Eramis Cruz
Cuando uno tiene maravillosas memorias calentadas por la superficie del asfalto o refrescadas por el rocío del amanecer, siente que son como murmullos torrenciales que no aceptan el silencio. Es un privilegio haber nacido en mi propia calle, haber jugado con las piedras purificadas de los patios, en
vez del plomo en la pintura de los apartamentos, haber tocado la nicotina de las pipas carbonizadas de mis abuelos, en lugar de las metralletas que cuelgan a la pared de muchos hogares estadounidenses o en los cintos de civiles y militares en los países del llamado “desarrollo sostenido”. Proceder de una isla en la que sus reservas petrolíferas aún no han sido tocadas por el agresivo capitalismo neoliberal, ofrece la frescura de un tiempo amenazado por la explosión expansiva de una invisible exterminación de los géneros.
Somos el producto de una transición demográfica sin ton ni son, que
etimológicamente no establecía diferencia significativa entre una familia
urbana y otra campesina, y si alguna ventaja era notable la balanza se
inclinaba a favor del campo por múltiples factores. Acrecentó el residuo de
esta división la concatenación de los cinturones de miseria, que no ha sido
posible combatir a consecuencia de las limitaciones del sector asalariado,
especialmente del que depende del trabajo informal, que no le permite cumplir a
cabalidad con los acápites de una sociedad moderna, y podemos decir que hasta
civilizada.
Como el hongo del desecho podrido, emergieron los residenciales, y siguen
en auge, pero no son el producto del trabajo honesto de inversionistas y
empresarios, sino del dinero fácil de bandoleros y mafiosos de cuello blanco,
ante la tolerancia de la disfuncionalidad del estado y las instituciones públicas
y privadas.
Pero algo tenemos que reconocernos los humanos desde el principio de los
tiempos, cuando teníamos la caverna como el lujo más preciado para protegernos
de las adversidades propias de los primarios, es la capacidad para sobrevivir y
hacer posible la continuación del homo sapiens. No importa la época ni el
sistema, al extremo que hoy nos vemos compelidos a luchar contra nosotros
mismos con el fin de regular los impulsos egoístas que llevamos en los genes.
Este referente define las actitudes de los megalómanos, magnates como el
presidente Donald Trump, a quien no le importa el precio que se pague a cambio
de conseguir la consolidación económica de su nación en detrimento del resto
del globo y para hacer más ricos, a quienes ya lo son en demasía. Delante de la
catástrofe, corre como avestruces a enterrar la cabeza para no ver el
apocalipsis, toda una caterva por alcanzar la adicta dependencia del nefasto acomodo
que altera el equilibrio de las neuronas.
Para concluir, debo referir el principio de esta breve exposición, pues la
migración hizo posible que cambiara la sutilidad del rocío por el hielo negro
sobre el asfalto. Pero también, la frescura de una casa de puertas abiertas por
el calor de un rascacielos. Trabajé en uno de ellos por 17 años en la cercanía
de las colapsadas torres gemelas en el bajo Manhattan. Ese 11 de septiembre vi
con mis propios ojos un clic de lo que fueron aquellas horrorosas guerras mundiales
en Europa y Asia.
Comencé este escrito al levantarme del sofá y observar que estaba debajo
del agua, en un segundo piso. Podía ver el diluvio a través de los gruesos
cristales a punto de estallar, de repente me encuentro en la cúpula de la
torre, esta convertida en una laguna, empujo el agua hacia afuera, pero solo
consigo crear un oleaje que no puedo detener y que por un punto no me arroja
desde el piso 110, gracias a que siempre hay una salida, escapé por un vértice
de la ficción. Uno se despierta pensando que se lo puede explicar todo, sin
darse cuenta que todavía está soñando.
________________________
Eramis Cruz, es
charlista, promotor social, editor y escritor dominicano que reside en los
Estados Unidos desde 1978. Ha publicado cinco obras literarias y múltiples
artículos en periódicos y revistas. Ha impartido clases de computación para la
comunidad. Ha ejercido diferentes funciones institucionales y trabajó como
asistente de viviendas para la Ciudad de Nueva York. Actualmente está retirado
del servicio público, aunque trabaja independiente como administrador de la
Editorial Pie de Amigo que funge en la Ciudad de Nueva York.
eramiscruz@gmail.com