Eramis Cruz
Qué bueno sería que uno tuviera su propia
nave espacial, con su pista de aterrizaje e inclusive el recurso necesario para
mantener el servicio al día. Pero no tenemos espacio en este pequeño globo para
que cada cual tenga su propia nave espacial. Aquellos que cuentan con ese lujo,
son la excepción de los vestigios de la esclavitud modernizada.
Uno debe saber que la vida tiene sus
canales, sus vías de traslación que tenemos que compartir con los demás, lo
cual es una experiencia que nos enseña a ser cada vez más humano. Al nacer
venimos a un mundo que ya estaba hecho, por tanto no nos pertenece en absoluto,
tal vez eso nos creímos por haber sido protegidos durante la infancia. El ser
humano aprende lo que le enseñan, bien o mal.
Por eso utilizamos un protocolo para
comportarnos públicamente, sin herir las susceptibilidades de los demás,
respetando su espacio y sus derechos como congéneres, con quienes no solo
compartimos el mismo espacio sino la misma época o el mismo tiempo. Cuando no
nos damos cuenta de esto, por falta de educación, por tosquedad o testarudez,
nos vemos como seres raros, en un ambiente en el que parecemos sobrevivir
gracias al nivel de tolerancia de quienes nos rodean.
Seguramente usted ha detectado esta
situación en lugares públicos, en el empleo, o en clubes sociales. Posiblemente
usted ha oído a personas decir que siempre dicen la verdad y se la dicen a
cualquiera en su cara. Ese es un tremendo error que no debemos cometer. Primero
nadie debe sentirse tan seguro de que lo qué conoce, sabe o domina es la verdad
real. Segundo, podemos estar equivocados al responsabilizar absolutamente a
otra persona de una situación determinada. Tercero, nuestras percepciones nos
pueden engañar ingenuamente. Y cuarto, muchas veces los eventos están en
desarrollo y podría ser muy temprano para formarse un juicio o arribar a una
conclusión.
Hoy por hoy, para la gente es más fácil
confundir los canales en los que desempeña su vida. Hay quienes piensan que al usar
páginas sociales desde sus hogares están actuando en un ámbito privado.
Tremendo error, en breve tiempo tu vida dejará de tener privacidad, el público
sabrá tus preferencias, el dormitorio donde duermes, si eres tardío o presto a
cambiar un nuevo equipo electrónico, tu nivel económico, tus creencias religiosas
y tus desafueros o contriciones morales, tus opiniones políticas, y si eres una
persona con cierto pudor en el aspecto sexual.
No importa si la información sobre tu
persona es buena, negativa o ambas simultáneamente, lo que debemos saber es que
la información es poder en mano del otro. Así de vulnerable se siente una
persona cuando es víctima de un robo de identidad, cuando confronta un desafío
legal o jurídico por una causa no necesariamente justificada.
Para dos enamorados o dos personas con
nexos sentimentales, no es aconsejable llevar su vida en las páginas sociales
como una novela, por la simple razón de que las novelas no son eventos reales
en televisión, es actuación
distorsionada de la realidad. La actuación se aprende como oficio, arte o
habilidad, muchas veces muy bien pagada.
¿Por qué la importancia de la privacidad?
Porque actuar siempre en los canales públicos es como estar en vivo en
televisión, como en esas noticias de los íconos perseguidos por los paparazis.
Cuando se actúa en vivo no hay tiempo para correcciones, la vida real no se
puede editar como una película. La otra razón es que la vida se vive día a día,
años tras años, y los que hoy creemos y perseguimos tal vez sea la primicia
para lo que no conviene, ¿quién sabe?, de manera que una cuota de discreción
puede resultar saludable en el futuro.
En otro orden de idea, hay un factor del
comportamiento humano, en su condición de persona que vive relacionada a un
mundo en el que existe una faceta privada y otra pública, lo que indica que
todo el mundo tiene un yo ideal. Las personas que vemos y conocemos podrían ser
muy diferentes a las que objetivamente observamos. Ser sincero es bueno en las
relaciones interpersonales, pero cuando se trata de un ámbito público, entonces
es necesario tener tacto en lo que se dice o lo que se hace, especialmente
cuando actuamos en los medios que negocian con nuestras buenas intensiones.
En última instancia, a veces uno reconoce
que arroja las joyas a la basura, en el sentido de que hay gente a la que nada
le importa, entonces en ese caso, son sus opciones. Para algo existe el dicho:
a palabras necias oído desconectado. Aunque luego uno oiga aquello de que “yo
no tengo suerte en la vida”. Tenemos que saber que la vida es como todas las
cosas, uno hace de ella lo mejor que puede, solamente si lo quiere.
Con el auge del teléfono y la radio como
medio de comunicación, la voz fue entonces la manera para llegar a la gente,
luego la televisión nos permitió disfrutar la vida en imágenes animadas. Las páginas
sociales lo resumen todo para hacer la comunicación más completa, según sea
necesario. Y seguiremos avanzando.
Pero el sentido de la privacidad es de
carácter personal y cae dentro de los límites definidos por los derechos individuales,
de manera que cada cual establece sus propios parámetros. El mejor indicativo
es el que nos ofrece el sentido común, si uno aprende a verse como lo ven, algo
difícil de aplicar. En los empleos aconsejan no escribir en un correo
electrónico, lo que no gustaría ver en la página de un periódico.
Todavía tiene sentido la sentencia bíblica de
que “lo escrito, escrito está”, por tal razón, mucha información personal puede
ser utilizada de manera perjudicial contra de su autor, cuando se carece de
cuidado y discreción.