jueves, 30 de agosto de 2012

El hombre del Presidente



Apolinar matos González

[Cuento. Texto completo]

El Presidente le había prometido colocarlo en un cargo importante de resultar electo en las pasadas elecciones. Su partido lo había postulado como diputado por su provincia pero su candidatura no había tenido una gran acogida, sobre todo porque una persona como él que nunca había tenido el humor de sonreír ni de buscar poses baratas para la televisión, ahora tenía que adecuarse a maquillajes y tonterías de esas que se hacen para lucir elegante en los afiches de campaña. Algunos amigos le habían dicho que no se preocupara, cualquier retoque extra se corregiría a través de la computadora para hacerlo aparentar más aceptable al electorado.


Por más que quiso simular una imagen vendible para conquistar el voto de la población, no logró concitar la simpatía suficiente para lograr el escaño. Con todo y su sonrisa de oreja a oreja, las marchas que realizó por todos los barrios de su provincia ofreciendo que iba a dar lo que no tenía, que iba a reparar lo que aun no se había estropeado, que iba a poner la tierra para arriba y el cielo para abajo y hasta que iba a construir lo que cualquier ser humano pudiese imaginarse, sus esfuerzos no tuvieron el impacto esperado. Que importa, los políticos con más experiencia que él le habían dicho:
− “Promete en campaña, promete, este es un pueblo estúpido. Promételes que ellos no entienden y luego olvidan rápido”.
Le gustó la idea. Con una sonrisa sacada de donde pudo y una dentadura que casi se le sale de las comisuras de los labios, se lanzó sobre una camioneta todo terreno a saludar a todo el mundo recorriendo los barrios de su demarcación, haciendo ofrecimientos y promesas que solo un político en campaña puede hacer.
En realidad, era un trago amargo juntarse con la gente de extracci ón humilde. Un hombre de estilo formal que había inculcado en su casa una sobriedad y una limpieza impecables, acercarse a estas gentes malolientes tan solo para obtener su voto en las elecciones, constituía una prueba de mal gusto.
Luego de las campañas y largas caravanas, había instruido a su mujer a disponer de unas toallitas con alcohol y otras perfumadas para pasarse por las manos cada vez que saludara a tantos miserables y hediondos pobres diablos.
Le daba estupor cuando alguna que otra señora dedicada a los quehaceres domésticos, envuelta en harapos como vestimenta, despidiendo un olor impregnado en sus ropas al terminar de cocinar y con un aliento poco cuidado debido a sus escasos recursos económicos, viniera a saludarlo y hablarle de cerca a pedirle que le arreglara la cañada frente a su casa cuando ganara.
La nausea que le provocaba lo ponía histérico, tan solo mantenía la calma al recordar a su viejo líder:
− “Cuantas cosas tiene uno que hacer por estos miserables de la tierra.”
Era difícil aparentar lo que en verdad no sentía por dentro. Tantos años de rectitud le habían esculpido un carácter de hierro totalmente incompatible con los tiempos modernos de la política.
Pretendía ganar el escaño en la Cámara de Diputados, una significativa posición de influencia y renombre no solo entre los ciudadanos de su provincia, sino también en todo el país.
Se relacionaría diariamente con legisladores: diputados y senadores. Su categoría social sería diferente y no tendría por qué rendirles cuentas a los ciudadanos de su jurisdicción, sino obedecer a los designios de su partido. Una vez ganada la diputación, sus representados quedarán en el olvido.
Le interesaba porque esta posición le permite entrar a un círculo exclusivo de poder, de continua vigencia, de renombrados congresistas. Relaciones y poder que le sitúan por encima del ciudadano de la calle y hasta después, se sigue viviendo aferrado al pasado siempre con un título de “ex” precediendo las funciones realizadas con anterioridad para tener notoriedad en los años por venir e incluso de por vida.
Un puesto de gran significación en el cual no tendría gran cosa que hacer.
Por mucho tiempo contemplaba las ventajas y privilegios que obtendría, los elevados salarios, las exoneraciones, los gastos de representación y todos los parabienes relacionados con solo ir a dormir un par de horas en cada sesión y luego levantar la mano para la aprobación de cualquier proyecto de ley según las indicaciones expresas emanadas de su partido.
Siempre estaría presentándose por la televisión rodeado de gentes notables e importantes, con viajes al exterior que saldrán de su condición de legislador, pasaporte diplomático para él y toda su familia y lo más importante, la elevación de su salario, estipendios y gastos de representación estarán garantizados por ellos mismos, que son quienes hacen las leyes.
Podría caminar a sus anchas por todo el país haciendo lo que le venga en ganas, para eso dispondría de una denominada inmunidad parlamentaria.
Todo se fue abajo por no contar con los votos suficientes que le darían la diputación. De todos modos se olvidó de aquello y decidió estrechar sus relaciones con el Presidente.
Se había hecho de una fortuna cuando los perros se amarraban con longaniza y todo era posible de hacer, con ocultamientos, conciliábulos, asociaciones ilícitas y apropiaciones forzosas sin ofrecer explicaciones a nadie.
Era fácil cortarle la cabeza a cualquiera en medio de la confusión reinante a finales de la dictadura, que a pesar de los años, todavía tenía vigencia en el contexto de la naciente democracia.
Ahora se trata de mantener esa fortuna surgida en momentos de discordia, en la actualidad legalizada y establecido él como un hombre de trabajo que nunca le ha quitado un centavo a nadie y de cuya seriedad tampoco se puede dudar.
Evidentemente, todo lo pasado nadie lo recuerda. Con las pretendidas actitudes de benevolencia repetidas en la comunidad, su aureola de ángel de buena voluntad estará por encima de cualquier duda.
Había pasado por la universidad sin que la universidad pasara por él, calentando la banqueta lo suficiente para darse a conocer en el medio. Lo importante eran los resultados, posteriormente, cualquier título lo honraría a él, no a la profesión por la cual se le reconocería.
Además, no entendía la necesidad de dedicar tanto tiempo al estudio, ni a los libros, ni a las actividades académicas. Algunas compañeras edificaron una sólida y honrosa carrera utilizando los recursos de la seducción, de favores sexuales y cualesquiera otros disponibles.
De igual modo empleaba la habilidad, la sagacidad y los contactos pagando a quien le sustituyera en las pruebas, gestionando la compra de exámenes y de ser posible, sobornando profesores para lograr una buena calificación en las asignaturas.
Se manejaba con influencias en las instancias de decisión universitarias, anteponiendo el cabildeo político a todos los niveles para salir beneficiado.
− “Lo primordial es ser político, saber buscársela, todo lo otro es pérdida de tiempo”. Le explicaba a todo aquel con quien conversara, como una de sus normativas de vida.
Permanentemente ha criticado a estos políticos de hoy en día, que no han tenido el coraje para meter a cualquiera en cintura y poner las cosas en su puesto, solo hablando de transparencia y de democracia.
Por esa razón se decidió a meterse de lleno en la política, un hombre con coraje de más, de tomar decisiones al momento y lanzarse al ruedo incluso cuando las situaciones en caliente lo han exigido.
Pero también porque no hay un escenario más fácil y más conveniente para mantenerse con poder, prestigio y dinero que estando relacionado con la política, de otro modo el camino es largo y difícil para enquistarse socialmente.
A pesar de todo, en la política se requiere andar en puntillas jugándose la cabeza y cuidándose al mismo tiempo.
Aprendió de estas cuestiones mucho tiempo atrás, al lado de tantos que no supieron nadar y guardar la ropa, lo que les hizo salir del país con la sábana por un canto con lo poco de dinero que les quedó después de haber caído en desgracia. A otros les tocó saborear las frías paredes de los calabozos por unos cuantos años y después fueron objeto de vergüenza y señalamiento públicos al salir en libertad.
Por eso había que estar al lado del Presidente, metido de lleno en el partido en la dinámica política, mostrando lealtad donde pudiese haber perspectivas de futuro para lograr mantenerse, sorteando las zancadillas para salir airoso y aliado de quienes ofrezcan perspectivas de poder en cada coyuntura.
Estas claves de la política las aprendió observando detenidamente al Presidente, un hombre que escuchaba a todo el mundo pero hablaba poco y sonreía sólo cuando fuese necesario para reflejar la imagen de un ser sobre natural por encima del común de los mortales. Siempre quería aprender lo suficiente para mantenerse por tanto tiempo como él con una larga vigencia política.
Aunque no había salido electo diputado no perdía las esperanzas de estar de lleno en las instancias de poder, ese era el secreto de mantenerse vinculado a la actividad política de su tiempo:
− “Nunca te apartes ni te desvincules, siempre hay una oportunidad para insertarse.”
A pesar de todo, mantenía siempre presente la promesa de un cargo público que le había hecho el Presidente mucho antes de salir electo.
No había tenido contacto con él después de las elecciones pero su furor y su entusiasmo crecían cada vez más con la aproximación del día para la toma de posesión del futuro mandatario y la palabra empeñada del Presidente le confería la seguridad absoluta de que estaría de hecho en el gabinete.
Repetía con satisfacción a compañeros y amigos:
−“¡Ya estamos en el poder, ya ganamos!”.
Sus gestos habían cambiado, había mandado a poner una posta de vigilancia al frente de su casa y su vehículo lo sustituyó por uno de tracción 4 por 4 al que le tintaron los cristales para ocultarse de la gente.
Su aire de superioridad como predestinado para la política se incrementaba por el ascenso de su partido al poder.
Para un político lo primordial es darse importancia, pero también mantener la distancia con la finalidad de evitar que esos menesterosos de la calle intenten acercarse a su casa en busca de reclamos a tantas e innumerables promesas que había formulado en tiempos de campaña.
Había oído de la transparencia en política y sonreía con cierta socarronería. Se manejaba con la expresión de otro viejo líder:
− “¿Cuándo la política ha sido transparente? Transparente ni los cristales de mis espejuelos”.
Instruyó a su escolta para acompañarlo a cualquier lugar, hay que tomar en cuenta la seguridad.
− “Esos infelices por quienes uno se desvela son capaces de cualquier cosa”. Decía frecuentemente.
Se había acostumbrado a estar en ascuas continuamente como en los tiempos difíciles y por encima de todo, al acecho del enemigo:
− “Por más insignificante que sea hay que pensar siempre en el enemigo. No se puede uno confiar, el enemigo puede ser cualquiera, hasta quien uno menos se imagina”.
Ese modo de pensar le hacía ver al enemigo hasta en la sopa. Era precisamente lo que le había conferido la habilidad para tirarse al ruedo de la política, pero en definitiva no le funcionaba del todo cuando se trataba de concebirla como una actividad en beneficio de sus semejantes.
Su asistente le había cambiado el número del teléfono portable para evitar que la adulonería de los amigos y conocidos le hiciera la vida imposible buscando a través de él puestos y prebendas.
− “Hay que saber cuándo buscar a los amigos con la finalidad de utilizarlos y cuando sacarles los pies, si la ocasión precisa de ser necesario”. Recordaba como una de las máximas de la manipulación política manejada por otro de sus líderes preferidos.
De su líder había aprendido a saber contener los impulsos, a mantener la ecuanimidad y a sonreír con una muestra cínica en los labios, aunque estuviera lleno de rabia por dentro y quisiera estallar haciendo desaparecer a quien tuviera por delante.
Todo lo iba arreglando con el más mínimo detalle, su porte, su apariencia. Tendría que acicalarse con esmero para aparentar la estirpe de un funcionario del Presidente, hasta a su mujer la había instruido cómo debía arreglarse y específicamente buscar con dedicación el vestido que debía llevar en la ceremonia para la toma de posesión del cargo.
A sus hijos les dijo también como debían comportarse, insistiéndole específicamente a su hija mayor de qué modales asumir en cada ocasión, qué estilo usar al caminar y sobre todo la observación de no juntarse con toda clase de gente mundana en la universidad.
Posteriormente en su condición de funcionario buscaría la manera de cambiarla a otra de mayor prestigio o de enviarla, a través de una beca cabildeada por él debido a sus conexiones como miembro prominente del nuevo gobierno y pagada por el Estado, a una de esas renombradas universidades norteamericanas.
Sentía por dentro una gran efervescencia, una sensación de victoria y poder. Su euforia se la debía al triunfo logrado, se sentía parte del partido y parte del éxito ganado en las elecciones. A veces se le escuchaba decir cuando estaba en el baño:
− “¡Ya ganamos, ya ganamos!”.
Su caminar era diferente, sus poses eran casi las de un mandatario. En definitiva, ya olía a poder y como era de esperarse el poder era para ejercerlo con sagacidad y astucia, pero también para beneficio propio, de lo contrario ¿de qué valdría tanto sacrificio?
Los días se acercaban para la toma de posesión del Presidente y su afanar crecía con la disminución del período de tiempo en que definitivamente su líder ocuparía las funciones de Jefe de Estado.
No sabía en que específicamente, pero siempre recordaba la promesa del Presidente de nombrarlo en una posición importante en su gobierno. No había tiempo que perder.
Podría ser un cargo de poca importancia en su provincia de origen. Pero no, no creería que un hombre como él con tanta cercanía al Presidente, que se las ha jugado todas al interior del partido cabildeando y buscando el apoyo soterrado a las posiciones políticas del Presidente, un hombre que ha demostrado a carta cabal el dominio de las tácticas y las estrategias, las proclamas y las contra proclamas, que se ha lanzado al ruedo de la política a lo que sea, el Presidente le saldría con una designación de segunda categoría.
Le gustaría un cargo en el exterior, pero aparte de que él sabe a conciencia que no sirve para esos menesteres, no va a dejar sus negocios y sus haberes abandonados para irse a un país donde no conoce el idioma, ni la cultura, ni las costumbres, ni tampoco sabe de esas cosas de estar el día entero tomando vino y discurseando con palabritas bonitas en salones perfumados.
Su capacidad está en mandar y en hacer las cosas que le diga el Presidente.
Pensaba en voz baja:
− “Lo menos que me puede nombrar el Presidente es como Secretario de Estado de cualquier dependencia.”
Por momentos contempló la posibilidad de los institutos armados, pero estos políticos de ahora han complicado tanto las cosas, que a un hombre como él que pasó por las filas le criticarán el volver de nuevo a ponerse el uniforme. Para no crearle problemas al Presidente, lo mejor es dejarle en libertad para que lo nombre en el puesto más conveniente.
− “Pero eso sí, a mi me nombrarán como Secretario, eso no cabe la menor duda. Mi preparación, mi capacidad, mi don de mando, mi sacrificio por el partido, un hombre leal al Presidente y capaz de hacer lo que sea, no creo que vaya a nombrarme en un cargo menor”. Decía con determinación.

En varias ocasiones, su mujer lo sorprendió frente al espejo haciendo galas de su don de casi Primer Ministro, como se manejaría con los medios de comunicación y como dictaría las ordenes en consecuencia de su alta investidura.
Su cara adusta, seco, rígido, haciendo galas de poder y de decisión, olvidaría esas sonrisas y caras bonitas utilizadas durante la campaña. El tiempo para congraciarse con el pueblo había terminado, en lo adelante no tendría compromisos con nada, ni con nadie, tan solo con el Presidente.
No le importaba sin embargo que le sorprendieran en estas poses, era imprescindible ensayar todos y cada uno de los detalles necesarios para asumir tan alto cargo, los cuales incluían también los pormenores de su ministerio.
Había seleccionado entre sus familiares y amigos, quienes ocuparían los distintos cargos de su dependencia.
Sabía de antemano quién sería su secretaria particular, la esposa de su mejor amigo fallecido algunos años atrás, alguien a quien conocía desde la infancia en la escuela primaria y se trataban como hermanos.
En sus momentos de dificultades familiares y personales acudía a su casa, ellos conocían de sus sentimientos y sus andanzas, eran sus seguros confidentes.
Le convenía la viuda como asistente, así su mujer nunca sospecharía de sus amantes, sus queridas y sus enredos. Un poco cerrada de carácter y de poco hablar, asistía religiosamente a la iglesia los domingos. Después de la muerte de su esposo se había dedicado en cuerpo y alma solamente al cuidado de sus hijos.
No cabían dudas de la asidua compañía de su chofer a cualquier lugar. En tiempos de tragos y parrandas sabía los sitios que frecuentaba y todo el itinerario a seguir. Solo una señal bastaba para dirigirse como siempre a una de sus citas acostumbradas.
Fue colocando uno por uno a sus cercanos colaboradores en todas las posiciones de una Secretaría de Estado.
− “En fin, tanto que hablan de nepotismo. A quien voy yo a nombrar en los puestos públicos si no es a mis amigos y allegados. Para que soy yo el funcionario con poder que ha nombrado el Presidente”. Afirmaba de manera concluyente.
En una pequeña libreta que guardaba en uno de sus bolsillos, anotaba los nombres de cada uno de sus subalternos y al lado, las funciones a desempeñar en el ministerio que esperaba le asignaran.
Había calculado también como incrementaría su fortuna, como se haría la sobre valuación de las compras y suministros, como se conseguiría el dinero a través de las comisiones, que mecanismos utilizaría para beneficiarse del tráfico de influencias, de qué forma se harían los sobornos, como se ocultarían las expropiaciones.
En definitiva, como se realizarían las operaciones de dolo y peculado, cohecho y prevaricación, sin dejar rastros que permitan a auditores estatales o privados encontrar el hilo conductor del trasvase de fondos de la dependencia bajo su mando a su fortuna particular.
Con la asesoría de contadores expertos en el arte de mantener dobles registros contables, llevará por un lado las partidas con sus ganancias personales y por el otro las concernientes a su dependencia.
Podrá aparentar lo diáfano, pulcro y sincero de su gestión en el manejo de los fondos públicos enseñando a la ciudadanía las cuentas que a su conveniencia reflejen su discreción y el seguimiento a todas las normas jurídicas y administrativas.
Entre su círculo de entrañables amigos descansa la confianza y la confidencia. Acudirá donde ellos, propietarios algunos de firmas conocidas y compañías establecidas, con quienes se harán las contrataciones grado a grado sin necesidad de concurso ni licitación pública.
Ellos le guardarán sus comisiones por tantos años como sea necesario para no levantar sospechas. Si surgieran algunas críticas, esperará hasta cuando las aguas vuelvan a su nivel después de haber salido del gobierno y entonces podrá cobrar el fruto de su esfuerzo incluyendo los intereses devengados por el tiempo transcurrido.
Una vez sentado en el sofá de la sala de su casa se encontraba a solas meditando de manera relajada. Se estrechaba las manos con los dedos entrecruzados como si en efecto amasara la fortuna a obtener una vez terminado el período de gobierno que todavía no se había iniciado.
Posteriormente nadie podrá cuestionarle sus abultados haberes adquiridos con tanto trabajo, esfuerzo y sacrificio. Cuatro o cinco años antes ya los había declarado como suyos.
De aparecer algún cuestionamiento en cualquier medio de comunicación no habría inconvenientes, se hablaría de él por algunos días y después todo caería en el olvido.
Si en caso extremo algún opositor al gobierno lo sometiera a la justicia buscaría la forma de arreglar las cosas de la mejor manera posible, hasta comprando algunas sentencias si fuese necesario. La máxima popular “por la plata baila el mono” la mantenía constantemente presente en su mente.
El rumor público que cuestione su honestidad será el parecer particular de cada quien y por más fuerte que sea no pondrá en peligro su posición. Nunca pensaría renunciar al puesto que le asignará el Presidente.
El poder no se negocia, lo había aprendido con el viejo líder que se mantuvo por encima de la cabeza de todo el mundo por tantos años.
− “Esta posición me la dió el Presidente. Como funcionario del Estado, de aquí no me sacará nadie.” Sería su estrategia defensiva.
Sonreía cuando le hablaban de la relación entre ética, moral y política de los funcionarios públicos, conceptos que muy bien se aplican en algunos países europeos, pero en el país su nombramiento tenía por finalidad hacerse de lo suyo.
La justicia es débil y parcializada dependiendo de los gobernantes que estén en el poder, además, los hechos no tienen continuidad en el tiempo. Lo ocurrido hoy en el país, mañana nadie lo recuerda.
Algunos políticos iguales que él ya le habían dicho antes:
− “Este pueblo olvida rápido, es como si perdiera su memoria histórica, entretenlo con chismes y tonterías, entrégales regalos y bolsitas conteniendo comestibles, reparte aguardiente y ponle música y algarabía para que se diviertan, trátalos como hordas hambrientas, salvajes y desadaptadas”.
Pensó en la futura residencia que se daría: una humilde casita de varios niveles con todas las comodidades habidas y por haber, jacuzzis importados del extranjero, totalmente revestida en caoba centenaria, mármol y losetas italianas, con canchas para deportes y piscinas al aire libre.
Definitivamente, un hombre del Presidente no puede vivir en cualquier lugar que no esté a la altura de su investidura, tiene que destacarse como alguien importante, diferente y exclusivo.
Después, sacará el tiempo para reunirse con diseñadores, ingenieros y arquitectos para trazarle en planos y bocetos la mansión de su gusto, con diseños únicos y diferenciados de todos los existentes en el país, semejando modernistas estilos de vanguardia que todos querrán imitar.
La dependencia bajo su cargo necesitará de un jet ejecutivo para los viajes particulares del incumbente y ¿por qué no?, un moderno yate con todos los lujos habidos y por haber para sus paseos familiares, recrearse con sus amigos y amigas en alta mar bajo los influjos del sol y la naturaleza, apartado lo suficiente del bullicio, de la mediocridad del ciudadano común.
Con los amarres de que dispondrá en el Consejo de Administración, manipulará por lo bajo como en las reuniones al interior del partido, negociando con los representantes de los partidos contrarios, sobornando donde haya que hacerlo, comprando conciencias como se pueda y enajenando parte de los activos y bienes bajo su administración si fuese necesario, para lograr de éstos la aprobación de las disposiciones pertinentes, amparadas en la convicción de una necesidad de ahorrar tiempo para los viajes al exterior del ministro titular y por otro lado, del vínculo y el apasionado interés de su dependencia en las cuestiones medioambientales, desplegando un desvelo especial por la protección de la naturaleza, la investigación de la fauna y el ecosistema submarino.
Lo otro es solo cuestión de esperar que estos aparatos dejen de llamar la atención y luego pasen a su emporio particular. Apartados de la vista del público por un tiempo considerable, una vez remodelados, pintados y con nueva matriculación nadie se recordará de ellos.
Se propuso resolver el problema de los lugares en los cuales pueda tomarse cierto esparcimiento. Un funcionario de su categoría necesita relajarse tomándose un merecido descanso y esos resorts, hoteles y villas turísticas lo exponen a la vista de todo el mundo.
Comprará algunos apartamentos en las más altas, lujosas y modernas torres que se elevan por toda la ciudad en los cuales alojará a sus chicas preferidas, con quienes encontrará cierta paz y reposo desde las alturas, alejado de la muchedumbre.
Se detuvo a analizar cómo establecería contactos con quienes manejan esas sustancias llamadas controladas para enriquecerse de manera rápida, oculta y sin dejar rastros. Pero para esto hay que jugárselas el todo por el todo, saber muy bien con quien juntarse, obtener estrechos y seguros contactos en diferentes instancias de poder tanto en el país como en el exterior y lo más importante, no exponerse demasiado, porque si se le vincula aun por rumores, ya el pueblo le condenará y nunca dejará de señalarle con el dedo acusador donde quiera que se encuentre, aunque jurídicamente y supuestamente no haya nada que probarle.
Les había escuchado a ciertos eruditos decir: “la mujer del César no solo tiene que ser seria sino también demostrarlo”.
Ponía en dudas estas reflexiones. En primer lugar, nunca las había entendido a cabalidad y en segundo lugar, no le importaba lo que pensaran de él.
De todos modos, no creía necesario calentarse demasiado para evitar que los rumores lo condenen.
En verdad, no sería tan apropiado mezclar demasiado las cosas. Un hombre caracterizado siempre por dar la cara, se atrevería a afirmar incluso que el Presidente metería la mano por él en cualquier circunstancia. Aparecer ante los ojos de todo el mundo como una persona ligada al bajo mundo, tirando por el suelo su bien ganado prestigio, su honor y su seriedad no sería conveniente.
Todo se convertía en un proceso complejo, tormentoso. Posteriormente, una vez el dinero se haya obtenido, tendría que proceder a lavarlo y no precisamente con agua y jabón.
Mejor se decidió por buscarse lo suyo usando los métodos tradicionales que había aprendido desde mucho tiempo atrás, los cuales le permiten nadar en sus aguas sin dejar rastros ni señales, ni tendría cola que puedan pisarle.
− “Conviene más aumentar la fortuna para luego aparentar una gran honradez y no cerrarse los caminos en todas las direcciones”. Planteaba con determinación la que sería su estrategia de futuro.
A pesar de todos los análisis realizados, dejó abierta esa posibilidad en la perspectiva de enriquecimiento, entendiendo que cuando se está metido de lleno en la política, todos los caminos son posibles de transitar.
Trataba de localizar a uno de esos abogados quienes habían torcido el curso de su profesión, que los postulados del derecho los había inclinado para otro lado de conveniencia personal o económica; especialistas en legalizar lo ilegalizable, en esconder las evidencias y presentar las que mejor convengan al caso.
En definitiva, encargados en trastornar documentos para mostrar ante el pueblo profano la diafanidad, transparencia de sus bienes y la buena voluntad de un ilustre ciudadano como él.
Con otros profesionales del derecho proyectará unas cien o doscientas veces la cantidad de sus activos y haberes personales a través de una tal declaración jurada de bienes, que ahora se ha puesto muy de moda y a decir verdad no le gustaba en lo absoluto. Para qué dar cuentas, si su fortuna la adquirió con tanto esfuerzo en su dedicación a los demás y con tanto sacrificio por este pueblo.
Por último, se concentró en la tarea más importante de todas, la cual consistirá en colocar en un lugar seguro el fruto de la dedicación y el esfuerzo político por este país.
Investigará sobre esos paraísos fiscales cuyos bancos se reservan la identidad de los depositantes. Amigos cercanos le recomendaron abrir una cuenta en Suiza para guardar los dividendos y comisiones millonarias que obtendrá por la firma de contratos internacionales. Le llamó la atención sin embargo, las Islas Caimán, Panamá, las Bahamas, o quizás otro lugar más cercano en el cual pensaría posteriormente, donde no haya la necesidad de trasladarse tan lejos del país.
Había descartado cuentas con esos bancos norteamericanos.

− “Hay que dudar de la forma de proceder de estos gringos, de cualquier quítame esta paja le congelan el dinero de uno en los bancos del norte y hasta le cancelan el visado americano y entonces se pierde todo el esfuerzo realizado en la actividad política”. Razonaba de manera concluyente.
Todo lo analizaba con la mayor frialdad y conciencia posibles. Para una persona como él, con la dedicación de toda una vida al partido, que estará enfrentado a las demás fuerzas políticas y a los enemigos del progreso y la modernidad del país, al acoso permanente de los medios de comunicación; con una agenda por delante de tantos viajes al extranjero en su condición de funcionario visitando lujosos hoteles y hospedado en suites de primera, con el tiempo contado para pasar por sus oficinas a firmar algunos documentos solo para ser visto entrar en horas de la tarde, porque las mañanas son para visitar los medios de comunicación, las plantas televisoras y para asistir a los desayunos, recepciones y almuerzos para explicar las grandes realizaciones que lleva a cabo en su dependencia, no tiene nada de malo cobrarle a la patria sus grandes sacrificios personales.
En cuanto a las noches, están dedicadas fundamentalmente a las reuniones del partido. La vida del partido le da sentido y orientación a la política, es su razón de ser, es la entidad que condujo a la primera posición del Estado a su Presidente y al puesto público que posteriormente ocupará.

En definitiva había pensado en todo y tenía calculado el más mínimo detalle. Era cuestión de esperar solamente los próximos días para la toma de posesión del Presidente y luego éste diera a conocer los nombres de los altos funcionarios de su gabinete.
Se dedicó por su cuenta a propagar los rumores acerca de los ministerios en los cuales le gustaría ser nombrado.
Realizó toda clase de contactos con amigos y conocidos haciéndoles saber lo que anda diciendo la gente sin darles a entender que él mismo originaba estos rumores con la finalidad de que se convirtieran de por sí en una bola de humo, empezara a correr y de buenas a primeras llegara a los oídos del mandatario. El Presidente sabría de quién se trataba y lo tomaría en cuenta como un individuo capaz de ocupar el cargo.
Su designación no la dejaba al libre albedrío, para no ser sorprendido con el nombramiento en un área donde no haya nada que buscar, ni deje los beneficios necesarios para compensar su ambición personal.
Por esa razón, él mismo se encargaba de propagar los nombres de los posibles candidatos a los puestos de la administración pública, incluyéndose como parte de los mismos.
Rumores que llegaban también a los medios de comunicación donde se compra la conciencia de algunos comentaristas y su quehacer es igualado a un signo monetario. Parlantes que reciben lo suyo por debajo de la mesa y se les toca con limón con la finalidad de hablar bien de una persona.
Placenteramente, se amerita saludarlos con un manojo de papeletas y pasarles la mano por el hombro como masajeando el mensaje que se quiere transmitir.
− “Porque si bien te ensalzan, si no le mojas la mano te hunden o al menos no te toman en cuenta en sus comentarios sobre las posiciones y los cargos públicos”. Solía decir repetidamente.
La astucia en política le había enseñado muchas cosas, la más importante extraída del saber popular:
−“Hay que mantenerse siempre donde el capitán lo vea, para que sepan que uno esta ahí.”
Los días se reducían en el periodo de transición para la toma de posesión del Presidente.
Sólo faltaban horas para la juramentación del ejecutivo de la nación y el movimiento por lo bajo era sorprendente.
Los comentarios aumentaban su intensidad con el deseo desmedido de poder de cada quien, ampliando las expectativas de su propia designación en un puesto público.
Los amarres y cabildeos estaban a la orden del día. Todos en distintas direcciones, moviendo las fichas pertinentes contando con este padrino o aquella madrina, con personalidades influyentes en el país, con empresarios y figuras notables de la alta sociedad y de ser posible, con arrodillarse ante dignatarios eclesiásticos de cualquier fe religiosa.
Ya no se trataba de estar en el medio para que lo vean, si no de romper brazos para lograr la designación a través de la influencia del partido, de familiares cercarnos al Presidente, de algún resorte al que sea necesario acudir y en ultima instancia, hasta tocar cualquier tecla existente para lograr el propósito deseado.
Por fin el día esperado había llegado y el Presidente tomó posesión de su cargo en un ambiente de exclusividad en el cual, quienes lo eligieron contemplaron aquel espectáculo solamente por televisión.
La ceremonia contaba con la plena asistencia de distinguidos invitados especiales procedentes del extranjero y presidentes de otras naciones, autoridades civiles y militares, destacados notables, ministros plenipotenciarios, insignes representantes del mundo diplomático acreditados en el país y representantes religiosos de diversas denominaciones.
Se esperaba con extrema atención el discurso del Presidente, que en plena solemnidad expuso sus planes de gobierno, sus criterios políticos y sus propuestas para el progreso del país.
No se olvidaron los consabidos ataques a la oposición, que ahora salía del poder, para tomar distancia de ellos, ni se escatimaron esfuerzos en denostar sus realizaciones. Realzó sin embargo las grandes y gloriosas obras a ejecutar que lo diferenciarán de los anteriores en la moderna historia republicana del país.
Como siempre se refirió a la ecuanimidad, la transparencia, la disminución de la pobreza, la pulcritud en el manejo de los fondos públicos y las consabidas cruzadas anticorrupción de su nuevo gobierno, el desarrollo de la democracia y rebuscados términos discursivos, que algunos interpretarán, alabando tan célebre pieza oratoria y otros concluirán en la descripción del escenario del mejor país del mundo.
Su discurso se fundamentó entre lo que dijo y no dijo, lo que no dijo y se entendió que lo dijo, lo que quiso decir pero no llegó a decir. En definitiva, entre lo que insinuó decir y dejará como tarea de futuro para que el circo de intelectuales y analistas políticos en el país se entretenga por largo tiempo descodificando sus propuestas políticas.
En realidad, al pueblo no hay porqué hablarle clara y llanamente. Hay que envolverle las cosas y enredarle el contenido de las ideas, ahí descansa precisamente la hidalguía, la altura, la transparencia política y la insigne estatura de un Jefe de Estado.
La concurrencia se estremecería por completo con una estruendosidad de aplausos continuos y delirantes de los seguidores del Presidente. Con ligeros movimientos de cabeza de izquierda a derecha en actitud de asombro y apretando fuertemente los labios exclamaban: − “¡Tremenda pieza oratoria!”, −“¡Que galas de dominio del discurso!” y los demás: −“¡Superbo!”, −“¡Magnifico!”, −“¡Excelente locuacidad!”.
Después de las ceremonias de rigor que el protocolo aconseja para tales ocasiones, se daría paso a lo que todos esperaban, la gran incógnita: Quienes serán esos honestos, laboriosos, desinteresados, emprendedores y excelentes ministros que acompañarán al Presidente en tan magna tarea.
Solo faltaban horas para que el Presidente procediera a designar a los miembros de su gabinete.
Las galas se desparramaban por doquier con finos atuendos y perfumes de Paris y New York a la orden del día que colmaban el ambiente con una variedad inimaginable de aromas, compitiendo en suavidad y sutileza entre cada uno de los presentes.
La parafernalia del poder hacía acopio de la gracilidad, del glamour y la frivolidad para tales ocasiones.
Los invitados serían testigos de los momentos en que las grandes decisiones del país pendían de los designios del Presidente.
Las damas se abanicaban como forma de sofisticado donaire para mantener su delicado cutis y el cuidado de su maquillaje. La temperatura en el salón no ameritaba siquiera de aquellos menesteres, sin embargo, era la manera de mantenerse comedidamente con un hablar despacio casi inaudible, para mantener la solemnidad, la discreción y la altura que disimulaba el nerviosismo por conocer definitivamente si ellas o sus maridos saldrían beneficiados con las designaciones del Presidente.

Entre los presentes existía una tensa expectativa, susurraban entre todos innumerables comentarios sobre quienes ocuparían las posiciones del gabinete.
Acompañado de su mujer, luciendo un fino traje de la estampa de un notable diseñador internacional, él contemplaba como se desarrollaban los acontecimientos, simulando conversaciones amenas con falsos ademanes.
Las designaciones de los puestos del nuevo gobierno se efectuaban entre ajetreos y empujones que ni las más avezadas expertas en dislates televisivos de la crónica rosada podrían siquiera imaginarse.

Algunos salían del despacho del Presidente con un entusiasmo que desbordaba todo su espacio y su personalidad radiantes de alegría, como a un niño a quien se le entrega un juguete en el día de los Santos Reyes y no sabe dónde ponerlo. Otros no se veían tan satisfechos por el cargo que les asignó el Presidente.

Todas las expectativas se desvanecían en la medida en que se conocían a los nuevos funcionarios de la administración pública, completándose una por una las distintas dependencias.
Unos en puestos que quizás no reunían las condiciones para tales fines, otras en posiciones en que no serían tan eficientes como si estuviesen en el manejo de su área de experticio, algunas y algunos cuyos nombramientos ya se esperaban venir y por supuesto, una gama de desconocidos que no se sabía de donde diablos salieron, constituyendo la gran sorpresa en el nuevo gobierno.
Cuando todas las funciones de significativa importancia se habían otorgado, quedaba en el ambiente la sensación de sorpresa y amargura en muchos a quienes el Presidente no les tomó en consideración. Mostraban ante todos una ligera sonrisa que en verdad destilaba desamparo y descontento, fingiendo un saludo a los recién nombrados felicitándolos por su designación.
Quedaron sorprendidos, en suspenso, estupefactos, en una espera inagotable que llegaba a su fin y definitivamente su desconsuelo se traducía en quedar fuera del círculo de poder durante los próximos años.
Tanto esfuerzo y dedicación se habían desvanecido. Todo el tiempo invertido y el empeño en la política, en el partido y en lograr el ascenso del Presidente, habían caído al vacío de alguien que se había dedicado de lleno a la política, que había hecho todos los esfuerzos porque el partido llegara al poder, que incluso había dedicado parte de su patrimonio en las campañas y en todo lo que fuese necesario, siempre y cuando la necesidad de la política implicara algún sacrificio monetario.
Pero sobre todo, un hombre que se sentía cercano al Presidente. Sin la necesidad de convertirse en alabardero ni limpia sacos de nadie, porque sabía a ciencia cierta su disposición de trabajo, su dedicación al partido, las prolongadas, extenuantes y acaloradas discusiones en las cuales con su verbo, sus amarres, había logrado la aprobación de propuestas que beneficiaran las posiciones políticas sustentadas por el Presidente. Su defensa del partido de manera pública ante los demás adversarios y en cualquier situación en que se necesitara su consenso, su entrega en las campañas recorriendo palmo a palmo todo el país y su esfuerzo tesonero para que el partido llegara al poder.
Un hombre que había dado su cuota personal al partido sacrificándose por los demás y por un pueblo que nunca agradece, pero sin embargo por eso existen personas desprendidas como él, dispuestas a sacrificarse por su país.
Alguien que se creía ser de los hombres de confianza del actual mandatario, que por ser tan leal y entregado a la política había hecho y haría todo lo que fuese necesario para subirlo de nuevo y por tanto, se había creído la promesa de la designación en un puesto importante de la administración pública que le había hecho anteriormente el Presidente.

Queens, New York
4 de Julio, 2008.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...