domingo, 23 de febrero de 2020

Una mirada ancestral desde los rascacielos



Eramis Cruz

Cuando uno tiene maravillosas memorias calentadas por la superficie del asfalto o refrescadas por el rocío del amanecer, siente que son como murmullos torrenciales que no aceptan el silencio. Es un privilegio haber nacido en mi propia calle, haber jugado con las piedras purificadas de los patios, en

vez del plomo en la pintura de los apartamentos, haber tocado la nicotina de las pipas carbonizadas de mis abuelos, en lugar de las metralletas que cuelgan a la pared de muchos hogares estadounidenses o en los cintos de civiles y militares en los países del llamado “desarrollo sostenido”. Proceder de una isla en la que sus reservas petrolíferas aún no han sido tocadas por el agresivo capitalismo neoliberal, ofrece la frescura de un tiempo amenazado por la explosión expansiva de una invisible exterminación de los géneros.

Somos el producto de una transición demográfica sin ton ni son, que etimológicamente no establecía diferencia significativa entre una familia urbana y otra campesina, y si alguna ventaja era notable la balanza se inclinaba a favor del campo por múltiples factores. Acrecentó el residuo de esta división la concatenación de los cinturones de miseria, que no ha sido posible combatir a consecuencia de las limitaciones del sector asalariado, especialmente del que depende del trabajo informal, que no le permite cumplir a cabalidad con los acápites de una sociedad moderna, y podemos decir que hasta civilizada.

Como el hongo del desecho podrido, emergieron los residenciales, y siguen en auge, pero no son el producto del trabajo honesto de inversionistas y empresarios, sino del dinero fácil de bandoleros y mafiosos de cuello blanco, ante la tolerancia de la disfuncionalidad del estado y las instituciones públicas y privadas.

Pero algo tenemos que reconocernos los humanos desde el principio de los tiempos, cuando teníamos la caverna como el lujo más preciado para protegernos de las adversidades propias de los primarios, es la capacidad para sobrevivir y hacer posible la continuación del homo sapiens. No importa la época ni el sistema, al extremo que hoy nos vemos compelidos a luchar contra nosotros mismos con el fin de regular los impulsos egoístas que llevamos en los genes.

Este referente define las actitudes de los megalómanos, magnates como el presidente Donald Trump, a quien no le importa el precio que se pague a cambio de conseguir la consolidación económica de su nación en detrimento del resto del globo y para hacer más ricos, a quienes ya lo son en demasía. Delante de la catástrofe, corre como avestruces a enterrar la cabeza para no ver el apocalipsis, toda una caterva por alcanzar la adicta dependencia del nefasto acomodo que altera el equilibrio de las neuronas.

Para concluir, debo referir el principio de esta breve exposición, pues la migración hizo posible que cambiara la sutilidad del rocío por el hielo negro sobre el asfalto. Pero también, la frescura de una casa de puertas abiertas por el calor de un rascacielos. Trabajé en uno de ellos por 17 años en la cercanía de las colapsadas torres gemelas en el bajo Manhattan. Ese 11 de septiembre vi con mis propios ojos un clic de lo que fueron aquellas horrorosas guerras mundiales en Europa y Asia.

Comencé este escrito al levantarme del sofá y observar que estaba debajo del agua, en un segundo piso. Podía ver el diluvio a través de los gruesos cristales a punto de estallar, de repente me encuentro en la cúpula de la torre, esta convertida en una laguna, empujo el agua hacia afuera, pero solo consigo crear un oleaje que no puedo detener y que por un punto no me arroja desde el piso 110, gracias a que siempre hay una salida, escapé por un vértice de la ficción. Uno se despierta pensando que se lo puede explicar todo, sin darse cuenta que todavía está soñando.


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Eramis Cruz, es charlista, promotor social, editor y escritor dominicano que reside en los Estados Unidos desde 1978. Ha publicado cinco obras literarias y múltiples artículos en periódicos y revistas. Ha impartido clases de computación para la comunidad. Ha ejercido diferentes funciones institucionales y trabajó como asistente de viviendas para la Ciudad de Nueva York. Actualmente está retirado del servicio público, aunque trabaja independiente como administrador de la Editorial Pie de Amigo que funge en la Ciudad de Nueva York.
eramiscruz@gmail.com

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Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...