lunes, 20 de febrero de 2012

Advertencia sobre peligros invisibles

Eramis Cruz
Todos nosotros, yo que tengo el privilegio de escribirle y usted la cortesía de leerme, componemos un breve momento de la historia universal. No importa si vivimos en el anonimato, pues a fin de cuentas, no somos los únicos, al contrario, para muchas personas un bajo perfil es la estrategia preferible. Son aquellos que pronostican que con la fama o la pérdida de la privacidad llegan actores y factores que  pueden costar caro, no solo a la persona sino también al medio que controla o determina.
Hay una palabra muy usada por los adultos, ya que es muy complicada por los niños, se  trata de la palabra proceso. Es bueno cuando todo el mundo entiende algo, especialmente en el vocabulario. Y es que la palabra proceso es parte del entorno de todo cuanto es animado. Este concepto se extiende si compartimos el criterio de que nada está estático, “Y sin embargo se mueve”.
 Esto es más visible cada día que pasa, caminamos más de prisa a consecuencia de las exigencias que nos impone el estatus quo. Los procesos están determinados dependiendo de la ciencia o de la técnica en referencia. Pero aquí nos referimos a los elementos que se coordinan en la vida cotidiana, en procesos que por estar compuestos de diferentes elementos se combinan en un método inadvertido, comienzan en un punto del transcurrir y terminan en otro punto irreversible pero reflexible e introspectivo.
Algunas personas son mejores que otras distinguiendo lo qué controlan de lo qué no controlan. Uno sabe que existen muchas personas que dan la impresión de no controlar ni lo propio. No se trata de controlar a otro ser humano, ni lo que le pertenece, (persona, cosa o espacio vital), eso es dañino para lo interno y lo externo de él y de ella, pero es un error dejar de reconocer que tenemos el derecho de controlar aquello que afecta y determina nuestra vida como persona y como individuo en el ámbito del grupo (familiar, empresarial o comunitario), existe el círculo social y existe nuestro círculo interior.
Nosotros somos una generación de postguerra, guerras que terminaron en grandes dictaduras, implantadas mucho después de la Revolución Francesa, y llevamos en los genes el virus de la coacción. La libertad como derecho y la democracia como sistema han pasado como aspiraciones para muchos. Todos somos iguales, los derechos existen para ejercerlos, y “el valiente vive hasta que el débil se lo permite”. El concepto del amor platónico ha venido a contribuir con la aceptación humillante del opresor que puede aparecer en la sombra del ministro, el padre, el supervisor, la esposa o el marido. 
El ejemplo más reciente e ilustrador es el de la cantante estadounidense Whitney Houston que nació el 9 de agosto de 1963 y murió en los Ángeles el 11 de febrero del año 2012, en circunstancias que no fueron de inmediato esclarecidas, aunque todo indicaba que ella terminó con su vida. Todos nos enamoramos de la voz prodigio de Whitney y con la misma dimensión nos impactó la noticia de su muerte a los 48 años de edad. Joven aun, con una hija de 18 años y un legado extraordinario. Además de cantante se destacó como compositora, actriz, productora, empresaria y modelo, con millones de discos vendido en todo el mundo y un total de 415 premios en su carrera, la artista más premiada el mundo.
 Es cierto que una artista de la altura de Whitney Houston, no es sólo ella, sino que es un símbolo de una inversión millonaria de una maquinaria empresarial de alto montaje. Sin embargo no está fuera de contexto decir que nada está por encima de la persona. Y que existe algo dentro de nosotros que debemos proteger todo el tiempo. Es peor cuando todo parece indicar que en este caso, como otros de alto perfil, los problemas se originaban en el ámbito familiar o mejor dicho dentro del parámetro que, no como artista ni como empresaria, sino como persona, Whitney debió controlar. Se dejó arrastrar a la drogadicción como una niña ingenua sin razón para vivir después que tanto había dado.
Todos nosotros tenemos experiencias que nos enseñan que hubiésemos terminado mal si no  hubiésemos hecho una corrección de curso, como un hábil conductor. Tal vez la mejor manera de ilustrar este concepto es pensando en un conductor de un vehículo de motor, porque si usted no maneja, si tiene una percepción clara de las implicaciones de conducir cuando se transportado a alta velocidad de un punto a otro. Sobre todo, si el conductor de la nave no le inspira la confianza necesaria para garantizar la comodidad que le ofrecen los ornamentos interiores del vehículo. La nave puede ser una maravilla, pero si el conductor es un descalificado, aguarda el peligro.
En definitiva, es siempre peligroso poner la vida en mano de otro, que tal vez resulte un conductor distraído, o demasiado conversador, o no se cuida de las curvas cerradas, o preocupado por la recepción de la radio, o por la próxima canción del CD, con espejos retrovisores que no delatan el punto ciego, que no le importa las luces intermitentes al cambiar de carril, se nota excitado cuanto más sube la velocidad. Un conductor de esos de pacotilla, que les da trabajo obedecer las luces rojas en la intercepción. Uno se siente relajado al llegar a su destino, sano y salvo, quizás hasta nos brinde un poco más de confianza para el regreso, ya que tenemos tendencia a  acostumbrarnos o a tomar trayectos con ánimo de aventura, con sus gozos y sus riegos, sean estos erróneos o correctos, reales o percibidos.
Pero apliquemos la metáfora a tu propia realidad, tu vida es una carretera en el espacio sideral. Una carrera que desafía bifurcaciones entre los impactos de las rocas y las delicias de los sueños. Eres el mejor modelo, no existe una nave como la tuya, aun no hay una computadora que te supere, todavía no sabemos la capacidad del cerebro humano, es un mundo infinito dentro de cada cabeza de esa maravilla que llamamos persona. Hay que descender muy bajo para ser capaz de destruirla sin escrúpulo, el  irrespeto a la vida es el peor de los comportamientos.
Te conduces a ti mismo, tienes el mejor panel de control, puedes transfigurarlo, mejorarlo, afinar su sistema, todo depende de ti, no dependa de otro conductor, por muy experto que te parezca, todos tienen accidentes tarde o temprano.
Al final tenemos que concluir y reconocer que conducir es una tarea de gran responsabilidad, cuando conduces tu propia nave, a sabiendas que hay muchos que van contigo, otros que te observan con ganas de aprender de tus habilidades, esperando ver tu gran destreza. Es motivador y hasta divertido saber que lo haces bien, que no eres la crema de la perfección, pero nadie puede negar tu empeño.
Que no se te olvides, en la vida competimos con muchos y por mucho, y sabemos que estamos rodeados de seres que sufren de diferentes trastornos sociales, que por causas no siempre claras, pueden influir en el trayecto que conducimos nuestra vida. Siempre llagan los momentos de tomar decisiones y hay que estar preparado para no ser tomado desprevenido. Es que los grandes problemas, casi siempre, comienzan pequeños y es ahí donde tenemos que resolverlos. Luego que crecen escapan a nuestro control, como le pasó a nuestra querida Whitney Houston.

La reunión privada entre Kissinger y Pinochet en Chile

Fuente: https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html?outputType=amp La ...