domingo, 8 de enero de 2012

El aniversario de una mirada

Eramis Cruz

Desde el día anterior la familia andaba alborotada, yo debía regresar a mi empleo y quise ira verlo al hospital, ya se comentaba que su estado de salud era gravísimo, pero  me negaba, en mi subconsciente, a aceptar que pudiera morir. Alrededor de su cama estaban las hijas, acariciándole la cabeza, con miradas de consuelo. Yo me quedé parado  contra la pared blanca de la habitación. Así a distancia, como si no se tratara de mi propio padre, fue que no tuvimos otra manera de tratarnos. Desde allí me hizo llegar aquella mirada, era algo más que una despedida, era como decir creo que finalmente me estoy muriendo. Tuvimos mucho tiempo para conversar y muchas veces lo hicimos, ahora todo se hacía tarde.
Pero si de algo me he dado cuenta con el tiempo, es de esa manera muy propia que tengo de subestimar la muerte. Uno puede morirse con plena salud, lo puede hacer, inclusive, con una gran alegría, especialmente cuando uno no está consciente de ello. Aquella mirada me hizo comprender que vale la pena preocuparte por la vida, no tanto por le muerte, esa es irreversible, irrevocable y para el colmo, innegociable.  Esa noche, con la fiesta de los Santos Reyes, se despidió, con el mismo silencio que adoraba, un hombre poco comprendido pero amado por la imposición de un enigma que ningunos de su linaje logramos comprender.
Años antes, una noche después del Santo Rosario, nos dio a sus tres hijos menores,  una demostración de fe. Nos dijo que rezaría las “Doce Palabras”, una oración que me impresionó en demasía. Con ella, dijo, que haría alejarse los vientos. De ésta  recuerdo  “La una, el niño en la cuna”. Tal vez fuera alucinación o tal vez fuera real, pero a lo lejos oía los vientos abatiendo la arboleda, sin que llegara al derredor de aquel rancho en medio del fundo maravilloso donde quiso pasar en paz los últimos años de su larga vida.
A todos nos siguen las supersticiones, no tanto por su carácter fatalista o sus premisas de superficialidad, sino por la circunstancia en la que se originan. Todos los que dependemos de las influencias de la costumbre y las tradiciones más que los derivados académicos de la intelectualidad, nos vemos obligados a recurrir a esos elementos improbables que forman parte de la memoria colectiva y de las imagines que identifican a nuestros antepasados recientes.
Resulta contra productivo y a veces ambivalente o dilemático que en el presente nuestros engendrados sean tan distraídos de aquello que fuera piedra angular de tan solo unas décadas, que pasaron casi desapercibidas entre los dimes y diretes en los medios y en el vaivén de los barcos que transitan las aguas turbulentas de las políticas de nuestros países, que intentar establecer identidad y renunciar a influencias extrañas para los de abajo.
Fue que después de la Revolución de Abril, y de las matanzas de quienes fueran la inspiración de las futuras generaciones y que se procediera inclusive a camuflar sus sueños, casi todos nosotros nos convertimos en amantes de la libertad cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Entonces nos resultó inaceptable aquello de que “a Dios rezando y con el mazo dando”. Parece que al final y con los años, aquello del Socialismo del siglo 21, muchos se dieron cuenta que a los viejos, nadie lo moverá de sus creencias en el más allá. Luego uno también comprende que no es cuestión de bla bla.
No más le dije a la vieja que me iba para Nueva York, y fue corriendo a casa de Vía para que Mimí obedeciera su dictado y escribiera una oración que me protegiera del Diablo y sus aliados. Debo decir que hasta el día de hoy la oración a dado mejores resultados que las predicciones de Walter Mercado.
La oración se titula “Ensalmo y oración al gran poder de Dios”. Dice líbrame del arte diabólico, demanda que mis enemigos sean amarrados de manos y pies con los mismos cordones que ataron a Jesús, ruega sea librado de una bala vigorosa y de toda arma cortante. Uno se ofrece a los 47 ángeles del cielo para que mi persona no sea encarcelada ni mis venas interrumpidas, pide que mis enemigos no me persigan, que ojos tengan y no me vean, manos y no me cojan, pies y no me alcancen, y si pensamiento tienen, en mi no piensen.
Hay que ver la oración completa escrita sobre un papel de cuaderno escolar. Por 35 años en el bolsillo trasero de mis pantalones, no se ha mojado, no se ha roto, no se ha perdido, no sé cómo la joven, usando un lapicero de tinta azul, jugó con ambos márgenes, para usar exactamente el número de líneas de la hoja de cuaderno, ya que estoy seguro que Mimí no se sabía la oración, y luce como el primer día. El pedazo de papel se ha convertido en una reliquia personal porque quien dictó la oración y quien la escribió sobre el papel ambas murieron.
El referente a “Las doce palabras” y que era una por cada hora del día, invocada por Luis López Cruz, de pie frente a la mesa de su rancho, como la del “Ensalmo al Gran poder de Dios”, dictada por Ramona Henríquez con paciencia y con la seriedad de un asunto de vida o muerte, hace a uno recordar como nuestros mayores se sabían estas oraciones de memoria, y que  grande era su fe.
Yo sigo pensando que “el mundo se acaba para el que se muere”, y que todavía” hay mucha tela por donde cortar” pero uno le debe mucho respeto a sus padres, estén estos vivos o muertos, no hace ninguna diferencia. Sabemos que hay muchos hijos inconscientes y desconsiderados, que no aceptan los desquicios de los mayores con relación a las nuevas normas de vida de sus hijos, pero como decían también nuestros mayores “amor no quita conocimiento”, y tanto el uso como el abuso contra los mayores debe ser castigado con los rigores de la ley.
Uno lo comprende mejor si tiene la oportunidad del infortunio del destino, y percibir una última mirada que nunca logrará descifrar pero tiene la capacidad de una dosis contra el olvido del amor compartido en el curso de la vida.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...