecha y la oportunidad aguarda, basta una simple distracción.
Debemos ser prudentes cuando caminamos sobre el precipicio. Debemos ser tolerantes frente a la debilidad ajena, frente a la ignorancia ajena, frente a la falta de visión ajena.  Cuantas veces estamos convencidos de la verdad, especialmente cuando la claridad nos muestra exactamente el punto donde con seguridad un ser querido va a caer, pero no hay modo de convencerle, no hay manera de prestarle un rayo de luz. Tal vez con la tolerancia podernos observar respeto al derecho del otro o de la otra.
Cuando hablamos de respeto, no siempre nos ubicamos en el mismo ángulo. Que la gente te respete por ostentar una posición de poder en la sociedad es una cosa, que la gente te respete porque sea rico, es una cosa, pero que se respete a un ser querido como un valor que se le ofrece es algo muy distinto.
Vale la pena preguntarse cómo es posible que dos se amen y después se odien, puede que esta relación se deba a una combinación química, por razón de intereses comunes, o simplemente puede ser una solución a necesidades de la vida, de naturaleza material o de mutuo apoyo emocional. El amor esta supuesto a superar todas esas condiciones. Lo primero que hace quien ama es respetar lo que ama, respeto  la integridad física de la persona y respeto a su integridad moral.
Es común oírlo: “en realidad nunca me amo”, “nunca me quiso”, después de mucho años caí en la cuenta que nunca me respeto”. Y era tan fácil darse cuenta, notar la sutileza, la entrega, el susurro en la madrugada, la baso delicadamente limpio y sobretodo aquella disposición a proteger la reputación.
Actuar con prudencia es ser prevenido, uno nunca tiene todos los factores bajo su control, todo está sujeta a cambios, y más que todo, la vida es una caja de sorpresa.  Prudente con respecto a lo que se dice y prudente con lo que se escribe. Especialmente en este siglo del predominio digital cuando en las paginas sociales que quedan almacenados textos y graficas, y para colmo con acceso público.
Existen muchas relaciones que terminan con resultados inesperados debido a que los involucrados no están preparados para tratar con los aspectos más críticos al término de la relación, convenido o forzado. Especialmente como evitar heridas a quienes son inocentes y no son ni protagonistas ni antagonistas de las relaciones tormentosas.
Lo más importante es entender que dos seres humanos rara vez ven el mundo de la misma manera, luego prosigue un carril de factores que son propios de cada historia. Mucha gente vive convencida de que un día el mundo se va a acabar. Pero independientemente de si el mundo se acaba o no, podemos vivir en medio de la tormenta, antes o después de ella, con una mayor satisfacción si uno sabe que ha sido sincero, no solamente con los demás sino también consigo mismo.
Para qué escribir lo que nadie nos va a creer, especialmente cuando se sabe que uno es el primero en no creerse así mismo. Uno vive en medio de la gente. Los demás nos conocen mejor que lo que podemos imaginar, no importa si el nombre de uno nunca ha sido publicado en los medios de prensa, la gente sabe quién eres tú. La gente sabe de donde uno viene, a donde vive y hasta a donde va. Todos vestimos algún tipo de uniforme, todos vivimos en alguna dirección, conducimos alguna marca de automóvil, o no conducimos en absoluto. La gene sabe que uno habla algún tipo de idioma, también sabe de nuestra creencia política y hasta de asunto tan privado como las preferencias de género sexuales.
Si la gente no sabe mucho de uno, es simplemente porque no le interesa, pero no es porque no puede saberlo. Siendo así para qué mentir, para qué no optar por ser sincero, especialmente con alguien a quien nunca olvidaremos. El respeto también está justificado por nuestra propia historia, por los personajes que protagonizan nuestra novela.
La prudencia, la tolerancia, el respeto y la sinceridad nos pueden ayudar más de lo que es posible imaginar no solo en los momentos críticos sino también en el transcurrir normal de nuestra vida.
Oí decir una vez que existen tres tipos de parejas, la que es feliz, la que no es feliz y aquella que no sabe la diferencia. Uno tiene que amar sin invadir el espacio vital, necesario para respirar, uno tiene que amar sin impedir el vuelo, “todo el mundo es importante, pero nadie es indispensable”.  
 

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...