Quedó confirmado aquel día en el que quedé estupefacto al ver las luces
del Puente Duarte, transcurrían los mediados de los años 70, eran los años de
varilla y cemento del gobierno del Doctor Balaguer. Muchas cosas han cambiado
desde entonces. Muchas aguas han caído, como dice el refrán, y todavía el
tráfico vehicular no ha cambiado, es posible que la manera temeraria de manejar
de los dominicanos concentrados en Santo Domingo diga mucho de cómo nos
concebimos y concebimos a los demás.
Aunque resulte difícil creerlo, el desorden existe porque es impuesto y
beneficia a quienes lo implementan. El sistema de tránsito puede ser el mejor
ejemplo para explicar políticamente lo que es la democracia. En la capital
dominicana manejar un vehículo de motor es simplemente como navegar en un mar
repleto de tiburones, tu no sabes por cual ángulo puede ser atacado.
Uno se pregunta de qué manera se sobrevive en este lugar de fieras, de
leones feroces, no parece que en esa aula de metal transite un ser humano. No
se puede decir que sea un animal porque los animales en los últimos tiempos están
resultando más civilizados que los humanos. Es una lástima que en un país con
tanta belleza natural, exista gente tan desconsiderada. El caótico tránsito de
la Republica Dominicana confirma y reafirma el dicho popular de que "el
pez grande se come al pequeño". Camiones de cargas y autobuses son una
amenaza a cualquier conductor con la errónea idea de que su derecho al paso
podría ser respetado. El hostigamiento en la carretera es evidente y refleja
una barbaridad.
Este es un problema que ni siquiera figura entre las principales metas
de campaña de los partidos políticos, al menos que la prensa le formule la
pregunta a un candidato politiquero. Especialmente ahora en tiempo de
votaciones en elecciones presidenciales. Es difícil hacer un diagnóstico sobre
cual está más enfermo, si el sistema de transporte o el sistema político
dominicano. La manera de justificarlo es negando la realidad que escandaliza
las estadísticas de heridos, discapacitados y muerte en calles y carreteras.
La solución al problema no parece ser tan complicado, solamente hay que
aplicar la ley. ¿Cuál es el inconveniente con la
aplicación de la ley? En primer lugar es la ley, las autoridades tienen el
derecho constitucional para ejecutarla. Las multas generadas por las
violaciones de tránsitos, con el pago de las penalidades se pueden emplear más
policías para imponer el orden en las carreteras del país. Las leyes existen
por una razón. Pero cuando el Estado es un irresponsable, entonces nada
importa, no hay tiempo para discutir problemas como este ni recursos para
aplicar un proyecto para salvar vidas en las calles y carreteras. Una sociedad
sin disciplina ni civismo está condenada a vivir sectariamente.
¿Quién puede negarlo? Para dominicanos y extranjeros todo el litoral que
bordea la isla impone sobre el espectador una belleza increíble, un paisaje
relajante de tensiones urbanas. El trayecto desde el aeropuerto Las Américas
hasta los puentes sobre el rio Ozama, pero que pasa, no se puede disfrutar el
mar, uno no puede distraerse un momento, el peligro acecha por doquier, por ahí
transitan conductores que son un arma de fuego lista para disparar. Está
prohibido conducir al límite legal de
velocidad sin ser hostigado por otros conductores que manejan sus vehículos al
doble de velocidad que permiten las leyes de tránsito.
No importa si en un vehículo son transportados niños o personas
discapacitadas, la actitud es la misma. En ciudades como San Francisco de
Macorís o en Sectores como Villa Juana en la capital, no existen señales
visibles de transito. Manejar en vía contraria es un hábito aceptado por muchos
como normal.
El derecho ajeno es la paz, si no respeta el derecho del otro, de qué
manera podrán ser respetado los derechos de uno. Cuando la persona actúa como
un animal de limitada inteligencia, o cuando usa su inteligencia para
beneficiarse abusando del otro en una sociedad, y termina comprendiendo que la
única manera de sobrevivir es con la competencia, con mantener alejado a todo
aquel que sea una amenaza a su espacio vital, de la misma manera que lo hacen
los animales en la selva o la sabana.
El Estado existe para proteger el bienestar la ciudadanía en generar. El
presidente, los diputados y senadores,
los tres poderes del estado y los organismos administrativos, al igual que la
policía y las fuerzas armadas existen para que combinen su poder y coordinen
sus capacidades para proteger e implementar proyectos y medidas en beneficio
del país, de la ciudadanía en general. Y si no se cumple con esto, los
ciudadanos tienen el derecho a elegir personas y partidos que cumplan con sus
deberes.
Ante esa caótica situación se cae en la dictadura, indiferente a los
dictámenes de la constitución el estado y el funcionario impone su prepotencia
y abuso de poder sobre la vulnerabilidad del ciudadano o ciudadana simple.
Entonces todo el mundo comienza a decir que estamos bien, que al gobierno lo
hace bien, que hay problemas pero que dónde no los hay, que otros países están
peores. Se acepta como principio del fatalismo que no podemos ser mejores.
"Esto no lo cura ni el médico chino", dicen. Hay que entender que los
caudillos nos dejaron sin opciones, antes fue la dictadura de un hombre, ahora
es la de un partido, sea esta blanco y morado, qué importa el color.
¡Claro que no todos! Aquí no le incluimos a usted, ni tampoco a su
familia, ni siquiera le incluimos a su perro ni a su gato. Sin embargo analicemos mejor nuestras responsabilidades para con
nuestra gran nación tal vez usted tenga en un su mano el granito de azúcar para
hacer más dulce la pena que provoca la dirección que sigue la Republica
Dominicana. Este es un tiempo para tomar decisiones importantes en un país
acorralado por la dictadura bipartidista. Su esperanza descansa ahora en
aquellos que ignoran el poder que tienen en su condición de hijos de esa
hermosa isla bañada por el agua tibia de sus mare: sus aguas que deberían ser
tocadas por todos, al igual que los recursos que esta genera, pero solo nos
queda preguntarnos, y ahora quien podrá defendernos, ¿dónde está el héroe que
evitaría tantos problemas e inconsciencia que nos aquejan? dígame usted.