jueves, 6 de junio de 2019

Los días que Demetrius apagó su celular


Eramis Cruz

Fue la primera ausencia de su hogar después de su retiro laboral. Por tres días se substrajo del mundo y de sus distracciones tecnológicas ignorando las malas noticias de posibles confrontaciones entre grandes naciones. Para Demetrius esa estadía en compañía de montañistas desconocidos fue suficiente, ahora quería volver a su rutina habitual. Se quedó perplejo con su celular en la mano, atónito por la manera sorpresiva del cambio de las cosas que de una u otra manera afectan su vida urbana.
Nadie le hizo una llamada durante los últimos tres días, no había mensajes con adjuntos mostrando chicas escuálidas exhibiendo senos prominentes, tampoco intrusos justificando ventas y compras innecesarias de artículos. Se animó e hizo otra exploración a la diminuta pantalla iluminada, pero solo le sirvió para extrañar los comentarios sarcásticos de sus amigos favoritos. En esto estaba absorto cuando de repente oyó la familiar alarma de las notificaciones, finalmente recibían algún mensaje, sabe Dios de quién. En vez de satisfacer su curiosidad, dejó el celular sobre la mesa, se dirigió al ventanal. Miró tras el cristal en múltiples direcciones y creyó que el mundo estaba tan normal como siempre.

Regresó a su artilugio, y con su dedo deslizó la pantalla hacia abajo y en letras negras sobre fondo color gris claro leyó tres palabras solamente. El mensaje le comunicaba que no tenía mensaje. Preocupado accedió a otras aplicaciones y decepcionado notó los indicios entonces de que algo no estaba bien en algún lado de la geografía.
Decidió llamar a varios de sus amigos, pero ninguno contestó ni le permitió dejar un mensaje. Tomó una medida más drástica, se vistió como habitualmente lo hacía, salió a las calles, y vio que la gente andaba más ensimismada que nunca. Nadie oía al otro porque llevaban tres días hablando de lo mismo. Sacó una raqueta de su bolsillo, se peinó el pelo por unos quince segundos, luego con la otra mano se acarició la cara y el cuello, como quien se aplica una crema para la piel, necesitaba despertar y percibir la realidad. Lo hizo el solo en su soledad, aunque en medio de todo el mundo, con la obstinación por saber qué estaba pasando, especialmente, si solo le estaba pasando a él. Lo que más le perturbaba era el zumbido que parecían el de un enjambre de abejas extendidas por toda la ciudad.
Miró a todos lados y se dio cuenta de algo inusual. Nadie tenía su teléfono celular en la mano, en los negocios no había pantallas planas encendidas y muchos automóviles estaba averiados en las calles, especialmente los de novísimos modelos.

¿Qué ha pasado? −se preguntó. Estaba al punto de regresar a su casa, sin entender porqué las gentes caminaban como si fueran robots, ni la razón por la que había tantos vehículos con desperfectos y nadie los estaban reparando. Entonces le llamó la atención un pedazo de la página de un periódico principal con un titular en tinta negra que decía: Tres potencias mundiales inician tercera guerra mundial.
Miró la fecha de publicación del periódico, había salido tres días antes. Leyó la noticia y lo que en ella se narraba era para él más que insólito. Dio media vuelta pare regresar y hacer otro intento para confirmar lo que sucedía en el mundo desde hacía tres, exactamente el tiempo que tomó cuando abasteció su viejo todo terreno y se internó en una montaña con su celular apagado y completamente apartado del hastío. No quería ser perturbado por nada ni nadie.
Miraba a su derredor cuando finalmente encontró a alguien con un comportamiento normal, aunque jadeante. Se le acercó amablemente y de inmediato el extraño le dio la sensación de que iba llorar, pero se contuvo. Finalmente, el hombre le contó todos los pormenores de lo que sucedía. La tercera guerra mundial había comenzado, y la humanidad estaba confrontando serios problemas de sobrevivencia.
¿Pero cuantos muertos hay? −preguntó desesperado.

−Nadie ha muerto, pero son muchos los desmoralizados, las armas son invisibles −le dijo el hombre.
−¿Cómo? Entonces no tenemos ninguna guerra −le dijo− como esperando una positiva respuesta del extraño personaje que ahora hablaba con él como si fuera el único ser con raciocinio en la tierra.
−No amigo −contestó el hombre− esta vez es diferente y nos sabemos las consecuencias, esta es una guerra tecnológica, fíjese que no está funcionando ningún aparato digital, las compañías gigantes de la comunicación digital y las ciencias computadorizadas se eliminaron unas a otras.
En el hombre con un lenguaje corporal indicaba su prisa por marcharse, pero continuó:
−De usted no sé adónde ha estado. Todo el mundo anda desesperado, y como hace tanto tiempo que le gente perdió la sensibilidad por las relaciones humanas, nadie sabe como ayudar a nadie, además, los que tienen no les sirve en absoluto.

Demetrius no supo que contestar, se sintió algo avergonzado por ser el único extraterrestre de momento.
El hombre le dio unas palmaditas en el hombro para despedirse, pero Demetrius lo detuvo y le ofreció la mitad del dinero que llevaba en el bolsillo, mas el hombre lo rechazó diciéndole:
−Eso, amigo, ahora no sirve para nada. Algo nos pasa por sustituir nuestro oro por dólares inorgánicos.
Al contrario de lo que Demetrius esperaba, el hombre sacó de su bolsillo unos mil dólares, tres tarjetas de crédito, tiró todo al zafacón en la esquina y se marchó.
Demetrius regresó al hogar, pensando en qué hacer para comunicarse con sus familiares. Abrió la puerta empujándola con su mano derecha, pero cuando trató de encender la luz, ésta no le respondió. Fue el momento preciso en el que un extraño vehículo de las fuerzas armadas anunciaba que lo peor estaba por llegar. Estamos en guerra y nos sabemos los enemigos adónde están.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...