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Miguel Espaillat
1 El pasado domingo 21 de diciembre de 2018
(cuarto domingo de adviento) se cumplió el 507 aniversario del pronunciamiento
de aquel memorable discurso de Fray Antón de Montesinos, conocido como “El
Sermón de Adviento”, con este se inició en 1511 (en nuestra Quisqueya), la
primera declaración universal de los derechos humanos.
2 Sobre este sermón de los dominicos, en varias páginas
de la internet se puede leer lo siguiente: Lo elaboraron, después de ver y
escuchar que los colonizadores trataban a los nativos como si fuesen animales,
sometiéndolos a “tiránica injusticia y a execrables crueldades, sin compasión
ni blandura, sin piedad ni misericordia”. Entonces, tras concienzudo
análisis de la realidad, los dominicos, fray Bartolomé de Las Casas, el vicario
Pedro de Córdoba y fray Antón Montesino acordaron denunciar desde el púlpito el
“régimen de la encomienda” (repartición de indios), por considerarlo contrario
“a la ley divina y natural.
3 Este sermón fue pronunciado en la iglesia de los
dominicos (en La Española, Santo Domingo), frente a las autoridades coloniales
de aquel entonces, entre ellos el virrey Diego Colon, hijo de Cristóbal Colon.
4 Su texto fue el siguiente: “Voz del que clama en el
desierto. Todos estáis en pecado mortal y en él
vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible
servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables
guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan
infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo
los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus
enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os
mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué
cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador, sean
baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres?
¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros
mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad,
de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el estado que
estáis, no os podéis más salvar, que los moros o turcos que carecen y no
quieren la fe en Jesucristo”.
5 Tal como postula el articulista Alfredo Cruz Polanco,
aquel sermón de adviento fue la primera manifestación de protesta, defensa,
reclamación, denuncia y recriminación en América contra las autoridades,
encomenderos y colonizadores españoles; en él se sintetiza la opresión,
injusticias, crueldades, explotación, el trato inmisericorde, los atropellos y
abusos, en que los colonizadores en su afán desmedidos por extraer el oro, sin
ningún derecho ni justicia, sometieron a nuestros aborígenes a arduas e
inhumanas labores, sin que se les suministraran alimentos ni curados cuando
enfermaban, tratándolos peor que a los animales” (hasta matarlos a todos).
6 Este pronunciamiento religioso no les gustó a los
colonizadores; incluso, ellos se sintieron ofendidos, agraviados, por lo que
exigieron su retractación a fray Antón de Montesinos, y lo amenazaron, que de
no hacerlo, lo acusarían de “deservicio ante el Rey”. Siete días después, fray
Antón de Montesino volvió a subir al púlpito, y lejos de desdecirse, ratificó
sus denuncias, pero esta vez le agregó: “ustedes no podrán salvarse si no dejan
libres a los indios, e irán todos al infierno si persisten en vuestra actitud
explotadora”. Este sermón provocó mayor alboroto que el del domingo anterior, y
los oficiales reales, negando los hechos que se les imputaban a los angurriosos
colonizadores, enviaron al rey cartas de protesta contra los frailes autores,
del según ellos, “injurioso” sermón.
7 Los dominicos, para sostener sus criterios ante el rey
y defenderse de las acusaciones de “deservicio al Rey”, enviaron a Fray
Antón Montesino a España, quien tras muchos impedimentos, logró
entrevistarse con el anciano monarca, a quien expuso un largo memorial de los
agravios de los conquistadores contra los indios: “hacer la guerra a gente
pacífica y mansa, entrar en sus casas y tomar a sus mujeres, hijas, hijos y
haciendas, cortarles sus cuerpos por el medio, hacer apuestas sobre quién les
cortaba la cabeza de un tajo, quemarlos vivos, imponerles trabajos forzados en
las minas, flagelarlos, etcétera”.
507 años después de aquel memorable sermón y en esta
misma tierra (hoy República Dominicana), todavía se sigue con aquella
explotación inmisericorde del hombre por el hombre para conseguir
riquezas. En aquellos tiempos, esa explotación se hacía en las minas
de oro, hoy se realiza en los campos de caña y en cualquier otra empresa, ya
sea turística, industrial, bancaria o de bienes y servicios, con la diferencia,
de que en aquellos tiempos hubo frailes que se opusieron a esa explotación,
mientras que en esta época hay “algunos poderosos frailes” la ignoran y hasta
la encubren.
9 Un caso típico de esta explotación y su encubrimiento,
es el que ha venido sucediendo desde cien años atrás, con los barones del
azúcar (los Vicini, Trujillo, los Fanjul (los dueños del Central Romana,
etc.). Ellos se hicieron multimillonarios explotando inmisericordemente a
los braceros haitianos y dominicanos. Ante esta explotación,
ciertos “vicarios de Cristo” de hoy, en vez de denunciar estos abusos, al
contrario, cobardemente, en el momento en que salieron a la luz pública esta
explotación y sus inhumanidades, optaron por encubrirlas, haciéndose así,
cómplices de los poderes facticos que las practicaban y aún practican. Entre
estos encubridores se destacó, Nicolas López Rodríguez.
Entra en escena el sacerdote inglés,
Christopher Harley Sartorius
10 En este punto recordemos, que cuando por obra del
sacerdote inglés, Christopher
Hartley Sartorius, se develó la explotación aludida de los braceros
dominicanos y haitianos por parte de los referidos barones del azúcar, el
cardenal Nicolas López Rodríguez y otros religiosos, negaron con vehemencia
esta explotación, y todas las crueldades, asesinatos, robos, maltratos y las
mil inhumanidades y diabluras denunciadas que cometían los susodichos barones
del azúcar en sus ingenios contra aquellos braceros, alegando, que se estaba
desacreditando a la Republica Dominicana, como si la Republica Dominicana
fueran los Vicini, los Fanjul (el Central Romana), etc.
11 Fruto de esa denuncia, por parte del sacerdote inglés
Christopher Hartley Sartorius con su película “El Precio del Azúcar”, más su
texto, – “Esclavos en el paraíso: La esclavitud contemporánea en la Republica
Dominicana”-. También, esta denuncia cobró fuerza con la difusión de los
libros “Esclavos en el Paraíso” de Jesús García, y “El sacerdote Ingles” de
Carlos Agramonte, los cuales sacaron a relucir a nivel nacional y mundial las
tropelías, las infamias esclavistas que los barones del azúcar cometían en sus
ingenios contra sus braceros, que ellos consideran animales. Es de lugar
recordarse, que el sacerdote Christopher y los escritores Jesús García y Carlos
Agramonte, tuvieron que abandonar el país para salvar sus vidas en el tiempo
del cardenalato de López Rodríguez.
12 En esos libros, películas y documentales, se dieron a
conocer las vicisitudes e infamias de que eran víctimas esos cortadores de caña
y demás obreros, cuyo trabajo esclavo hacia más ricos a gente ya
multimillonaria y poderosa. Los barracones donde los hacinaban eran lugares
infames, hechos de materiales viejos, piso de tierra, sin agua ni luz y hasta
sin letrinas y muchas veces las desvencijadas camas, no tenían ni colchones.
Está demás decir, que allí no había dispensarios médicos, ni seguridad social,
muchos menos un sistema que permitiese un contrato de trabajo, ni la
registración de los nacidos, ni la observancia del más minino de los derechos
humanos. No había escuelas para los niños, sino que estos ayudaban a sus padres
en el trabajo esclavo que comenzaba al salir el sol y terminaba con la
puesta. En esos bateyes, un guarda campestre podía golpear y hasta matar
a cualquiera de estos seres humanos, sin que ello acarreara consecuencias
penales, y se llegaba al colmo de enterrar clandestinamente al occiso, como si
fuese un perro realengo.
13 La desnutrición, la sífilis, el paludismo, la
tuberculosis, los parásitos intestinales, llagas de toda clase en la piel y
decenas de afecciones más, así como toda clase de abusos e injusticias, era lo
habitual en aquellos bateyes. En esos libros y documentos referidos
precedentemente, se narra sobre la cantidad de personas que morían por falta de
asistencia médica y por desnutrición, es decir por hambre.
14 Esa desnutrición y hambre es fácilmente comprensible,
si recordamos, que con el salario que estos hombres recibían por su trabajo,
les era imposible comprar carnes o cualquier otra fuente de proteínas, como por
ejemplo un huevo. Ese salario escasamente les daba, para comer algún
arroz con sal y cosas parecidas. Todo esto y mucho más, relata en su
libro el padre Christopher, hechos que yo testimonio como ciertos, porque
constaté esa situación, viviéndolas, mientras ejercí mi carrera de agronomía en
pueblos cercanos a esos bateyes.
15 De esta situación, Nicolas López Rodríguez y otros
como él, en vez de ponerse al lado de los explotados tal como hicieron los
dominicos, fray Bartolomé de las Casas, fray Pedro de Córdoba y fray Antón de
Montesinos, en vez de eso, cerraron filas con los explotadores para negar la
inmisericorde explotación con sus inhumanidades, ya reseñadas.
16-Escribo sobre estos hechos, porque el supuesto
“vicario de Cristo, su eminencia reverendísima” monseñor Nicolas López
Rodríguez” aún está vivo, pues después que muera, mi pluma no le imputará
ningún hecho, cuando ya no pueda defenderse. Lo hago, siguiendo el
ejemplo de los dominicos que nos ocupan, por que parafraseándolos a ellos, a
Nicolas López Rodríguez le digo: Usted está en pecado mortal, en eso usted vive
y morirá, sino se arrepiente de haber sido un cómplice y encubridor de la
explotación inmisericorde de los braceros haitianos y dominicanos; pero
también, antes de morir debéis de pedir perdón al pueblo dominicano, por
elitistas, y por haber encubierto a los pedófilos de la iglesia, y por lo
soberbio y arrogante que vos ha sido en vuestro largo ministerio.
Posdata
Enlace para leer el texto “Esclavos en el Paraíso. La
esclavitud contemporánea en la República Dominicana. Mayo 2007”, pronunciado en
Europa y Estados Unidos por el sacerdote Christopher Harley Sartorius en
ocasión de la presentación del documental, “El precio del Azúcar”.http://www.missionmercy.org/esclavos-en-el-paraiso-la-esclavitud-contemporanea-en-la-republica-dominicana-mayo-2007/
Enlace película “El precio del azúcar”
Enlace de un artículo de mi autoría relativo al tema de
la explotación que nos ocupa