El nombre de Padre Las Casas le deja a uno
ese sabor a colonia, a tiempo de grandes contradicciones en una época en la que
nuestra América fue hallada en medio de los océanos. Aquel tiempo cuando supuestamente
no teníamos ni siquiera un nombre y tomaron prestado el de la India mientras se
definía qué era lo que habían encontrado.
Llegamos al siglo 21 y esta América se
esfuerza por dar un salto para acabar con la miseria que aún afecta a muchos
hogares por todas partes. La mayor dificultad ha sido convencer al más
necesitado de que el costo vida no se
resuelve con el maná que dicen una vez cayó del cielo. Que Dios no le va
ayudar, ya lo hizo cuando le dio las habilidades para que trabajara creativamente
y con dignidad por su bien el de los suyos, Pero el concepto trabajo demanda
que existe un interacción social dignificante.
Pero hablando del presente nos damos
cuenta que hay aspecto de los seres humanos que poco han cambiado. Creo que
muchos percibimos que pasaron muchas horas maravillosas sin darnos cuenta de su
magia, posiblemente momentos de simplicidad, de nimiedades que luego nos dan
las mejores lecciones de vida. Fonemas capaces de crear metáforas divinas o llaman
a la conciencia de las personas sobre el mundo o la localidad en que se vive,
que el mundo nos pertenece a todos por igual.
La virtualidad del presente, y ni siquiera
la del futuro, podrá ocultar la realidad de una gran mayoría de los hombres y
mujeres que habitan la tierra. Creo que es cierto que lo más difícil de ver es
la realidad, aunque resulte paradójico. Si no inspiramos a los niños de hoy en
la grandeza que nos dignifica no tendrán un mañana de fuertes raíces.
Pero quién no se detiene a mirar el vuelo
de alas extendidas de las águilas, donde el humano no las puede alcanzar. El envanecimiento
del hombre con poder se rinde ante la vulnerabilidad de la vida frente a la
muerte. ¿Quién no recuerda un tiempo o un lugar? El tiempo solo existe en el
espacio, en la movilidad invisible de los átomos.
Aunque
viví en el Cibao, ningún pueblo de mis país me tocó tanto el alma como Padre
las Casas (Valle de las Aguas), que nadie me pregunte por qué, no podría
decirlo como lo diría un poeta de entre los ríos. Tal vez fueron sus calles
polvorientas o el agua fresca de sus chorreras, tal vez fueron las pupilas de
sus bellas mujeres o la voluntad libertaria de sus jóvenes. Sucedió un día de cielo claro en el tiempo de
la dictadura ilustrada, entonces creíamos en la convivencia para compartir las
penas y sumar la alegría. Esta motivación aún perdura en grupo juveniles de esa
comunidad.
En más de una ocasión llegué aquel lugar,
anteriormente conocido como Túbano, donde era tan visible la injusticia en la
distribución de los recursos, en un país de tan patética desigualdades. Una
familia de apellido Paniagua era dueña de calle completa, y elementos sátrapas
con influencia en las fuerzas armadas dominaban el municipio como dueños
absolutos.
Subiendo por un camino largo llegamos a un
alto donde tuvimos un encuentro con la gente y con un cura odiado por los
terratenientes, pero a la par también encontramos unos canadienses considerados expías norteamericanos. Ellos eran gente
abierta a la conversación y el intercambio, claro era mejor para ellos fuera lo
que fueran. Todavía hoy existe allí asistencia de agencias internacionales.
Esa vez llegué allí, como lo hice entonces
a otros pueblos, como líder juvenil del sindicalismo, brillante, talentoso, y
con fe en el futuro, no se sorprenda, para esos años muchos jóvenes dominicanos
pecábamos de esa autoestima, créamelo que rechacé más de una vez la oportunidad
de obtener una visa americana. Hablamos de una juventud que leía y discutía las
ideas y los hechos y proclamaba “habrá las rejas señor gobierno”. Tal vez para
muchos era frase la suena extraña, pero no la realidad que golpea de la misma
manera, vivimos las alucinaciones de un futuro dominado por la ficción.
Después de la comida del medio día, el
señor donde me hospedé me invitó a dormir la siesta, rechacé con timidez la
oferta, pero obedeciendo a su insistencia sincera, acepté dormir la hora recia
del pasado meridiano. ¡Valla acogedora suavidad del colchón de lana! Cómo
confié en la pureza de la sábana blanca, en la puerta trasera a lo ancho
abierta, en la brisa fresca que acarició mi piel en mi sueño. Nunca olvidaré la
hospitalidad de aquella gente nuestra de aquella década los años 70’s. ¡Qué
buenos amigos fueron ellos, los de Padre las Casas!
Sin embargo da lástima saber de los
grandes problemas de esa población, actualmente de 30 mil habitantes, que no
fueron resueltos durante los doce años del gobierno de Leonel Fernández Reyna. Definitivamente
le ha convenido a los malos gobiernos que el país mantenga esa mentalidad de
pobre, de vivir comparándose a los menos agraciados de América Latina, así
nunca alcanza el presupuesto ni los impuestos. Quién se crea pobre y
desgraciado, nunca dejará de serlo, mucho menos cuando es una triquiñuela
maquiavélica de quien se considera madre, padre y maestro de los desdichados, santo
milagroso del voto popular.
Si algo fuera utilizable para el
desarrollo de las poblaciones desventajadas, como la de Padre las Casas, se
gasta en las campañas electorales y las negociaciones de partidillos que se
hacen a escondida de la luz pública, dicen que así es la política. Pero un hijo
de esta tierra, Amaury Germán Aristy, sacrificó su vida para sembrar una
historia.
Hace unos meses sus pobladores denunciaron a
los medios la carestía de la luz eléctrica aún cuando sufren largas interrupciones
del servicio. Dijeron que no existe un sistema cloacal y por lo tanto las aguas
impuras provenientes de los hogares se vierten a las calles, poniendo en riesgo
la salud de todos. A esto se agrega que cuando se desborda la presa Sabana Yegua inunda
el cementerio provocando una situación de salubridad preocupante para los habitantes
de Padre las casas. Cuentan con un acueducto que fue construido hace cincuenta
años y no cuenta con un sistema de purificación.
Simplemente poco ha cambiado en este valioso
municipio de la provincia de Azua desde los 1970’s a la fecha. A pesar de que tantas
cosas han cambiado desde entonces, no solo en el mundo digital sino en las
concepciones más impensadas; quién hubiese creído que los gobiernos imperiales
pasarían a ser los clandestinos, expías secretos de la ciudadanía, y a cambio,
los clandestinos de la guerra fría los terroristas, sean estos del Talibán o
inmigrantes de Latinoamérica, solamente se transformó la guerra fría con la
modificación económica global.
Dejaron de existir las comunidades aisladas
en el mundo, cada coordenada existe, pero solo se ve donde se crea que vive un
terrorista, aunque usted no se dé cuenta, se le marca con solo usar ciertas palabras, por teléfono, por correo
electrónico, o cualquier medio digital de la comunicación social. Qué no se
diga que nadie sabía la coordenada de Padre las Casas, (18°45′0″N 70°53′0″O no
el que murió hace siglos sino la ciudad de la gente que honra su nombre.