domingo, 11 de diciembre de 2011

Los valientes ignorados de la inmigración

Eramis Cruz

Transición es una palabra que no tiene mucho sentido para un joven inmigrante latino hacia los Estados Unidos. Es tanto lo que hay que aprender en una sociedad tan diferente. Pero uno espera no renunciar a valores propios a cambio de lograr algún progreso. Con los años se descubre que es mucho lo que se pierde y lo que se gana depende de una escala que fluye verticalmente y flota horizontalmente impulsada por la incertidumbre del tiempo y los desaciertos del destino.

Entre los inmigrantes cada uno tiene se propia historia, muchos ya no están para contarla, fueron aquellos que por llegar más rápido nunca llegaron. Luego pusieron de moda los deportados y los extraditados, unos que vienen y otros que van. Otros son los que inician su fábula diciendo tuve la suerte de… o los que fueron rescatados por una hembra solitaria propietaria de una ciudadanía americana para quedarse prisioneros de sus encantos. La distancia puede ser enemigo del amor y la necesidad la madre de las invenciones que obliga a decidir entre lo que se quiere y lo que se puede.

El que llega a un país define una diferencia con aquel que nace en él, esa diferencia es la que le encadena a través de un hilo conductor que determina los sueños maravillosos de las noches que preceden la nostalgia del día siguiente mientras se trabajaba en la factoría de un mafioso italiano. Lo opuesto eran las pesadillas de un regreso forzado por los agentes de la migra.

Para que negar que nunca faltan aquellos a quienes poco les importa el resultado de una empresa improvisada y navegan a la deriva hacia el éxito o el fracaso. Son los mismos que no pierden la esperanza de un día darle un tiro certero al premio de la lotería. Una paradita en la bodega de la esquina para jugar un boleto varias veces a la semana, excepto los viernes cuando prefiere dos paquetes de cerveza para disfrutar en alto volumen una bachata de Juan Luis Guerra en 440. 

Mientras tanto, en el país de origen todo el mundo sabe cómo le fue al amante de Marisol, la hembra tetona de la esquina más caliente del barrio, fue conmovedor verlo en el ataúd durante en velatorio. Cuentan los jugadores de dominó, esos que no faltan a la cita debajo del palo de luz frente a la casa de don Sebastián, que al que le dieron tres tiros mortales fue al hijo de Ramón el cojo, que la familia nunca dijo la verdad de la manera cómo lo mataron porque no quería que la gente supiera que era un traficante en los residenciales públicos de Brooklyn. Ahora la madre de Francis no se le pasa el dolor por haber perdido su único hijo, a quien le iba tan bien en Nueva York que en solo unos años se hizo de grandes propiedades y vehículos de marca.

Pero a nadie le fue peor que Luciano Ramírez, que no llegó a mandar a la familia más que algunos dolores que apenas alcanzaban para hacer la compra de la semana. Todos sus hermanos, inclusive hasta algunos primos, vieron en él a alguien que lo sacaría de la miseria hereditaria circundante de su destino. A su padre lo llamaron un sábado caluroso a eso de la prima noche para informarle que lo habían matado en una esquina de la calle Saint Nicholas del alto Manhattan.  Nadie en la familia lo creía hasta que llamó el compadre Johnny Montalvo para darle el pésame de corazón y decirle que estaba haciendo las gestiones para mandar el cadáver, luego hablamos de los gastos, -le dijo.

Existe las gentes de la diáspora, son los menos conocidos, aquellos que pertenecen al grupo. Esos son los mejores, no se transan, no ceden ni una pulgada, nadie logra convencerles para que renuncien al plan tradicional, eso de trabajar mientras tenga fuerza. Para ellos el calor no es suficiente para una excusa de ausencia al empleo, ni elemento deprimente, el calor es vida y la vida es el amor. No les detienen el frio ni la nieve, ni les detienen un lunes por la mañana para decir presente en el centro de trabajo. Nadie los detiene, se lo han demostrado a los suyos que bien conocen y a los extraños que nunca comprenden, en una sociedad sin punto medio, unos son negros y otros son blancos, los demás son remanentes sin estadísticas específicas. Sin saberlo construyen un pueblo para unir los blancos con los negros.

Estos escuchan más que lo que hablan y hasta se divierten con los mitos descriptivos de personajes excepcionales de los subterráneos de la ciudad de Nueva York cuando le dicen que un día cualquiera te trasporta en un tren ruidoso con un millonario a tu lado luciendo un reloj de diez dólares. Hacen caso omiso a las fantasías que sirven para despejar la mente de los golpeo de una realidad tan política como económica. Un lugar donde se habla el idioma de los negocios, “business is business, sir”. Como el caso de una anciana que llegó al país desde un lugar de Europa con quince dólares y se hizo millonaria gracias a las puertas abiertas del norte y agregan que al morir nadie se sorprendió de que dejara gran parte de su fortuna a una cleaning lady mexicana que limpió su apartamento rigurosamente toda una vida sin disfrutar de vacaciones ni regalías navideñas, una vaina que aquí nadie conoce. 

Esos son los mejores. Hombres y mujeres fuera de sus países, residentes en tierra extraña. Sufren en carne propia la inclemencia de la circunstancia de una sociedad que esconde su flagelo. Pero no ceden una pulgada, años pagando los impuestos, renovando su licencia de conducir, haciendo más rica la compañía de teléfono, mirando turistas en tierra lejana en las fotografías de las revistas. En una ciudad en la que las gentes más amables del mundo trabajan en AT&T o Verizon, siempre quieren ayudarte con algo más, son los más seguros de sus habilidades para justificar las cuentas alteradas contra sus clientes. Así funcionan los consorcios del mundo desarrollado. Queda confirmado que solamente hay una clase con ingresos legales, los trabajadores, los demás existen por añadidura de un mandato divino del capitalismo.

Pregúntenle al más digno de los padres cómo resolvió el problema de la adolescente que dejó la escuela cuando cría que finalmente cambiaría de parecer, pero en cambio se fue con el vago que se divertía de noche y dormía de día. Cómo logró que volviera a la casa después de muchos vaivenes. Era su “niña bonita” y verla crecer fue su miedo más temido.

Y Quién se acuerda de los jóvenes de aquella época, ahora llevan encanecidas sus cabezas. Nadie amaba a su patria como ellos, hombres y mujeres eran cuando echaron vuelo. Aquí la gente les decía que tenían un futuro político en esta nación, aquí podrás hacerte líder de la comunidad, puedes llegar a ocupar un curul en el concilio de la ciudad y quién sabe si hasta asambleísta del estado o congresista de la nación, nada es imposible en la tierra de Lincoln, donde creen que todo el mundo le cree el cuento.

Esos son los otros, soñadores, idealistas, amantes de la utopía, gentes de fe en el cambio inevitable. Son los únicos acreedores de la historia, viven seguros de que tarde o temprano esas leyes de la revolución se cumplen, para que lo vean sus nietos o los bisnietos de los nietos.

Ellos no faltaban a las reuniones, soñaban que un día establecerían una not-for-profit en su país de origen para realizar sus sueños para con una comunidad de gentes marginadas de sus derechos más fundamentales.
Entre ellos hay quien ha logrado algún éxito, una casa vacía en su país, un retiro con algunos dólares y tal vez, una pensión que no alcanza para pagar doctores y medicinas de una persona,  mucho menos de una familia. Al final, estos son los que caen en la cuenta de que “vale la pena esperar, esperar y esperar un suspiro”, y gritar a todo el mundo “yo no me doy por vencido”. Son inmigrantes trabajadores y no tienen espacio para las guayabas podridas de la demagogia politiquera. Cuesta el precio de la explotación de un empresario inescrupuloso para hacer un aporte valioso a la transformación de la historia, existe un trueque injusto con la capacidad productiva de las comunidades trabajadoras, pero no están en desventaja, pueden revertir su suerte al descubrir que ellos tienen los problemas pero también las soluciones.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...