Eramis Cruz
Yo lo escuchaba todos los días, no siempre
a la misma hora, a veces me preguntaba si en verdad cantaba, o emitía códigos de
comunicación. Los humanos nos equivocamos con gran facilidad, esto es tan patético
que gran parte de nuestro tiempo nos lo pasamos corrigiendo errores o tratando
de preverlos. Pero uno sabe bien que cantar no es lo mismo que hablar ni
recitar un rosario de palabras coordinadas.
Sin embargo esa era la impresión que daba,
uno podía sentirlo que estaba cantando. No siempre se le canta a alguien y no
necesariamente la misma canción. Para cantar no hay que tener la capacidad
vocal de los llamados artistas de la vocalización, no hay canción más bella que
la que uno se canta a sí mismo, mientras se da un baño, o mientras hace alguna
actividad laboral. A veces una canta sin darse cuenta sin poner en dudas para
los demás que está feliz. ¡Hay que cantarle a la vida!, a cualquier hora o en
cualquier lugar, en silencio o en voz alta. Hay gente a la que nunca he oído cantar,
y esto siempre me ha parecido raro, y me pregunto si cantaban cuando era bebe,
para mí es como vivir algo reprimido a sí mismo, es solo una percepción errónea.
En las grandes ciudades el bullicio es un
problema perturbarte que afecta la tranquilidad espiritual, el ruido de los automóviles,
el tren que pasa cada intervalo de tiempo, las maquinarias de construcción, la algarabía
de la gente, y las sirenas de los vehículos de emergencia. A estos se agregan
aquellos ruidos menos constantes que obedecen a fechas determinadas
relacionadas a celebraciones de fin de años, desfiles en las avenidas, inauguración
de negocios, altoparlantes en tiempo de campañas políticas, fiestas de cumpleaños
de de vecinos, actividades religiosas y hasta los huegos digitales y películas en
alta definición que demandan de múltiples altoparlantes.
A pesar de que nadie preferiría vivir en
el silencio absoluto, no es menos cierto, que el silencio es necesario para
todo ser humano. Todos sentimos ese deseo de estar solo consigo mismo de vez en
cuando, pero esto no es posible cuando uno se pasa los días irrumpido por las
hondas del sonido procedente de un invasor. Muchas veces se nos hace difícil estar
en la soledad y el silencio espiritual, inclusive dentro del hogar, donde tal
vez el único lugar aparentemente privado es el baño, al menos que llegue
alguien con urgencia de usarlo.
El costo económico de las viviendas en las
ciudades más desarrolladas, donde a la mayoría de la gente le gusta vivir, no
permite a las familias rentar un espacio más adecuado, que le permita contar
con un lugar donde se pueda pasar tiempo en soledad, en tranquilidad, tal vez
para leer una hora, o simplemente oír la música que se prefiera mientras se
escribe algo en pedazo de papel. Especialmente en ciudades como Nueva York
durante el invierno donde el frío no permite visitar los parques y los espacios
abiertos.
Es cierto que existen los famosos retiros,
las vacaciones y tal vez un pasadía en lugares aislados, pero ahora nos ocupa
un tema sobre la vida cotidiana, nadie quiere esperar un año para relajarse en
un lugar especial donde el costo altera la balance de la tarjeta de crédito de
manera que cuando lo piensas te altera la presión arterial.
Cuando él venía, casi siempre en la mañana,
aunque a veces también venía por la tarde, bueno tal vez de veces en cuando era
ella y no él, se posaba entre unas de las verdes ramas de los arboles del lugar
y comenzaba su melodía. A veces era como un artista especial, el único invitado
al acto, solo él era escuchado en aquel entorno. Uno se da cuenta cuando algunas
aves cantan que lo que están haciendo es comunicándose con otras, especialmente
cuando oye que les responden desde un lugar remoto. Pero el ruiseñor es
diferente, este le da la impresión a uno de que en verdad canta.
Su nombre científico es Luscinia Megarhynchos y dicen los
expertos en aves como esta, que se conocen como ornitólogos, que los ruiseñores
cantan por más de una razón, tienen canto de alarma, lo tienen para marcar su
territorio y también para mantener su carácter gregario. También coinciden en señalar
que el ruiseñor canta con notas claras y muy energéticas durante el día y también
a ciertas horas de la noche. Estoy de acuerdo con ellos al decir que los ruiseñores
son más escuchados que vistos, además los arboles de gran altura no son sus
preferidos, como yo creía.
Reconocen con admiración los ornitólogos que
una de la maravilla de la naturales es un pajarito llamado Sinsonte, que canta
su propia melodía y es capaz de imitar a las demás que se oyen en su hábitat.
Es impresionante que pueda emitir alrededor de 3,000 sonidos distintos.
Pero el ruiseñor tiene nombre propio para
nosotros, y fue placentero oír su cantar en la soledad del campo, donde no era un
extraño y solía vivir en la quietud de la extensa vegetación. Tal vez por eso Ángel
Villoldo lo incluye en una de sus composiciones: Canta el ruiseñor sus penas ¡Ay, si!... ¡Ay, no! canta el ruiseñor sus penas con melancólica voz. Ámame mucho que así amo yo.