Un regalo con motivo de la navidad parece un gesto muy inocente. Un cosa es compartir y otra muy distinta es regalar. Es extraordinario cuando ayudamos a vivir a alguien, a salir adelante sin humillarle y mucho menos inutilizarle. Yo no pido porque lo considero mediocre. Pero sobre todo, porque me he dado cuenta la satisfacción que deja ser capaz de obtener lo que se necesita. La otra razón es que es humillante tener que pedirle a quien de sobra sabe que se necesita. No entiendo porque en nuestra cultura caribeña a la gente le gusta tanto pedir o implorar que le den.
Es obvio que se le pide al más fuerte, o lo que es lo mismo, al que más tiene, y yo me pregunto ¿si todos somos iguales ante los ojos de Dios por qué alguien ha de ser ser más fuerte que yo o tener lo que miles carecen? La repuesta puede encontrarse en la naturaleza humana, aquella directamente vinculada a las supersticiones o creencias que han venido a ser piedra angular durante muchos siglos para hacer posible la dominación del más fuerte que le permite implementar los sofismas para la opresión de los más débiles. Pero como dice un dicho, “el valiente vive hasta que el cobarde quiere”.
Pero la gente suele pedir o esperar los milagros que le permita beneficiarse de manera gratuita. La experiencia enseña que los milagros no suceden, y si sucedieran sería cuestión de rarezas tan poco frecuente que se hace un mito que pocos viven. Por qué no mejor preguntarse si tiene sentido pedirle a Dios que te ha dado tanto, incluyendo la vida y los medios para ser lo que tu quieras.
Pero mucha gente es tan ingenua que hasta lo que obtiene por su propio esfuerzo lo atañe a que Dios se lo dio para luego no tener excuso por no compartir lo que le fue milagrosamente cedido. Yo estoy convencido de que si Dios fuera como la gente lo define, sería el Dios más estúpido de la existencia universal. En gran manera, me responsabilizo por mi propia opinión y puedo decir que para mi no hay nada más ridículo que un Dios completamente absurdo.
De ser cierto que Dios creó el mundo, creó al hombre y a la mujer, creó la ciencia, y hasta al mismo diablo, para decir que tanto lo malo como lo bueno, entonces para que pedirle y para que exigirle que permita los milagros. Que uno no tenga la habilidad para hacer lo que satisface sus necesidades teniendo los materiales, es algo muy diferente.
Al contrario, creamos las condiciones psicológica y las estructuras sociales que abren las puertas al oportunismo y al abuso. Es increíble que algo tan perverso tenga relación con cosas tan divinas. Pero ya sabemos que el perro ladra más para intimidar que para morder. Por eso la verdad es tan poderosa que la mayoría de la gente tiene miedo da rebatirla o defenderla.
Las personas más felices no son las que más resuenan sus carcajadas, sino los que son auténticas y se deben a su propio esfuerzo. Ese fenómeno de la felicidad se concretiza a pesar de tener éxitos o fracasos. El éxitos no tiene el mismo significado para todos, ni el fracasos la misma connotación. Hoy por hoy, predominan las apariencias como producto de los medios que hacen posible la disimulación. Y cuando ésta no funciona el recurso con más sentido es el de la alucinación.
En otras palabras, no tengo que pedir porque todo lo tengo, y si no lo tengo, solo necesito confirmar la regla. Eso puede ser dicho con seguridad, porque por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios contamos con el potencial para ser como él.
Todo lo pecaminoso que nos ocurre, toda la fatalidad que nos hace sombra no son más que el producto de nuestras propias limitaciones, especialmente porque permitimos que los intereses propios o ajenos determinen nuestro comportamiento y los senderos de nuestras vidas.
Decir que el que “nada tiene nada vale” es despreciar que nuestra naturaleza no tiene precio y que la razón de nuestra existencia se fundamenta en lo que somos y no necesariamente por lo que tenemos que fácilmente podemos perder con un solo tropiezo o con la llegada del ultimo día.
Frase sabia es aquella que dicta que “vivir con dignidad es no tener que pedir lo que uno se merece”.
Es obvio que se le pide al más fuerte, o lo que es lo mismo, al que más tiene, y yo me pregunto ¿si todos somos iguales ante los ojos de Dios por qué alguien ha de ser ser más fuerte que yo o tener lo que miles carecen? La repuesta puede encontrarse en la naturaleza humana, aquella directamente vinculada a las supersticiones o creencias que han venido a ser piedra angular durante muchos siglos para hacer posible la dominación del más fuerte que le permite implementar los sofismas para la opresión de los más débiles. Pero como dice un dicho, “el valiente vive hasta que el cobarde quiere”.
Pero la gente suele pedir o esperar los milagros que le permita beneficiarse de manera gratuita. La experiencia enseña que los milagros no suceden, y si sucedieran sería cuestión de rarezas tan poco frecuente que se hace un mito que pocos viven. Por qué no mejor preguntarse si tiene sentido pedirle a Dios que te ha dado tanto, incluyendo la vida y los medios para ser lo que tu quieras.
Pero mucha gente es tan ingenua que hasta lo que obtiene por su propio esfuerzo lo atañe a que Dios se lo dio para luego no tener excuso por no compartir lo que le fue milagrosamente cedido. Yo estoy convencido de que si Dios fuera como la gente lo define, sería el Dios más estúpido de la existencia universal. En gran manera, me responsabilizo por mi propia opinión y puedo decir que para mi no hay nada más ridículo que un Dios completamente absurdo.
De ser cierto que Dios creó el mundo, creó al hombre y a la mujer, creó la ciencia, y hasta al mismo diablo, para decir que tanto lo malo como lo bueno, entonces para que pedirle y para que exigirle que permita los milagros. Que uno no tenga la habilidad para hacer lo que satisface sus necesidades teniendo los materiales, es algo muy diferente.
Al contrario, creamos las condiciones psicológica y las estructuras sociales que abren las puertas al oportunismo y al abuso. Es increíble que algo tan perverso tenga relación con cosas tan divinas. Pero ya sabemos que el perro ladra más para intimidar que para morder. Por eso la verdad es tan poderosa que la mayoría de la gente tiene miedo da rebatirla o defenderla.
Las personas más felices no son las que más resuenan sus carcajadas, sino los que son auténticas y se deben a su propio esfuerzo. Ese fenómeno de la felicidad se concretiza a pesar de tener éxitos o fracasos. El éxitos no tiene el mismo significado para todos, ni el fracasos la misma connotación. Hoy por hoy, predominan las apariencias como producto de los medios que hacen posible la disimulación. Y cuando ésta no funciona el recurso con más sentido es el de la alucinación.
En otras palabras, no tengo que pedir porque todo lo tengo, y si no lo tengo, solo necesito confirmar la regla. Eso puede ser dicho con seguridad, porque por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios contamos con el potencial para ser como él.
Todo lo pecaminoso que nos ocurre, toda la fatalidad que nos hace sombra no son más que el producto de nuestras propias limitaciones, especialmente porque permitimos que los intereses propios o ajenos determinen nuestro comportamiento y los senderos de nuestras vidas.
Decir que el que “nada tiene nada vale” es despreciar que nuestra naturaleza no tiene precio y que la razón de nuestra existencia se fundamenta en lo que somos y no necesariamente por lo que tenemos que fácilmente podemos perder con un solo tropiezo o con la llegada del ultimo día.
Frase sabia es aquella que dicta que “vivir con dignidad es no tener que pedir lo que uno se merece”.