Mucho antes de que las cosas cambiaran, había gente que decía que no
era posible, todavía después del cambio, sigue diciendo que no será por mucho
tiempo. Los cambios no suceden solamente por la voluntad de alguien, los agentes
activos de los procesos cuentan como elementos causales en una dinámica dialéctica
donde tanto lo negativo como lo positivo juega un papel matemáticamente determinado,
no por el poder de los duendes, sino por la historia. Por eso no es raro ver un
payaso llorando, una persona rica que envidie la felicidad de su vecino pobre, o
a alguien que no es envidioso, pero quiere tener una mujer como esa, unos hijos
como aquellos, o simplemente la capacidad de tolerancia de un hombre que
trabaja de sol a sol por un jornal que le ayuda a llevar la vida.
Otras veces alguien que no lo dice, le gustaría poder hilvanar las
ideal, como lo hace su amigo a quien a regaña dientes llaman escritor. Es él
quien escribe páginas que luego se dejan llevar por los vientos, nunca deja de
escribir, no le importa el costo de lo que piensa, aunque a veces se cuestione cuánto
gana un analfabeto en las grandes ligas.
Como hay tantos que les gusta la vida fácil, hay otros que saben cómo
hacerles el juego. Las cosas cambiaran pero será más difícil mientras una mayoría
piense que no vale la pena. Mucha gente no sabe si ha cambiado, sigue pensando
que el pasado fue mejor, quien no mira hacia adelante, terminará condenado por
la miopía del pretérito.
Yo no tengo la verdad sino la
capacidad de cuestionarla.
–¿Para qué el cambio o para qué cambiar?
–¿Y desde cuándo eres el mismo?
En el mundo no existe nada más importante que el trabajo, después del
trabajador, es una pena que a tantos se les pague tan barato él. Una cosa son
los valores y otra los intereses y aquel que no sabe la diferencia terminara
esclavo de la economía.
La mejor técnica del capitalismo en los últimos tiempos es hacer caer
migajas de la mesa y usar los medios para hacerte creer que eres feliz, debajo del
comedor, como un gato distinguido.
Nada de lo anterior debe ser entendido como premisa para vivir
amargado y por el contrario comprender que la verdadera felicidad es cuando uno
se siente realizado por dentro y por fuera, sin vivir camuflando los fracasos,
especialmente aquellos con son productos de factores exteriores que demandan
correctivos comunes. El ser humano dejar de ser político cuando deja en los
margines la ideología que conduce al menos al derecho de vivir por una utopía.
La utopía solo es dominio de aquel que sabe que una sociedad no será mejor así,
como un milagro. Luego tendremos que reconocer que Dios no tuvo la culpa.