Tirso
Medrano
El 24 de abril de 1965, Pachín contaba con trece años,
estaba cursando el sexto curso de la primaria en la escuela República de Chile
y trabajaba como aprendí de zapatero, en la zapatería de Ricardo Peña, ubicada
en la calle Altagracia numero 64 parte atrás. Vivía y había nacido en la calle
Altagracia número 68., del barrio San Carlos. Su vida transcurría entre
chichiguas, trompos, disfraces de máscaras e ir a buscar cangrejitos a la
Zurza. Pero ese sábado 24 de Abril de 1965, su vida cambio.
Me cuenta que había una gran efervescencia en las
calles después del llamado de Peña Gómez, exhortando al pueblo a la calle. El
ve un grupito de jóvenes parados en el local del Catorce de Junio que estaba en
la calle Caraca esquina Altagracia. Como a las cinco de la tarde se apersona al
local acompañando a una multitud de adolescentes y jóvenes del barrio. Allí ve
por primera vez a Fafa Taveras, que entraba y salía apresuradamente al igual
que a Oscar Santana, Amín Abel Hasbun, Miguelón el Mocho y la China. Entre los
jóvenes con menos de veinte años, se encontraban Rafael Augusto Matos, conocido
como El Inglés, Leopoldo Mármol Solís, conocido como Maca, Ben Castillo,
conocido como Yayo el Chino; era un grupo de adolescentes inquietos que estaban
esperando un momento de acción.
Pachín, cuyo verdadero nombre es Agustín Rodríguez
Spearing, me dice: -Yo a esa edad no sabía lo que era política, no tenía
militancia ninguna. Solo quería ayudar como los hacían los demás adolescentes.
Empezamos preparando bombas molotov, unos buscaban botellas, otros clavos,
grapas, arenas, y pedazos de hierros, mientras Oscar Santana y los demás
dirigentes nos daban la gasolina y las instrucciones de lugar. El 24 al
amanecer 25 de abril, nos las pasamos haciendo bombas molotov y el 25 temprano
en la mañana, nos fuimos en grupo hacia el puente Duarte a esperar los tanques.
Me acuerdo que desde las siete de la mañana se veían por todas las esquinas
multitud de gentes bajando de todos los barrios a pies, con el cuerpo lleno de
bombas molotov; y en las manos piedras, palos, varillas, machetes, puñales,
cuchillo y algunos con revolver Enriquillo. Al llegar a la Av. Duarte con
Caracas, una turba destruía la tienda Sederías California. La Duarte estaba
llena de gentes, la seguimos hasta la esquina Teniente Amago García Guerrero
donde se contemplaba un mar humano hacia el Puente Duarte. Nunca había visto yo
tanta emoción, tanta entrega, tanto entusiasmo.
Los adolescentes y jóvenes de los barrios, se les
escapaban a los padres para ir al puente, para ayudar en lo que fuera.
Empezamos a poner obstáculos en las calles aledañas al puente; otros abrían
zanjas o hacían trincheras.
Estábamos esperando los tanques de San Isidro, pero
nos engañaron, como a las cuatro de la tarde empezaron a bombardear el puente.
Yo vi una casa de dos plantas cerca del Puente Duarte, cuando el plato de la
segunda se desplomo uniéndose con el de la primera planta producto de las
bombas de los aviones. Frente al Destacamento de la Policía que estaba en la
Av. Teniente Amado García Guerrero, cerca de la escuela Perú, vi a un señor
partido en dos, encima de un triciclo lleno de plátanos. Desde ese momento un
grupo de adolescentes y yo de 12 y 15 años, salimos desesperados a buscar armas
donde quiera. Entonces la consigna generalizada era ¡Armas para el Pueblo!,
¡Armas para el Pueblo!, ¡Armas para el Pueblo!
Yo conseguí un revolver treinta y ocho en el
destacamento frente al parque Enriquillo. Cuando llegue a mi casa, mi madre me
quito y lo voto.
Yo era muy flaco, apenas tenía noventa libras. Mi padre me dijo: ¨hijo para defender a la Patria, solo hay que tener valor y salud; yo estoy muy viejo y enfermo, represéntame tú. ¡Que la gloria este con el pueblo!¨
Yo era muy flaco, apenas tenía noventa libras. Mi padre me dijo: ¨hijo para defender a la Patria, solo hay que tener valor y salud; yo estoy muy viejo y enfermo, represéntame tú. ¡Que la gloria este con el pueblo!¨
Ese día me fui con un grupo a la escuela Arzobispo
Valera, que quedaba en la Jacinto de la Concha. Ahí nació el comando Cucaracha.
Allí estaba junto a Jorge Puello Soriano, popularmente El Men, que era unos de
los comandantes.
El 30 de abril participo en el asalto a la Fortaleza
Ozama, es ahí donde obtengo el primer fusil, un M-1. Corrí donde Miguelón, que
estaba atrincherado en la calle 11 esquina Juana Saltitopa. Él fue que me
enseñó a disparar y a reparar el fusil y me dijo escucha bien, esto no es un
juguete, nunca dispare alegremente, ni tampoco le apunte a alguien si no le va
a disparar. Última advertencia, si te deja quitar el fusil, ere hombre muerto.
El 1 de mayo, a las 3 de la tardes salimos en
diferentes grupos hacia la parte norte de la ciudad, con el objetivo de darle
apoyo a los grupos que enfrentaban la avanzada yanquis y su cordón de
seguridad.
Los enfrentamientos eran en cada esquina de los barrios de villa Juana, villa Consuelo, villas Agrícolas y el ensanche la Fe. Tuvimos enfrentamientos con los americanos y los del CEFA, en las calles Eusebio Manzueta, Peña Batlle, Francisco Villa Espesa, María Montés, Av. Máximo Gómez y Av. San Martin.
El día 2, salimos un grupo grande de militares y
civiles constitucionalistas, a tomar a Transportación del Ejercito Nacional,
ubicado en el ensanche la Fe. En ese grupo estaba los Hombres Ranas Santiago
Disla y uno apellido Heredia; los civiles Blanco Peña, Pérez Guillen, la
coronela Gladis Borrel, Diomedes Mercedes, Marinito, la Rubia, Alfredo
Toussaint, la China, Tina Bazuca, Genaro Brito, Hitler Moreta, Higinio Machuca
apodado Gino, Belkis, Barahona el flaco, Batata y Freddy, un adolescente de 14
años, blanco, delgado, con los ojos como un gato, cuyo valor superaba a diez
hombres. Allí cayeron cientos de constitucionalista dentro de ellos un
adolescente de San Carlos apodado el Jabao. Fue una de las más cruentas
batallas en la que participe. Todos los guardias anti pueblo que defendían a
Transportación murieron. Los que fueron agarrados vivos fueron rematados por
los mismos soldados constitucionalistas que los conocían.
Esa encarnizada batalla, duro hasta la madrugada del
día siguiente; dejamos a los militares constitucionalista allí y salimos hacia
la fábrica de clavos Enriquillo, ubicada en la Av. Máximo Gómez, donde había un
reducido grupo de guardias del CEFA, atrincherados. Llegamos como a las 4 de la
mañana y ya a las 9 lo habíamos aniquilado.
Fue ahí donde me toco cargar con un compañero muerto
el cual yo pensaba que estaba herido y a dos cuadras, me caí con él y me entro
un ataque como de locura; dicen que yo reía y lloraba a la vez. Yo solo sé que
salí de la fábrica de clavos sordo y agotado. Solo en Transportación fueron más
de 10 horas de estruendosas bombas, granadas, bazucas, morteros, fusiles y
ametralladoras; Silbándome en los oídos.
Otra de las grandes batallas de la parte norte, fue la
librada en el Cementerio de la Máximo Gómez y sus alrededores. Allí duramos más
de una semana resistiendo, tanto dentro como fuera del cementerio. Una de la
ventaja que nos ofrecía el cementerio era que el cementerio tiene un kilómetro
lineal de cada lado.
Los guardias
del CEFA, se apostaban en la esquina de la Av. Máximo Gómez con Pedro Libio
Cedeño y en la Av. Máximo Gómez con Américo Lugo, mientras nosotros a un
kilómetro entre las calles Pedro Libio Cedeño y Moca; y Moca con Américo Lugo.
A demás nos desplazábamos por los, patios y callejones
los cuales se intercomunicaban de una forma que uno salía de una calle a otra
por los callejones. Además los enfrentábamos dentro del mismo cementerio.
Nosotros éramos cientos de combatientes
constitucionalistas, dirigidos por varios comandantes y subcomandantes, civiles
y militares. Los que teníamos armas largas íbamos delante y los demás detrás.
El adolescente Freddy, peleo junto conmigo en Transportación y en la fábrica de
clavos, ahora también estaba inquieto, intranquilo como siempre. Freddy tenía
un fusil M-1, disparaba y a la vez iba voceando palabras desafiantes y
avanzando hacia ellos. Era un francotirador natural; en esos momentos se
amarraba un pañuelo en el ojo derecho. Nosotros les vaciábamos: ¡Freddy te van
a matar! y que va. Freddy se hizo popular todo el mundo mencionaba su nombre en
las batallas. Nunca había visto un muchacho tan guapo. Después de la guerra, no
supe más de él. No sé si se fue; pero no creo que este muerto…. Dicen que los
americanos se llevaron muchos adolescentes valientes como él-.
Hablando con el combatiente Nicolás Matos, apodado
Pipí la Guerra, quien combatió junto a Freddy en los alrededores del cementerio
de la Av. Máximo Gómez, en los días de Operación Limpieza. Nos cuenta los
siguientes: -Freddy de la Rosa, lo llamaban Freddy; creo que está vivo. Para mí
él tenía más de catorce años. Talvez entre vente a treinta años más o menos. Él
vivía en Villa Juana en la calle Mauricio Báez casi llegando a la Calle María
Montés. En Operación Limpieza, combatimos juntos por los alrededores del
cementerio. Era muy inquieto, yo le dije a Freddy y al grupito de combatientes
que nos acompañaban que siempre se mantuvieran detrás del tanque que les
cogimos prestados a los muchachos de Villa Consuelo.
Siempre siguiendo las huellas de las ruedas, ya que si
nos disparaban con una bazuca, el proyectil penetraba debajo del tanque y los
que estaban siguiendo el trillo de las ruedas se salvaban; pero los que estaban
en el centro podían ser arrasado por el disparo a lo que Freddy de la Rosa no
hizo caso; se movía mucho, era muy inquieto, no obedecía órdenes y
lamentablemente una bazuca disparada por los enemigos, les destrozo las dos
piernas. Eso fue en la calle Moca esquina Américo Lugo. Lo recogimos y por los
callejones fuimos a salir a la María Montes, penetramos en una casa la cual
abrimos a la fuerza; cogimos una sábana e hicimos una litera. En un garaje que
había cerca, el dueño lo conocía y nos llevó en un vehículo al hospital Morgan.
Allí lo dejamos. Después de la guerra lo vi con un par de muletas en la calle
Mauricio Báez, entre Moca y María Montés todo el mundo por ahí conoce a Freddy
de la Rosa. Debe de estar vivo-
Pachín continúa su historia: -En esos combates sufrí
una parálisis infantil y me internaron en el hospital Salvador B. Gautier,
cuando volví en sí, el hospital estaba lleno de heridos y familias refugiadas.
Además en el patio del hospital habían fosas llenas de cadáveres que las
ambulancias de la Cruz Roja, iban recogiendo por las calles de la ciudad y los
arrojaban allí.
Dentro del hospital circulaban rumores de que los
soldados del Ejército y el CEFA, secuestraban a los menores para sacarles
información. Mi madre me puso un vendaje de gasas y mercurio, en el hombro
derecho donde yo apoyaba el fusil, porque los guardias a los que tenían marcas
en el hombro o en el dedo pulgar de la mano derecha los desaparecían.
Cuando me dieron de alta, el hospital estaba rodeado de alambres de púas y soldados del CEFA; al salir nos preguntaron de una forma rápida y enérgica:¡De donde vienen! ¡Para donde van!¡Que van hacer!
Una vez salido del hospital, ya había pasado Operación
Limpieza, entonces me fui al comando Enriquillo, donde también estaba un
hermano mío de 17 años llamado Ramón Eusebio Rodríguez Spearing, conocido como
Chelo.
El comando Enriquillo estaba en la Salcedo esquina
Félix María Ruiz. Ya había poco movimiento. Me tenían haciendo mandado.
El 15 y el 16 de junio, fueron días infernales. En San Carlos se peleó palmo a palmo, calle a calle contra las tropas invasoras yanquis. Tuvimos muchas bajas, pero ellos también.
El 15 y el 16 de junio, fueron días infernales. En San Carlos se peleó palmo a palmo, calle a calle contra las tropas invasoras yanquis. Tuvimos muchas bajas, pero ellos también.
La mayoría de las bajas nuestras eran de civiles, que
no estaban peleando por ejemplo los yanquis mataron a Kulelé, un joven con
problemas mentales que estaba en el patio de su casa, al lado del Club
Enriquillo, en la calle Enriquillo, esquina Ravelo.
Después de la revolución, tuve que huir. Me fui a
esconder al batey Angelina en San Pedro de Macorís. Ya a la edad de 16 años,
salgo del escondiste, saco cédula y me inscribo en el Movimiento Popular
Dominicano: MPD. Pase a Formar parte de los Comandos Clandestinos del MPD.
Desde el año 1968 hasta el año 1978, mi vida era en la
cárcel o en la clandestinidad. Todos los que llegaron a ser jefe del Servicio
Secreto de la Policía Nacional, lo primero que hacían era allanar la casa de
mis padres, buscándome. Hubo uno que hasta el pasaporte de mi madre con
residencia americana lo rompió. Los golpes recibidos durante esos diez años me
han provocado parálisis momentáneas en diferentes partes de mi cuerpo aun
todavía.
Huyendo conocí a Santiago, Puerto Plata, Moca, Bonao,
Cotui, Barahona, la Romana en casas de familiares de amigos constitucionalistas
que me daban refugios. Yo les debo parte de mi vida a los campesinos
dominicanos. Esas gentes humildes del campo que sin conocerme me daban asilo en
su casa y muchas veces dormía con sus hijos sin preguntarme porque huías-
Al terminar de contarme las peripecias de su existencia humana, empezó a llorar. No tiene trabajo ni seguridad social.
Al terminar de contarme las peripecias de su existencia humana, empezó a llorar. No tiene trabajo ni seguridad social.
Entrevista realizada por Tirso Medrano, el 4 de Abril
2015.