Eramis Cruz
No hace mucho tiempo el sistema le sacaba ventaja a las dictaduras cuando un dictador podía monopolizar el Estado en favor suyo y sus familiares, incluyendo sus allegados políticos. En la actualidad el llamado proceso de desarrollo sostenido se alimenta del libertinaje, el crimen organizado o no, porque un pueblo aterrorizado, con miedo de salir a las calles ve obstruida su libertad y sus derechos. Ellos lo saben y por eso no se preocupan por corregir el problema, pasa en muchos países, pero México es ahora el peor. Es difícil creer que el Estado con sus fuerzas armadas y otros recursos no pueda con las pandillas de muchachitos armados, pero cuando es el pueblo el que protesta, entonces si sacan sus tanques y sus ejércitos y policías, incluyendo a los calieses del servicio secreto y mercenarios al servicio de la CIA, como pasa en Egipto. Y por eso es que no hacen nada, porque les conviene que el pueblo viva con miedo al tigueraje, no olviden cómo Balaguer fue tolerante de la Banda Colorá, que no parece avergonzar a sus defensores, del mismo modo que Leonel Fernández es tolerante del tigueraje armado que mata por un celular a cualquiera. Claro que los intercambios de disparos en las esquinas por guardias y policías, es un modo de legalizar la situación, creen tener licencia para matar, como forestaros de películas del oeste.
Se sabes muy bien que el problema afecta directamente a los barrios marginados y sectores populares, no a los privilegiados de la clase alta, con algunas excepciones, que en la mayoría de los casos son de carácter conspirativo o del tráfico de drogas por los que hacen dinero que luego limpian en los bancos propiedad de accionistas de sacos y corbatas. Será mejor que hablemos claro. Es de esta manera que todo un pueblo resulta intimidado por grupitos criminales. La única razón por la que el Estado existe es para proteger y garantizar el bienestar general del pueblo, pero los ricos, los grandes empresarios, los mafiosos, y todo un conjunto, protegido en las instituciones, y valiéndose de la personalidad jurídica de éstas, usan el Estado para garantizar sus beneficios y tener control para hacer perpetua esa condición de poder.
La frustración social de mucha gente también contribuye con la violencia pandillera y el tigueraje, porque no hay empleos para los recién graduados, y los corruptos gubernamentales son ejemplo del decoro, mientras el tráfico de influencia debilita e invalidad el papel de las instituciones y la inviolabilidad de los derechos constitucionales. Algunos terminan resignándose a los que Dios quiera y se protegen con una manta fatalista reafirmado que la que está para uno no se tuerce y que cada cual viene al mundo predestinado para lo que sea. O como decía me padrastro “que lo cuaito poquito no son de nadie” y así justificaba una buena borrachera con su ínfimo salario.
Lo que más moleste es, es se quiera pasar gato por liebre, cuando se quiere tildar de terroristas a los trabajadores indocumentados, para disfrazar sus ataques a los económica y socialmente vulnerables a unas leyes de inmigración mal aplicada la cual se niegan a modificar, un referente a esta situación son los haitianos en nuestros país, y los latinos en Estados Unidos. Este país no está exento de esta situación con los que ocurres en las grandes ciudades y en los residenciales públicos.
Por eso es que los ciudadanos de un país, debe salir de la ignorancia y ganar conciencia, esa que no se consigue con la educación formal porque ella también está controlada por el estado. Lo mismo pasa con los medios de comunicación y con las iglesias o mejor dicho el clero. Pero como dijo Lincoln, no es posible engañar todo el pueblo todo el tiempo. Hoy cosas que no se tumban pero terminan cayendo por su propio peso.
El avance de la historia no es un círculo vicioso, y muchos que lo niegan porque no les conviene compartirlo. Toda lucha social es una lucha económica, aun este influida por otros factores y formulas. La violencia de las pandillas y el tigueraje es un obstáculo, expresivo fiel de la crisis producto de un mundo globalizado carente de muchísimas definiciones, que tarde o temprano terminara en una confrontación de fuerza. Los sectarios que se disfrazan con el término diafanidad, ignoran que el pueblo siempre tiene la razón.
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