Eramis Cruz
El sentido de si mismo, la falsa percepción del individualismo y la creencia de que somos semejantes a los dioses, nos ha transformado en seres indiferentes. Ahí nos ha llevado la vida en un mundo globalizado en el que la banalidad se antepone a los grandes valores que han de servir de soporte a las relaciones humanas.
El año 2020 entró cargado de optimismo, especialmente para aquellos con un promedio de ingreso superior a la línea de pobreza, mucho mas optimista para quienes tienen ingresos superiores. La economía se perfilaba con buen índex para algunos países. La tecnología ofrecía facilidades increíbles hace unas décadas. Antes de los tres meses se despertó un gigante pequeño que tiene temblando a las grandes potencias mundiales, comenzó en Wuhan, China, en pocos días se extendió por los países del mundo, poniendo de rodillas a los Estados Unidos, Italia, España, y otros tantos países.
Este virus es una infección que se puede propagar de persona a persona con gran facilidad. Por eso, para ser eliminado es esencial que la persona se mantenga alejada una de la otro. Como siempre sucede con los eventos extraordinarios, después de Coronavirus la vida no será la misma, y nos veremos compelidos a entender que el vecino o el desconocido no es nuestro enemigo sino nuestro más eficiente colaborador. De repente nos damos cuenta que hay cosas que no podemos comprar con dinero, sino con la buena voluntad para vivir como comunidad.
El virus se convirtió en pandemia en cuestión de semanas, por su morfología fue conocido como Coronavirus. Llegó matando seres humanos y dando lecciones de que la exclusión o la discriminación no tiene sentido, especialmente si los humanos tenemos características que nos definen como iguales. El Covid 19 no rechaza a nadie por ser blanco, negro, alto, bajito, rico o pobre. Lo que menos le importa al Coronavirus es como la persona piensa.
De repente nos encontramos como en los tiempos de la caverna, buscando la manera de sobrevivir, luchando contra un enemigo común que se ha coronado rey y que infecta como castigo y mata como condena. Será un capitulo de nuestra historia que les enseñará a las futuras generaciones que para seguir adelante la humanidad, en su expresión más simple, la comunidad y la familia, necesitan llevarse de las manos para vivir preparado para enfrentar cualquier tipo de pandemia que amenace lo que con trabajo se ha conseguido.
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