jueves, 2 de diciembre de 2010

La mentira, certeza de un tiempo sin valores

Un artículo de Benjamin García

“Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” dice Serrat en una de sus canciones.

La mentira, como instrumento mediático, se ha instalado en nuestra cultura. Miente el padre ante el niño, enseñando a este a afilar sus garras, el amigo que se justifica, el mendigo que pregona una enfermedad para despertar la misericordia, el rico en su trinchera de intereses. Miente el pobre de dignidad y el político sin principios. De tanto mentir, hasta el Cura miente.

Miente, ante el micrófono indefenso y el público hambriento, el comentarista a sueldo. La secretaria sin respuesta ante un reclamo urgente, el mensajero que desvió la diligencia. Miente el gerente para quedar bien ante el superior inmediato. Miente el marido debajo de la sábana, la amante envuelta en la mentira sin escrúpulos del amante. Y mienten porque creen que la fortuna es del momento y no de la eternidad.

Y así vamos, conquistando adhesiones sin fundamento, ganando espacios carentes de bases. Instrumentando un mundo sobre cimientes poco confiables. La oposición política presenta cifras para llorar, que colocan la nación al borde del abismo. El gobierno hace lo suyo describiendo un panorama de abundancia y optimismo. Y el pueblo escucha, incrédulo, “chivo”, de tanta estafa disfrazada de gloria.

Porque el veneno, aunque envasado en recipientes de calidad, siempre será veneno. Pócima para la derrota y el miedo que pretende vencer, pero del que siempre pierde, porque lo muerde la duda. Porque una mentira nunca podrá construir la fe aunque la sirvan en vasija de oro.

“Mentiras piadosas, a veces cargadas de bondad” me decía un amigo. “Pero es que nada justifica un engaño”. Y ahí quedamos, convencidos de que aún cuando con ella evitamos males mayores, es mejor establecer con claridad la situación sin dejar resquicio de dudas, que marcada la distancia, hacen más daño que el que se pudo evitar con la “mentirita”.

Piadosas llama Sabina a aquellas que pretenden ocultar una verdad muy dolorosa y es preferible vivir feliz en el engaño que amargado ante una realidad irremediable. Pero no. La mentira esclaviza, la verdad libera. Y es mejor asumir la vida desde esa premisa liberadora.

“La verdad es un grito perenne, la sabia conquista de la vida y de la muerte. Nace en la mirada, en la rutina, en el amor, en la entrega. Se nos descubre pesada, y no tenemos la fuerza para soportarla. O liviana, entonces es tan ligera que nuestra conciencia no la tolera. Por eso es tan desgarradora”. Esto dice el Artesano de Sueños, personaje que luego conoceremos en estas entregas.

La verdad está ahí, ineludible, flotando como el colcho, que así nos enseñaron, cuando el abuelo era un templo. Y siempre estará mejor vestida, que una mentira que para la ocasión luce sus mejores galas.

Al camino de la mentira siempre habremos de volver a recoger el cieno donde se ocultan las espinas del desconcierto. Volver porque el peso en la conciencia no nos deja vivir en paz. A intentar descubrir, de ser posible un resquicio donde enterrar el remordimiento. En cambio, el camino de la verdad es transparente y cuando se transita, aun con el miedo natural a la realidad lacerante, nos habremos de sentir redimidos.

Y para los que llevan anotaciones, como colofón y catarsis, dejo establecida mi gran verdad: “También yo he sabido mentir”.



Benjamín García

Dic. Del 2010

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