Eramis Cruz
Resaltó con brillo notable para todos, el
individualismo después de la Revolución Francesa, en este marco hemos
considerado los derechos de las personas como lo más importante en el
funcionamiento armónico de la sociedad, especialmente la sociedad capitalista
que es la que prima en el siglo 21. Pero no es bueno que nos pasemos de la
línea ecuatoriana en el ámbito de la convivencia colectiva. La limitación de la
vida privada esta demarcada por los intereses colectivos jurídicamente
establecidos o implícitos en el llamado sentido común.
Hay una expresión que se oye con
frecuencia en muchas personas: “A mí qué me importa”, pues reflexivamente se
debería pensar dos veces, porque a lo mejor le importa más de lo que usted piensa,
y lo grande es que hay gente que ni sabe de qué manera influyen las decisiones
importantes en su propia vida, especialmente aquellas de carácter
gubernamental, política o colectiva.
Para poner las cosas claras, si es que a
usted le importa este escrito y se detuvo a leerlo, la criminalidad es un
problema en nuestra sociedad que demanda de mucha atención y que nos afecta a
todos. De un momento a otro usted, sus padres, su hijo, o su mejor amigo,
podría resultar un número más en las estadísticas fatales institucionalmente
archivadas. Esto para poner un solo ejemplo. También podríamos citar el consumo
de estupefacientes y de aumento de los salarios y los alquileres y ¿por qué no?
El índice en los intereses de los préstamos.
La solución de la criminalidad demanda de
la participación del público en término de qué cantidad de recursos económicos,
cuales son los planes factibles para su solución, y cuales exactamente son los
segmentos poblacionales a los que se aplicaran. También es importante saber en
qué medida otras instituciones gubernamentales y civiles o del sector sin fines
de lucro participaran como punto de apoyo en un programa conjunto.
“A mí no me importa” o “a mí qué me
importa”, denota una actitud de irresponsabilidad en que el ser actuante comunica
de modo despectivo que no tiene nexos con el asunto, y que le da un bledo cuál
podría ser el resultado o las consecuencias. Casi siempre es una muestra de
prepotencia de quien de alguna manera podría ayudar arribar a buen término algo
que pende o exige la inversión de esfuerzo o la colaboración voluntaria.
Nada se ha logrado o existe en la sociedad
sin esfuerzo. Todo lo que de algún modo nos beneficia o beneficia a los
nuestros ha costado un gran trabajo, inclusive mucho antes de que usted y yo
naciéramos. Usted podrá ser el dueño de una casa, tal vez la de su sueño, o
tiene el derecho a aspirar a una buena residencia, pero los derechos para
poseerla y las facilidades para completar los términos administrativos, no es
algo que lo hizo usted o lo hice yo. Muchas veces nos beneficiamos de
parámetros jurídicos y normas administrativas que ni si quiera son originarias
de nuestro país.
Además mientras usted hace los
planos de su casa, ¿Quién se encarga de cuidar de su salud, de colectar la
basura que usted y su familia produce? ¿Quién es responsable de colectar los
impuestos de la sociedad y quién vigila sus derechos en su empleo? Una y cien
más preguntas podrían ser formuladas que terminarían demostrado que la
expresión de “a mí qué me importa” no es más que una de esas expresiones
negativas y muchas veces impensadas que son utilizadas.
Entre las personas que nos merecen mayor
reconocimiento en referente a su actitud consciente para llevar un trabajo de
bien común, esta aquellas que se prestan a una campaña para registrar votantes,
que se encuentran con individuos muy felices e interesados en la tarea, pero
tienen también que lidiar con el lenguaje corporal y hasta verbal de muchos que
dicen “a mí qué me importa”.
La gente responde mejor a aquello que le
brinda algún beneficio personal inmediato, pero tampoco vamos a dejar de
reconocer que la gente ha sabido responder con una actitud responsable en
campanas de carácter común en la sociedad, como fue el caso de la lucha llevada
a cabalidad en la República Dominicana para que el gobierno aplicara el 4% de
producto interno bruto a la educación.
Si usted termino de leer este escrito por
que si le importa lo que en él se dice, seguro está de acuerdo también que la
presenta sociedad se está comprometiendo en una situación peligrosa con esa
actitud de poco me importa o “a mí qué me importa”. Desde tirar desperdicios en
las vías públicas, hasta la destrucción de los elevadores en edificios público
y residenciales, conducir un vehículo en la carretera de manera temeraria
poniendo en riesgo su vida y las de los demás, incluyendo una actitud de
indiferencia frente al problema del otro, son factores que demandan la
necesidad de una educación cívica y social que resulte en un compromiso directo
en la vida colectiva y política.
Cuando la gente no es cuidadosa al cruzar
la calle en las intersecciones, entonces el gobierno tiene que invertir
recursos en la instalación de luces de tráfico o semáforos. Cuando lo
conductores no respetan las luces de tráficos, entonces hay que penalizar a los
conductores e invertir en el proceso de esas multas y el pago de agentes
policiales para aplicar las normas. Nada de esto parece indicar que el “a mí
qué me importa” tenga algún sentido.